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En el barrio 26 de Agosto, de San Lorenzo, esperan con ansiedad el debut de Orejuela

Tomasa Izquierdo y Pedro Orejuela muestran los primeros zapatos del volante y una foto de Jéfferson y Oriana.
Tomasa Izquierdo y Pedro Orejuela muestran los primeros zapatos del volante y una foto de Jéfferson y Oriana.
Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
06 de octubre de 2016 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Metida en un camisón celeste, a la leve velocidad que le permiten sus 74 años y la diabetes, doña Olfa Cangá posa sus manos sobre los barrotes de la entrada al hogar de la familia Orejuela-Izquierdo.

- Buenos días de Dios.

- ¿Cómo va vecina? Pase, pase.

- Qué es de su hijito, qué ha sabido del muchacho.

- Gracias a Dios todo bien, doñita. Ya salió de la clínica de Guayaquil. Está por viajar a Quito.

Los ojos de Tomasa Izquierdo (67 años), madre del volante Jéfferson Orejuela, anuncian tempestad. Traga saliva. Recuerda el choque entre su hijo y Osbaldo Lastra en el partido Independiente del Valle-Emelec, disputado el pasado 25 de septiembre en el estadio Capwell.

Corrían 4 minutos con 21 segundos cuando Lastra impactó con su cabeza a la cabeza de Jéfferson, provocando una espantosa caída que dejó sin sentido al centrocampista de Independiente del Valle (IDV).

La angustia en el barrio 26 de Agosto de San Lorenzo, donde creció el atleta, se regó como fuego sobre gasolina. Aquí todos lo conocen y pocos son quienes no se interesan por lo que le pasa.

Cuando figuró en la Copa Libertadores de 2016, en la que el equipo ‘negriazul’ disputó la final, su nombre estaba en boca de medio mundo; igual cuando fue convocado por primera vez a la Selección Nacional.

Pero el balompié no es todo lo que trae a la memoria la estampa de Jéfferson Gabriel; desde hace varios años lo evocan también por los torneos y agasajos navideños que promueve para los niños y ancianos del sector.

Dennis Preciado, de 12 años, aún parece saborear los dulces que Orejuela compartió en diciembre de 2015. La fiesta se vivió en grande. Antes de recibir los caramelos se divirtió en la cancha que Jéfferson trazó con pintura verde encima de la calle Río Nadadero.

Otro niño del lugar, Luismi Zambrano, de 5 años, admite que el mediocampista del elenco de Sangolquí le inspira a ser futbolista. No se olvida las veces que lo vio en televisión jugando la Libertadores. “Pero yo soy delantero”, aclara el chiquillo sin dejar de botear una pelota.

La calle Nadadero y los patios de la escuela Mariscal Sucre fueron una suerte de laboratorio fugaz para el exponente, quien poco a poco inclinó la balanza de sus preferencias por el rey de los deportes. “Mi hijo comenzó a practicar a los 8 años, no le gustaba el fútbol callejero. Prefería jugar en la escuela y posteriormente en el Colegio Técnico San Lorenzo”, puntualiza Tomasa.

Pero las bases de esta disciplina, añade su padre, Pedro Orejuela (67 años), las asimiló del profesor Vilder Chávez, entrenador de la escuela de fútbol que el club Norte América de Guayaquil tiene en este cantón esmeraldeño. Jéfferson estaba en cuarto curso cuando Chávez lo reclutó.

Una experiencia trascendental en la vida deportiva del volante fue su paso por el Caribe Junior de Lago Agrio, hacia donde lo llevó el ex futbolista Pedro ‘Papi’ Perlaza; Jéfferson tenía 16 años. El Caribe es conocido por servir de fogueo a elementos de la talla de Antonio Valencia, Énner Valencia, Fidel Martínez y los hermanos Álex y Miler Bolaños.

No obstante, Jéfferson se dio a conocer en el ámbito profesional en 2010, como parte del Norte América, fichando ese mismo año en IDV. Su debut en el rol estelar del ‘rayado’ se produjo en 2012.

Pura leche

Un par de zapatos de charol con los que Jéfferson dio sus primeros pasos meten a Tomasa en el túnel del tiempo. Navega hacia la infancia de su retoño y lo encuentra bebiendo leche.

“Le gusta desde muchachito. Hasta ahora cuando lo visito en  Sangolquí encuentro su refri con varias fundas de leche”, revela. En cuanto a platos fuertes, le agradan los secos de raya, pargo y corvina.

Una característica de su personalidad que no varía es la timidez. Pedro califica a su vástago como poco sociable y reticente con la prensa. Eso sí, es muy resuelto; contra todo y contra todos abandonó los estudios secundarios en quinto curso para meterse de lleno a sus aspiraciones peloteras.

Su jugador favorito es Ronaldinho, a quien en sus fantasías infantiles deseaba emular. Por este motivo, su vinculación al Fluminense en enero de 2017 caerá como tornillo en tuerca; siempre anheló recalar en el fútbol de Brasil.

Tomasa y Pedro ven en Jéfferson al pilar que los sostiene. Su bondad les hace creer que no es casualidad que haya nacido el 14 de febrero de 1993, justo en San Valentín, y que su segundo nombre sea Gabriel, similar al del arcángel mensajero de Dios.

Él le ayudó a Tomasa a terminar la construcción de la vivienda que habitan y los apoya constantemente. Tienen fe de que triunfará en el país de la samba en la temporada entrante y que a raíz de ello se le abrirán las puertas de Europa.

Confían que con el éxito del cultor se asegurará también el futuro de Oriana Gabriela, la hija y orgullo de Jéfferson (2 años), quien reside con Marjorie Palacios, progenitora de la niña.

Hoy ansían concurrir al estadio Atahualpa de Quito y mirar a Jéfferson sudar la camiseta de la Selección. Chile será un duro adversario, una linda oportunidad para que Orejuela se muestre al mundo. (I)

Datos

Hace 4 años Jéfferson organizó una parrillada para 350 personas en el barrio 26 de Agosto. Las compras las hizo en una camioneta roja, uno de sus primeros autos.

El volante de San Lorenzo tiene 6 hermanos de parte de madre, 3 de padre y 2 de padre y madre. Es un joven serio, callado y, según sus progenitores, no le gusta ingerir licor ni fumar cigarrillos.

Dos hermanos del volante también llegaron al balompié profesional. Segundo Castillo Izquierdo (49 años) pasó por El Nacional y Williams Orejuela (27 años) presta sus servicios en segunda categoría.

Doña Tomasa es de San Lorenzo, Don Pedro de Quinindé. Ambos salen adelante gracias al restaurante el ‘Rincón de Peter’, que Pedro tiene desde hace 18 años. Con las ganancias de ese negocio la familia ha salido adelante.  

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