Cuando la prensa privada y comercial repara en su competencia actual (los medios públicos, comunitarios y redes sociales) pone por delante su propia lógica y visión: la rentabilidad solo económica. Y cuando se dirige a sus audiencias y busca su apoyo, habla de un servicio público, para nada ‘rentista’, y mucho menos pone por delante costos ni gastos.

Si algo entró en crisis para los negocios privados de comunicación fue precisamente el concepto de su razón de ser y la búsqueda de ganancias a costa de un supuesto servicio ‘desinteresado’.

Esto explica en buena parte la oposición a la aprobación de la Ley Orgánica de Comunicación y, sobre todo, la agresiva campaña de desprestigio y hasta de difamación sobre el rol y la sustentabilidad de los medios públicos y comunitarios.

Incluso, para un buen sector de la derecha, el servicio público y el concepto de lo público no caben en su imaginario, salvo cuando los bancos o las empresas quiebran.

De hecho, el cierre de un diario capitalino se explica -para esos sectores- por la falta de contribución del Estado en publicidad y otros contratos de impresión. Parecería que por sí solos los negocios privados no pueden solventar su rentabilidad y requieren un Estado protector.

Como bien se ha dicho en varios foros y por distintos especialistas, la razón de ser de los medios públicos es otra y no puede para nada entrar en una ‘competencia despiadada’ con la prensa comercial para justificar su existencia. En otras palabras: “La lógica de un medio público es precisamente invertir en difusión de contenidos que no son comerciales. No existe para hacer plata”, como lo expresó Byron Villacís, exdirector del INEC, en su cuenta de Twitter.

Las ‘sanas críticas’ lanzadas contra la empresa editora de este diario, Editogran, desde aquellos dueños de otros medios, periodistas/políticos y de los políticos/periodistas que ahora abundan, van precisamente por cuestionar la rentabilidad de un medio público en función de sus pérdidas y ganancias. Si esos medios públicos ganaran, obtuvieran utilidades y tuviesen prestigio comercial, dirían que compiten con ventajas con los privados, sin ninguna duda.

No se sonrojan cuando hablan de humildad y de lo único que están pendientes es de mantener una tarima y una fama medida por el rating. Existen por una tradición que cada vez es más cuestionada por la proliferación de otras formas y estéticas de comunicación.

Por tanto, si algo debe considerarse en la esfera pública es que la prensa entró en otra etapa y con otros conceptos. Mientras más medios haya y voces se expongan, la libertad de expresión es un valor y un derecho mucho más sólido. No caben aquí ni monopolios y mucho menos farandulería para hablar de derechos. Los medios públicos estamos para servir del modo más responsable, honesto y ético.