Es un hecho sin precedentes. Quizá lo más cercano en nuestra historia es lo realizado por Eloy Alfaro al finalizar el siglo XIX y en los inicios del XX. Pero ni así, porque las condiciones y las circunstancias son otras y tienen su propia lógica. Pero lo real (con datos en la mano, con las evidencias de la estadística y las evaluaciones) es que en este año 2014 se consolidó la llamada Revolución Educativa: centenas de escuelas, unidades del milenio, colegios y universidades, procesos de mejoramiento de la calidad, diez mil becas para el exterior, cambios estructurales en la educación superior, entre lo más significativo.
Esto que se lee y escribe fácil podría llevar a pensar que se puede hacer sin mayor dificultad porque, supuestamente, hay recursos. Pero no es así: la plata ayuda, darle la prioridad en el presupuesto crea otras posibilidades, pero en realidad lo fundamental es la decisión política, la voluntad patriótica y la capacidad técnica. Y así, todo lo avanzado parece poco frente a la demanda histórica.
Nadie duda de que son procesos largos, tensos, complejos, cargados de tensiones y disputas. Al principio, paradójicamente, la mayor resistencia vino del gremio de los maestros, dominado por un partido político en extinción. También estuvo ese componente pocas veces valorado que se llama resistencia al cambio, que está en la cabeza de muchos, en las prácticas y en las supuestas tradiciones.
Ahora bien, se trata de toda una etapa de siembra, con mucho ‘riego’ y ‘fertilización’. Y como lo reconocen ya varios especialistas y técnicos extranjeros, es el mayor reflejo de una política social para potenciar las capacidades del país, atenuadas por ese afán de darle todo el valor al mercado y a la educación privada, como ocurrió en las anteriores décadas.
Si ha sido la época de siembra, habrá que reconocer también que en los próximos años tendremos centenas de técnicos y profesionales colocando sus mejores conocimientos y aprendizajes en el desarrollo equitativo y justo de toda la sociedad. De ahí que, por encima de aquellos malos presagios y, sobre todo, de esos supuestos expertos que lo niegan todo, hay un camino recorrido y los efectos serán ‘todopoderosos’ para la empresa privada, para el ejercicio y aplicación de las políticas públicas, así como también en el impulso a un campo pocas veces valorado: la ciencia y la tecnología, el pensamiento y la reflexión académica.
Tenemos generaciones mejor preparadas para cambiar las estructuras económicas, sociales, culturales y espirituales, pero ojalá también esto se exprese en un modo de vida que se aleje del consumismo, de la banalidad y de ese espíritu ‘presentista’, que no ve hacia el futuro y quiere solo vivir el momento como la mayor expresión de un supuesto bienestar.
Las futuras generaciones, además, sabrán valorar todo lo hecho ahora
