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El Telégrafo

Estados Unidos comete un acto de torpeza histórica

10 de diciembre de 2017 - 00:00

Otra vez Medio Oriente. El conflicto más viejo del planeta se reactiva cada cierto tiempo. Alguna imprudencia de un dirigente israelí o un acto de violencia por una de las facciones palestinas llevan a Tierra Santa a derramamientos de sangre que se han vuelto, por desgracia, habituales.

Pero el nuevo episodio es bastante sui géneris. El responsable ahora es un actor exógeno al conflicto que ha cometido un acto de torpeza histórica. Donald Trump, ese presidente de Estados Unidos que camina por el mundo como si fuera un elefante en medio de una cristalería, ha reconocido a Jerusalén como capital de Israel, lo que ha puesto de cabeza al orden geopolítico mundial.

El conflicto palestino israelí tiene más de un nudo crítico y el estatuto de Jerusalén es uno de ellos. La Ciudad Santa para las tres principales religiones monoteístas del planeta (judaísmo, cristianismo e islam) es reclamada como capital por ambas partes. La comunidad internacional, con la esperanza de que algún día la divergencia sea resuelta en los diálogos de paz, no toma partido y por ello tiene a sus embajadas ante el Estado hebreo en Tel Aviv.

Pero los halcones israelíes y estadounidenses han pugnado durante años para cambiar ese statu quo. De hecho, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha proclamado a la urbe milenaria como la capital eterna e indivisible de su país. Y en esa línea, Trump ha puesto en duda la existencia de dos Estados en Palestina, uno de los mantras del derecho internacional.

Trump ha cumplido una promesa de campaña, pero lleva a EE.UU. al desprestigio. Su país ya no será un árbitro fiable en una de las principales problemáticas del mundo. Ese vacío será llenado por alguna potencia.

Y aunque los extremistas israelíes celebran, nadie aceptará nunca esta movida unilateral. Lo único que se obtiene es que la causa palestina sume más adeptos en todo el globo. Los asentamientos podrán seguir, el muro continuará levantándose pero, ante los ojos del mundo, aquellas acciones son ilegítimas y hacen lucir a Israel como un país ocupante. (O)

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