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El Telégrafo

Cuando el fútbol pasa a ser un asunto laboral crítico

27 de julio de 2014

Los jugadores de fútbol tienen una ilusión latente en estos tiempos: alcanzar la gloria de fichar por millones de dólares.

El mercado capitalista de este deporte (que ya contagia a otros tradicionalmente considerados amateur) no tiene compasión. Y en Ecuador la evidencia es notoria: los clubes no garantizan ninguno de los derechos laborales de sus empleados y pueden pasar meses sin recibir una remuneración. Lo importante es mantener las fechas del campeonato intactas y crear la ilusión de un divertimiento ‘sano y provechoso’ en millones de fanáticos (en las pantallas de TV).

La huelga declarada esta semana por los futbolistas no es el fin de un problema, sino el punto de partida para entender qué pasa en este sector. Ya han ocurrido casos como estos en otros países y las medidas -no todas excelentes- han dado lugar a una ‘depuración’ de equipos, procesos y hasta métodos de financiamiento.

¿Por qué un campeonato debe contar con tantos equipos de fútbol si no hay financistas y mucho menos hinchadas en condiciones de sostener el alto costo para ese mercado tan competitivo en el terreno financiero?

La otra pregunta de fondo es si los equipos y sus dirigentes han sido capaces de ser realmente eso: organizaciones y/o entidades sostenidas por socios (hinchas) verdaderos. Salvo uno o dos equipos, la mayoría no vive de sus hinchadas. Al contrario, son muy exigentes y castigadoras: solo van al estadio si el equipo gana, si pierde lo dejan en el abandono. Entonces, ¿qué nivel de compromiso y empoderamiento adquieren los aficionados con sus clubes? ¿Pueden demandar mejor calidad de sus jugadores si no son capaces de apoyar con su presencia en los estadios, el aporte mensual o actividades de financiamiento?

Pero más allá de eso hay algo más de fondo: los empresarios del fútbol buscan en las estrellas de este deporte y en los semilleros los bienes y capital para mejorar sus empresas y negocios. Andan a la búsqueda de potenciales ‘mercancías’ para venderlas en el exterior y vivir de esa renta. Pero como eso no ocurre todos los días, los jugadores viven de esa ilusión y, por lo tanto, soportan todas las injusticias y hasta violaciones a sus derechos laborales.

Se ha creado un mercado de ilusiones por el que miles de jóvenes aspiran a ser contratados y con ello sueñan con salir a las ligas extranjeras y compartir las pasarelas con aquellas figuras que ganan millones dólares al año.

La huelga de esta semana debe obligar, no solo a los dirigentes del fútbol sino a las autoridades del Ministerio de Relaciones Laborales y del IESS, a tomar medidas definitivas para que no existan familias llenas de deudas porque este deporte no les garantiza su subsistencia. Pero también a poner los pies sobre la tierra y no ilusionar a nadie con promesas falsas de contratos millonarios.

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