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Punto de vista

Mirando más allá de los ojos

Mirando más  allá  de los ojos
28 de marzo de 2016 - 00:00 - Freddy Ehlers Zurita

La mayoría de personas descubrimos el mundo todas las mañanas al abrir los párpados y, durante unos pocos segundos, sentir que estamos nuevamente conscientes de una parte importante de nuestra realidad. Ya sea el techo de la habitación, el rostro de la persona amada o simplemente una pared extraña en la habitación de un hotel, esa primera imagen es siempre un momento especial del día. A veces la mirada coincide con la penumbra antes del amanecer y son algunas sombras lo único que percibimos. En otras ocasiones, el espacio frente a nuestro rostro se presenta luminoso con toda la fuerza de la claridad de cada día y a continuación miles de decenas o cientos de miles de formas y colores son percibidas por el iris, que va conformando el espacio del cual formamos parte.

¡Qué difícil es imaginar un mundo que no pueda ser percibido por nuestros ojos!, pero esa es la realidad cotidiana de  millones de personas que, por haber nacido con ceguera absoluta o por causa de algún accidente o enfermedad, se convierten en no videntes o personas ciegas.

Todos tenemos una gran responsabilidad para contribuir a la mejor calidad de vida de los hermanos y hermanas que tienen esta discapacidad. La sociedad en general, el Estado y toda institución deben considerar proyectos y programas, así como acciones concretas que ayuden a quien no puede ver con sus ojos a que pueda acercarse a percibir el mundo de la mejor manera posible.

Ocasionalmente deberíamos ensayar lo que significa estar unos pocos momentos sin poder mirar u observar a través de nuestros ojos. Si los cerramos y con ayuda de alguien que nos acompañe caminamos en nuestra propia casa, por un jardín o en la calle, podremos sentir lo que las personas con discapacidad visual llegan a conocer del espacio que les rodea. En muchos colegios se practica esta experiencia porque solamente poniéndonos en la situación de otra persona que tiene dificultad podemos realmente entender su estado. Únicamente cuando uno conoce la historia y la realidad que vive cualquier persona que encontramos en nuestra vida nos es posible tener un real conocimiento de ella. El arte de amar, como lo ha manifestado el gran pensador Erich Fromm, es conocer a la otra persona tanto como a uno mismo o, tal vez en realidad como él mismo lo manifiesta, tan poco como a uno mismo; y es que no es posible amar sin realmente ponernos en la situación de la otra persona. Reconocernos en ella permitirá también que ella se reconozca en nosotros.

El solo hecho de pensar por un momento cómo es la vida de una persona ciega y todas las dificultades por las que atraviesa nos hace sus hermanos, amigos, sus verdaderos socios de vida. Sonreírles aunque no puedan ver nuestra sonrisa, darles la mano o abrazarles como a cualquier ser cercano, pero fundamentalmente reconocer su dignidad y el derecho que tienen como todos nosotros a formar parte de la comunidad, y ayudarnos mutuamente a construir la tan anhelada sociedad del Buen Vivir. (O)     

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