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El Telégrafo

Editorial

América Latina consolida su proceso político emancipador

Editorial
26 de octubre de 2014

Las elecciones de hoy en Brasil y Uruguay son una prueba poderosa. Igual la designación de Venezuela como miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A lo que se añade la confirmación del triunfo, contundente y legítimo, de Evo Morales en los comicios presidenciales de hace 15 días.

América Latina refrenda el proceso político emancipador, por encima de los bloqueos, las maquinaciones mediáticas y hasta de los intentos golpistas. Y todo ello ocurre porque hay unas verdades y unas necesidades poderosas que movilizan a los actores políticos responsables con su historia y con sus pueblos.

Basta ver todo lo que se hizo con Venezuela en febrero y marzo pasados y lo que ahora ocurrió con el proceso electoral en Brasil.

En el primer caso se montó un operativo político mundial para generar el clima favorable para la desestabilización golpista. Los problemas económicos de ese país no justificaban por ningún lado la violencia con la que actuó la oposición y que llevó a la muerte de alrededor de media centena de venezolanos, casi todos militantes del partido de gobierno.

Y ahora en Brasil, el aparato político y mediático de la derecha hizo creer al mundo entero que la presidenta Dilma Rousseff perdería estas elecciones, con encuestas y titulares mentirosos. Bastaría revisar lo que hizo la prensa privada ecuatoriana para entender cómo se sintoniza con esa estrategia y luego que cada uno saque sus conclusiones.

En Uruguay, así como en Bolivia, como no había ninguna duda (porque era demasiado evidente) del triunfo de los partidos de izquierda prefirieron ignorar esa realidad y apenas registrar las cifras contundentes.

Entonces, por más esfuerzos que hagan por desprestigiar los procesos políticos en marcha (con sus problemas y dificultades) la realidad es poderosa.
¿Pero qué explica que esto ocurra por más aparatos, dinero, voceros, aliados y hasta cómplices de la campaña de desprestigio?

Quizá una razón de fondo: los pueblos entienden de qué lado está el cambio y la verdadera transformación social, la que lleva a sus hijos y familias a vivir con otra calidad de vida. Pero sobre todo por algo más que es bastante cierto e innegable: todos esos cambios se han hecho en paz y en democracia. O sea, en el mismo marco y leyes que dijeron respetar quienes las usaron para enriquecerse y hasta para justificar violaciones a los derechos humanos. Ninguno de los procesos progresistas de América Latina ha usado la fuerza ni ha necesitado de golpes de Estado para desarrollar sus planes y programas.

Por lo que hoy ocurra en Brasil y Uruguay, así como ya pasó en Chile, Bolivia y El Salvador este año, no podemos sino avizorar que el cambio de época echa raíces profundas sin otro motivo más que recuperar la dignidad, soberanía y derecho a la autodeterminación.

El aparato mediático y político de la derecha hizo creer al mundo entero que la presidenta Dilma Rousseff perdería las elecciones en Brasil, con encuestas y titulares mentirosos.
Por lo que hoy ocurra en Brasil y Uruguay, así como ya pasó en Chile, Bolivia y El Salvador este año, no podemos sino avizorar que el cambio de época echa raíces profundas.

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