Por primera vez en largo tiempo, el maestro ecuatoriano tiene una buena razón para celebrar. Durante los últimos años, muchos de ellos desempeñaron funciones sin poseer un título académico y hoy se esfuerzan por asistir a la universidad y obtener ese requisito fundamental para poder enseñar en una escuela o colegio público del país.
Quienes ya lo tienen continúan incrementando sus conocimientos y sus ingresos por la categorización, de acuerdo al perfeccionamiento docente, a través de los constantes programas de actualización que llevan adelante las autoridades de Educación, lo que les permite compartir sus conocimientos con nuestros hijos. No olvidemos que el título académico, en cualquiera que fuera la rama del conocimiento, no le otorga a nadie el privilegio de ser considerado educador, pues ser maestro implica tener la solvencia y conocimientos para transmitirlos a otros, además de la vocación, métodos y didáctica.
De ahí que el oficio de profesor no debe ser entendido ni considerado como un trabajo más por el que una persona opta para recibir a cambio un salario -en la mejor definición de un obrero-, sino que tiene la noble intención de educar para contribuir al desarrollo integral del país.
Este exitoso proceso de realizaciones en el magisterio ha tenido resistencia en sectores del gremio históricamente politizados, cuyas acciones extremas han estado orientadas a boicotear las políticas y cambios generados en el Estado nacional. La defensa del magisterio no ha sido más que una herramienta pensada como fuerza de choque para defender otros intereses, o para perpetuar las cuotas de poder adquiridas a lo largo de los años.
La manipulación política ha permitido que la sociedad ecuatoriana vea el trabajo de los docentes como labores de segundo nivel, a las que aspiran solamente aquellos que no logran encontrar sustento en otras actividades.
Por ello, al celebrarse hoy el Día del Maestro ecuatoriano, esa visión equivocada empieza a desaparecer. Un docente que se inicia en la profesión cuenta con un salario que le permite vivir y mantener a su familia con dignidad, y tiene otra visión sobre su futuro y crecimiento profesional, de acuerdo a su capacidad.