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El Telégrafo

El viejo truco del ahorro para no salir de la pobreza

19 de octubre de 2014

Desde los inmemoriales tiempos neoliberales el ahorro ha sido el paradigma para, supuestamente, avanzar a una mejor economía y no correr ningún riesgo con las inversiones y el fisco. En aquellos años se crearon algunos fondos, con todas sus siglas y eufemismos. Sus ideólogos suponían que ese ahorro constituiría de sí la tabla de salvación de la economía general, incluida la de los pobres (que no tenían ningún chance de ahorrar), sin descartar que en eso iba también el consejo más ‘sabio’ de que con plata ahorrada en y por el Estado el resto de la sociedad tendría un colchón seguro.

Los resultados saltan a la vista: el ahorro sirvió para alimentar la liquidez de bancos extranjeros y para rendir pruebas a organismos financieros internacionales de una buena conducta en las ‘macro’ cifras, mientras los problemas estructurales de la economía seguían igual. La pobreza y la desigualdad no bajaron significativamente. El Estado, además, tuvo muchos problemas para articular sus políticas públicas, en el papel, con el desarrollo efectivo en obras y proyectos concretos.

Ahora el argumento es que en la época de vacas gordas hay que ahorrar porque pronto vendrán los problemas, la iliquidez y la falta de ingresos frescos. ¿No fue ese el argumento de los últimos siete años? ¿No han llenado de editoriales las páginas de los periódicos comerciales bajo ese argumento para denostar la inversión pública en proyectos sociales, educación, carreteras y escuelas? ¿No están reclamando ahora que esas obras sean realizadas por el sector privado? ¿Ese sector lo va a hacer para ahorrar o para despilfarrar el erario público?

No caben paradojas: la economía es una ciencia para resolver los problemas y no para hacer cálculos a favor de unos negocios muy particulares, bajo el manto de gasto prudente y ahorro sostenido.

Los teóricos y expertos en economía han dado varias explicaciones de por qué países como Ecuador y Bolivia son los que más aceleradamente reducen pobreza y no lo han hecho a base del ‘ahorro’ o por seguir las indicaciones de los organismos financieros internacionales. El sentido común, además, ha demostrado que lo fundamental ha sido atender las necesidades y proyectos estratégicos postergados hace 40 años. Y, por supuesto, si hay inversión, eso, en el largo plazo, es otra forma de ahorro porque ya no se gasta en lo ‘urgente’.

La campaña político mediática desatada en estos días por supuestos que señalan una crisis y hasta un escenario dramático solo persisten para crear incertidumbre y desconcierto, y con ello crear las condiciones para salidas con cierto olor a desestabilización.

Los hechos y las cifras prueban la diferencia entre lo que se hizo con el ahorro en tiempos neoliberales y lo ocurrido estos últimos años.

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