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El Telégrafo
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Los sustos también nos pueden matar

Los sustos también nos pueden matar
06 de septiembre de 2015 - 00:00

Hay sustos y sustos. Quizás los más intensos son aquellos que nos hacen gritar, en especial, cuando alguien viene por detrás y nos sorprende de manera brusca.

Estos sobresaltos son considerados normales cuando las razones para asustarse están justificadas, pero qué ocurre cuando las personas viven sobresaltadas. A esta condición, los médicos la llaman hiperekplexia o enfermedad del sobresalto, una reacción exagerada frente a estímulos triviales inesperados acústicos y táctiles.

Este tipo de reacciones pueden incluso provocar la muerte. Cada vez que sentimos miedo, el corazón late más rápido y la tensión arterial aumenta, los vasos sanguíneos de algunos órganos se ensanchan, mientras que los más pequeños pierden riego por unos instantes. Cuando esto ocurre nos quedamos pálidos, pero, además, se detiene el movimiento intestinal y se dilatan las pupilas.

Según los especialistas, no solo es posible morir de susto, sino también al experimentar una emoción intensa. Un gran susto, una excitación extrema o un enorme disgusto también pueden desencadenar la liberación de muchas sustancias relacionadas con el estrés a la sangre, y provocar daños en el organismo que están relacionados, de manera directa, con el corazón.

La continua sensación de temor, acompañada de ansiedad, se potencia, sobre todo, cuando hay desastres naturales. El psiquiatra ecuatoriano Armando Camino advierte que no todas las personas reaccionarán de la misma manera ante un evento de estas características. “Algunas personas se quedan paralizadas, otras gritan y salen corriendo, otros se ponen a llorar. El congelamiento de los movimientos y el intento enérgico de fuga integran el repertorio de reacciones naturales de defensa típicas de situaciones que suscitan miedo. Estas respuestas ante una catástrofe natural son tan diversas que es necesario preparar a las personas para evitar que su salud mental se vea afectada”.

Cuando las personas están sometidas a situaciones que les generan miedo y ansiedad son más vulnerables a sufrir de estrés agudo, una dolencia que, según precisa Camino, puede durar para siempre y afectar la calidad de vida de las personas. Este cuadro puede derivar en estrés postraumático.

Las personas que lo han sufrido tienen pensamientos y recuerdos persistentes de miedo sobre lo que les aconteció y pueden sentirse emocionalmente bloqueados.

Quienes fueron víctimas de un secuestro, sufrieron un atraco o presenciaron un desastre natural de grandes magnitudes son proclives a sufrir estrés postraumático.

“Esto ya ocurrió con la erupción de 1999 del volcán Tungurahua, porque esa situación generó mucho temor entre la población que vivía próxima a este volcán”, puntualiza Armando Camino.

El psiquiatra también recuerda que en aquella época se conformaron equipos de atención en salud primaria en desastres, los cuales también deberían integrarse ahora que el volcán Cotopaxi también está en actividad.

Camino insiste en que no debe dejarse de lado el tema de la salud mental que, en caso de un posible desastre, puede afectar a miles de personas. El acontecimiento que dispara el trastorno puede ser algo ocurrido en la vida de la persona o una persona cercana a él o ella, o quizá haber atestiguado algo como una muerte después de haber presenciado el derrumbe de un edificio o un accidente aéreo.

En esos casos, las personas no solo se asustan de manera momentánea, sino que ese susto deriva en problemas mentales que deben ser tratados por un especialista.

En algunos casos, más marcados y excepcionales, el susto también se ha asociado con el fallecimiento de una persona. En realidad, el susto es el resultado de un gran sobresalto que ocurre a raíz de un evento repentino como un fuerte estruendo, la caída de un rayo o el verse amenazado a un grado extremo.

Hay casos en los cuales se reportan sustos extremos por supuestas presencias sobrenaturales. Quienes experimentan estos continuos sobresaltos pueden sufrir algunos trastornos, como un estado de debilidad general e inapetencia, continuos sobresaltos, insomnio, sueño intranquilo, entre otros síntomas. Pero ¿qué ocurre en el cerebro cuando una persona recibe un susto intenso?

Por lo general, este puede originar una respuesta del hipotálamo, al inducir la liberación de adrenalina. El hipotálamo, integrado por complejos circuitos neuronales, es una región del cerebro que se encarga de controlar el funcionamiento del sistema nervioso. El miedo nace en una pequeña área del hipotálamo, una región primitiva del cerebro.

En un artículo publicado por la revista Creces de Chile, se señala que los casos de muerte por miedo son frecuentes a lo largo de la historia.

Hace más de 40 años, un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, publicó el estudio ‘La Muerte Vodoo’, en el cual se describe cómo un hechicero ejerce tal poder sobre un creyente como para provocarle la muerte instantánea.

Hay otro caso, en Nueva Zelanda, donde una mujer maori (una etnia de la Polinesia) falleció cuando le comunican que se había comido una fruta que provenía de un lugar prohibido.

Las investigaciones médicas sobre el tema revelan que cuando las personas se encuentran ante un peligro de muerte, también pueden sufrir crisis de pánico, un estado natural que el cuerpo puede sufrir.

En algunos casos, estas crisis se desencadenan fuera de tiempo y sin pretexto aparente. (ARB)

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