El fútbol es mágico y encantador a tal punto que nos hace vivir, en muchos casos, de la historia, pero al mismo tiempo nos susurra en el oído que las ilusiones se mantienen intactas porque el secreto de esta pasión es que tiene el poder de reinventarse.

Estamos a pocas horas de que los anhelos de los sudamericanos se transformen en realidad y puedan sentirse orgullosos de sus combinados y conseguir el pasaporte para el mundial. Indefectiblemente comienzan las especulaciones que van llenas de deseos y gustos tratando de avizorar por realidades futbolísticas en algunos casos o por la propia historia en otros de qué nos puede traer esta nueva Eliminatoria. En este deporte tan cargado de imponderables se pueden analizar situaciones puntuales por el caudal individual de cada plantel, también por propuestas futbolísticas, pero nunca intentar adivinar resultados antes de jugar. La experiencia me dice que la diferencia que marcó siempre el rumbo de ciertas selecciones es la jerarquía que posea en sus filas, detalle trascendental que es muy difícil de conseguir en cantidades. Nuestro continente tiene escalafones muy marcados donde vamos a sumergirnos para analizar posibilidades e intenciones que pueden ser el indicativo exacto para aclarar la realidad de cada selección. Naturalmente cuando descartamos en nuestros pronósticos a un rival pensamos en Bolivia, y eso no está muy lejos de la realidad, pero a este golpeado equipo hay que darle el derecho a soñar ya que si se aferra a su localía donde quiere ser imbatible puede incomodar a más de un contrincante. En el mismo pelotón entra Venezuela, aunque demostró últimamente que su crecimiento es acelerado y con bases muy sólidas, aunque carentes de un abanico importante de jugadores con el nivel para lograr el sueño histórico de clasificar. Unos escalones más arriba están Paraguay y Perú que con adiestradores muy reconocidos intentarán reencontrarse con su estirpe y volver a saciar las necesidades de sus seguidores que alguna vez los vieron batallar de igual a igual contra las grandes potencias. Y ya en el escalafón élite debemos ser minuciosos y analizar las virtudes, los contras y los momentos individuales de planteles que perseguirán agigantarse de a poco en el certamen con premisas claras que demuestren su valor real. Chile es el que mejor anímicamente está después de un logro importantísimo a nivel internacional e intentará ratificar el poderío demostrado en la última copa. Los charrúas, dirigidos por Tabárez, tienen en el ADN el plus de dar algo extra más allá de las dificultades que pueda tener un equipo que apela a la entrega y el poder ofensivo de Luis Suárez, su figura. Ecuador llega sin un equipo consolidado pero con la convicción de saber que cuenta con un plantel rico en variantes y con una nueva idea de juego muy distante de la histórica. Colombia en cambio entró en un bache y tiene que revertir la última mala imagen con futbolistas virtuosos consagrados a nivel internacional. Para el final analizaré los mundos de Argentina y Brasil, que se han ganado el respeto y lo hacen sentir cada vez que les toca participar, pero ya asimilan que solo con la camiseta no se juega.  Los dos viven realidades diferentes aunque parecidas en algún punto; los gauchos, ávidos de un logro mayúsculo, sabiendo que cuentan con el que para muchos es el mejor jugador de la historia pero que todo se les puso esquivo hasta el momento; y por otro lado los cariocas, que intentan tapar con un manto de olvido el nefasto momento que les tocó vivir en su propia casa y tratan de aprovechar la impronta de Neymar en su plenitud. Al final esto es fútbol, nada está dicho y encima todavía falta que ruede el balón. (O)