Para el mundo hay necesidades y urgencias por las nuevas condiciones del trabajo. No es que se reduzcan las fábricas y los obreros. La transformación en las relaciones y modos de producción indican un mapa absolutamente distinto. No solo para las grandes empresas y negocios, sino para todo tipo de acción productiva.

Por eso, gracias al mejoramiento de la economía, a su estabilidad económica y política, al desarrollo de la educación y el acceso a la ciencia y a la tecnología, Ecuador tiene ya una situación laboral diferente. Es uno de los países con los salarios más altos de América Latina, sin desconocer que es la nación con la tasa más baja de desempleo. Y todo eso, aparte de resolver problemas arraigados y arrastrados por muchos lustros, abre nuevas demandas, exigencias sociales y una preocupación por el futuro de quienes ahora inician su vida laboral.

Por eso hace falta un código laboral para los trabajadores del siglo XXI. El anterior está vigente desde hace casi ocho décadas. Con algunas reformas no ha podido sintonizarse con las complejidades de estos tiempos, por lo que es urgente contar con otra normativa para el Buen Vivir.

Entonces, para ello el Gobierno ha presentado un proyecto para la discusión pública, no solo para los empresarios y sindicatos. La verdad sea dicha, una normativa de esta naturaleza debe ser preocupación de todos los estamentos sociales. Eso convoca una apertura para la opinión y el debate de amplios sectores, pensadores, líderes y dirigentes.

El objetivo central es consolidar una armonía entre el capital y el trabajo para garantizar los derechos de todos los trabajadores, el beneficio de los empresarios y la producción para resolver los problemas de la sociedad.

Por lo mismo, las voces que se han expresado sin todavía conocer los detalles del proyecto del nuevo código deberían procurar hacer una pedagogía con cada uno de sus sectores para garantizar una discusión argumentada y reflexiva a favor del bienestar común, pero ante todo para una justa redistribución del ingreso.

Nadie puede decir que las demandas del siglo XX son las de ahora en toda su amplitud. Hay algunas por conquistar, pero otras están planteadas para este siglo. Una de ellas (de las demandas del siglo XX) fue la creación de una central única de trabajadores. Y ahora está tan vigente que no cabe duda de que hace falta para consolidar procesos mucho más modernos para garantizar los derechos, las conquistas y mejores condiciones para todos los obreros en estas nuevas realidades del siglo XXI.