Cuando el cielo de Muisne oscurece la gente busca resguardo en alguno de los 20 albergues habilitados en ese cantón esmeraldeño. A las 20:30 las personas tratan de descansar y las luces se apagan. Sin embargo, Carmen Macias no logra dormirse, dice que hay estar alerta. La noche y la madrugada es el mejor tiempo para que los voluntarios y la gente que dirige la ayuda logre cargar sus celulares y revisar las noticias del día. En el centro hay una computadora que un voluntario llevó y que ahora es de uso común.

Cuando pocas personas permanecían despiertas (22:00), el predio comenzó nuevamente a temblar. Macías fue la primera en sentirlo y gritó: temblor. Tomó a sus hijos de 11 y 4 años y salieron al exterior del albergue Tres Vías. Reportes del Instituto Geofìsico informaron que a las 22:03 se registró un sismo de 6.1 de magnitud frente a las costas de Jama.

La gente perdió el sueño. Con rapidez se colocaron sus zapatos y salieron. Lo mismo ocurrió en otros sitios de Muisne. Macías dice que descansar es imposible, que cuando logra dormir la despierta la idea de que su mamá de 87 años o sus hijos no logren salir a tiempo.

Lo mismo siente Wilson Risco, que durante el día sale a las destruidas calles para vender sandías y dar una vuelta por su casa ubicada en El Salto.

Cuenta que para evitar robos han organizado grupos para que cuiden las pocas pertenencías que les quedan.

Mientras los voluntarios piden a la gente que se calme, Macías camina de un lado a otro y se pregunta: "¿cuándo va a terminar esto, qué más nos tiene pasar?". Abraza a su hijo mayor y se alejan...

Andrés Tinajero, voluntario, cuenta que la gente también necesita ayuda psicológica. Después de cada réplica las personas recuerdan el terremoto del pasado 16 de abril.

Algunos lloran, otros pierden el sueño.... Aquí la gente se deprime, y eso también afecta su salud, dice Tinajero. (I)