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El Telégrafo

¿La reforma a la Constitución no es un acto democrático?

22 de junio de 2014

Hay voces que siempre se pronunciaron en contra de la Constitución de Montecristi. Y no solo que reprochan su contenido, sino que si tuviesen una mayoría parlamentaria la reformarían a su gusto para reinstaurar los pilares del neoliberalismo que estuvieron en la elaborada en un cuartel militar en 1998.

A esas voces (amplificadas por medios de prensa neoconservadores y febriles auspiciantes de una plena economía de mercado) ahora les parece un ‘arrebato’ político proponer enmiendas y/o reformar a la Constitución vigente. Pero si se les pregunta qué reformarían de la misma sale una larga lista, siempre y cuando no se toque la alternancia en los cargos de elección popular.

¿A eso se reduce todo el debate y la reflexión sobre posibles enmiendas constitucionales? ¿Es imposible hacer correctivos a temas y artículos que pudieron ser revisados por la misma Asamblea Constituyente si hubiese tenido más tiempo para ello?

La Constitución que nos rige no es perfecta, pero tampoco es lo que quieren sectores y actores de derecha y empresariales. Tampoco es una ‘biblia’ sagrada intocable como quieren otros actores, entre ellos 3 exasambleístas que han firmado una carta, quienes, en su momento, también hicieron observaciones a la Carta Política y dijeron que no estaban de acuerdo con todos los artículos aprobados, porque ‘afianzaba el presidencialismo’.

La vida democrática de todo país es dinámica y vertiginosa, mucho más cuando en su desarrollo político surgen contradicciones, necesidades y problemas reales. Y para ello está la política, como ciencia que afronta la solución de los problemas y no solo ocurre y se expresa en procesos electorales.

Por supuesto, no les gusta tocar el tema de la reelección indefinida. En realidad tienen un problema real y se llama Rafael Correa. No quieren que sea candidato, temen a su popularidad y arraigo en la mayoría de la población pobre y de clase media. Su fuerte autoridad política —polémica para esos sectores adversos a su reelección— se ha legitimado en 3 elecciones presidenciales y si existiera una cuarta serían los ciudadanos del país quienes decidan su continuidad o no. La madurez de la democracia ecuatoriana ha pasado por ‘alternancias’ ni siquiera definidas en las urnas sino en las calles. ¿No hubo una alternancia de 10 mandatarios en 10 años? ¿Y el resultado fue una mejor calidad de vida e instituciones democráticas sólidas y al servicio de los pobres?

Si el debate hace falta que sea con base en argumentos, temas, proyectos, objetivos colectivos y no solo en los añejos afanes de recuperar los privilegios para grupos empresariales, corporaciones mercantiles y supuestos anhelos sociales que únicamente ocultan la verdadera disputa política de este siglo: arrebatar el espíritu de Montecristi.

Ahora les parece un ‘arrebato’ político proponer enmiendas y/o reformar la Constitución vigente. Pero si se les pregunta qué reformarían de la misma sale una larga lista.
La madurez de la democracia ecuatoriana ha pasado por ‘alternancias’ definidas en las calles. ¿No hubo una alternancia de 10 mandatarios en 10 años?

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