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El Telégrafo

El endeudamiento externo en otros contextos

13 de abril de 2014

La deuda externa conlleva una marca y una lacra por todo lo que significó y produjo para el Ecuador, sobre todo en los años 80 del siglo pasado y que devino en una serie de factores a favor del empobrecimiento de los sectores populares de todo el país.

No son ajenos a la historia ecuatoriana, esa parte triste y dolorosa, la sucretización de la deuda y los pagos puntuales, sin descontar los cálculos de intereses en función de la lógica de los organismos internacionales y sus agenciosos acólitos locales, obviando nuestras condiciones económicas reales y sociales.

Y por eso ahora, hablar de endeudamiento externo conlleva sospechas y hasta dudas. Por suerte las circunstancias explican muchos de los cambios ocurridos en Ecuador, pero también en el mundo. Y en este último hay que considerar las condiciones actuales, la emergencia de economías mucho más potentes que la de los países hegemónicos que hasta el siglo pasado imponían las reglas y las condiciones del endeudamiento del resto del planeta.

Y, por supuesto, Ecuador tuvo una de las peores deudas y mucho más el manejo de ellas en la economía interna, sobre todo porque buena parte de ella estaba destinada al pago de la misma deuda (deuda sobre deuda) y no para el desarrollo, los servicios básicos y mucho menos para el crecimiento económico o para combatir las causas de fondo de la pobreza. Por eso, incluso, varios de los gobiernos desde el retorno a la democracia sufrieron golpes políticos, pues sus ofertas electorales desaparecían en la primera reunión con el FMI o el BM. Y para más, el presupuesto general del Estado estaba atado al porcentaje destinado al pago de la deuda externa antes que a las prioridades reales del país.

Ahora cuando el presidente de la República, Rafael Correa, anuncia la consecución de préstamos con el Banco Mundial para financiar los proyectos estratégicos hace falta precisar y contextualizar las críticas. En otras palabras: la calidad de la deuda externa en estos años es otra (por ejemplo, con otra tasa de interés, mucho más baja) y a favor de otros objetivos. Lástima que los que en su momento ocuparon el cargo de ministros de Finanzas y ahora señalan sus ‘puntos de vista’ críticos fueron los ‘endeudadores’.
Si bien el debate es bueno, la ciudadanía necesita mejor y mayor información de lo que en realidad se busca con la deuda y las condiciones del mismo endeudamiento, sin prejuicios políticos y pensando que de concretarse debe significar un paso adelante en la justicia social.

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