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El Telégrafo

524 años de un ‘encuentro cultural’ que ahora se relee

12 de octubre de 2014

La presencia colonialista española en lo que hoy conocemos como América es uno de los mayores hechos históricos con un alto costo humano, pero sobre todo cultural, que no ha sido suficientemente procesado como para generar una pedagogía colectiva. Este aniversario coincide hoy con las elecciones en Bolivia, quizá uno de los países más afectados por la llamada conquista ibérica en América del Sur. Paradójicamente, esa nación afronta, con absoluta soberanía, un reto inmenso: construir su propio destino con un presidente indígena.

Más allá de esa ‘casualidad’, hoy es un día también para valorar todo el peso del colonialismo inaugurado el 12 de octubre de 1492. Y habrá que valorarlo en toda su complejidad y en el impacto para la historia de la humanidad. No podemos desconocer que ese colonialismo frenó y acabó con un desarrollo endógeno con avances culturales y científicos que superaban todo lo hecho por Europa hasta ese entonces. Basta recordar que al arribo de los españoles a la actual capital mexicana había toda una infraestructura urbana para satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes que los llamados conquistadores no concebían ni siquiera en sus sueños. Y el costo de la masacre ocasionada para dominar a pueblos ancestrales todavía no ha sido entendido ni asumido por esos conquistadores, mucho menos reconocido para resarcir todo el daño provocado.

De hecho, los movimientos indígenas de América Latina tienen la oportunidad para evaluar su propio desarrollo organizativo a la luz de todo lo que se ha superado de ese colonialismo, aunque todavía no se haya erradicado su efecto más pernicioso: el racismo y la exclusión. Lo tienen que hacer para provocar una más profunda reflexión de lo que les corresponde hacer en los espacios democráticos consolidados en los últimos años a la luz de la presencia de gobiernos progresistas y de la existencia de constituciones y leyes a su favor.

El siglo que vivimos y afrontamos hacia el futuro debe dejar atrás ese colonialismo perverso en todas sus formas y expresiones. Eso pasa también porque las sociedades y las ciudadanías entiendan que hay un neocolonialismo en marcha, y que una alianza de los movimientos indígenas y de los progresistas del continente debe ser para asegurar una verdadera y definitiva independencia, que no será garantizada por una ‘alianza’ oportunista y chantajista con los representantes de las oligarquías regionales y locales.

Más de cinco siglos no se arreglan ni cambian con pactos con quienes no supieron entender el reto de la historia. La gran alianza política y anticolonial es para forjar el Buen Vivir que, con todas sus complejidades, es la única garantía para que todos nuestros pueblos consoliden los procesos democráticos, eliminen para siempre el racismo y generen sociedades libres y soberanas.

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