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Se estima que unas 60.000 personas diarias compran en este sector céntrico

La Bahía en Guayaquil declara ventas por alrededor de $ 588 millones anuales (Galería)

En la Bahía hay al menos 5.000 comerciantes, entre formales e informales, que ofrecen diversos productos pasando por zapatos, carteras y electrodomésticos. Hay más de 50 asociaciones en el sitio. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
En la Bahía hay al menos 5.000 comerciantes, entre formales e informales, que ofrecen diversos productos pasando por zapatos, carteras y electrodomésticos. Hay más de 50 asociaciones en el sitio. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
10 de octubre de 2014 - 00:00 - Redacción Economía

Alrededor de 5 décadas le tomó a la Bahía regarse como tinta sobre el mapa urbano de Guayaquil y pasar de 3 cuadras de ocupación, a por lo menos 50, según sus comerciantes más antiguos.   

En los años 60, un grupo de vendedores informales se aglutinaron desde las calles 10 de Agosto hasta Alberto Reyna, cercanas al río Guayas y al Municipio, pues la actividad propia del puerto convertía a esta zona en un imán para el comercio. Entonces los barcos llegaban al malecón y los buses interprovinciales al parque Chile, donde confluían los actores de la economía porteña.

Los letreros de algunas estructuras de hierro donde se levantan pequeños centros comerciales como el ‘Mejía’, en la calle del mismo nombre, paralela al malecón y cruzada por la Villamil, cuentan sobre el origen de este ícono guayaquileño.

Pero estas calles son prácticamente inexistentes para la mirada ordinaria. Están perdidas entre los bloques metálicos de kioscos y en el ir y venir de compradores. Pocos saben que fueron las 3 principales ubicaciones otorgadas por la administración municipal de la época a los fundadores de la meca del regateo en Guayaquil.

“Cuando empezamos no había muchos comerciantes, así que yo instalaba mi puesto a las 07:00 y ya a las 09:00 tenía dinero, la gente compraba bastante porque venía de provincia y en las lanchas de los pueblos”, recuerda Sucre Salazar, uno de los fundadores.

“Un par de zapatos costaba 8 sucres y el cliente venía y decía: deme 4 pares de diferentes colores”, comenta Arturo Balladares.

La informalidad fue desde el inicio la esencia de la Bahía de Guayaquil. El sitio donde se asienta fue por algún tiempo un estacionamiento para carretas y, los locales, caramancheles con garruchas que se desmontaban cerca de las 19:00 y rodaban bulliciosamente por el pavimento.

La práctica comercial era similar. Al cliente  no se le entregaba factura y nadie la exigía. Todavía, según María Belén Zárate, propietaria de un local, “hay que decirle al cliente que no se olvide de llevársela”.

Luis Alfredo Torres, un comerciante de gorras de la calle Villamil y quien llegó a los 12 años, dice sin empacho que mucha de la mercancía procedía del contrabando o de los poquísimos importadores de la época. Esto tuvo 3 efectos: precios bajos, altas ventas y un crecimiento desmedido.

Según un informe del Servicio de Rentas Internas (SRI), el sector comercial declaró ventas por alrededor de $ 588 millones en 2012.

La Bahía no crece más

Si se pudiera hablar  de un tiempo de esplendor, los vendedores más experimentados concuerdan en que serían los 80. Para entonces, el comercio comenzó a desplazar a las familias que vivían en el sector. Edificios y un hotel reconocido pasaron a convertirse en centros comerciales o bodegas.

Venus Castro recordó que su familia fue una de las últimas en abandonar los departamentos de la calle Eloy Alfaro y Av.Olmedo. Fue en 1986, luego de que los comerciantes empezaran a  adquirir muchas de las propiedades.

La Bahía se extendió por el norte hasta Colón, por el sur hasta cerca de Capitán Nájera y por el oeste hasta Chimborazo.

Cecilia Arciniegas, oriunda de Imbabura, llegó por esos tiempos a la ciudad. Actualmente, desde su local ‘Chicas’, distribuye a sus 5 tiendas ubicadas en grandes centros comerciales. “La gente no sabe que lo mismo que tenemos aquí lo vendemos allá”, comenta. Pero toma un zapato y asegura que si cuesta $ 38, “en la Bahía si quiero lo dejo en $30”, y por eso este sitio es una tradición que no muere. Sin embargo, ya no es lo mismo y afirma que sus ventas han bajado en un 40%.

Al igual que los comerciantes consultados, Arciniegas está segura de que la zona no crecerá más y que se reducirá a mediano plazo.

La apertura de centros comerciales, mayores exigencias tributarias, el uso de tarjetas de crédito, la falta de estacionamiento, entre otros, son parte de las razones que plantean los comerciantes.

Fernando Gonzaga, propietario de una distribuidora en el centro comercial ‘Miami’, se queja de que los precios se hayan equiparado con  cualquiera de los de otro almacén. “Una licuadora que hace 2 años costaba $45, ahora está en $ 100”, señala. El deterioro comercial de la zona Gonzaga  se lo atribuye a las dificultades para importar.

En cambio, algo resignado, José Gavilánez, cree que con lo que vende en gorras, un promedio de $ 50 y con una ganancia de $ 10, le queda para vivir el día a día.

Establecer cuánta gente circula por la Bahía puede ser aventurado, pero según la óptica de Fortunato Rodríguez, conserje de un edificio en la calle Villamil, son decenas de miles. Se estima que unas 60.000 personas realizan compras diariamente en la Bahía, aunque esta cifra se quintuplica en fechas como el día de la Madre, Navidad, fin de año y días previos al ingreso a clases.    

En la mañana los locales ya no lucen llenos, y se abren cada vez más tarde para cerrar temprano. El crecimiento de la ciudad tiende a desplazarla, pero no borra de la memoria de sus fundadores esa Bahía de apenas tres cuadras de vendedores.

DATOS

Durante la alcaldía de Assad Bucaram se asignaron 3 calles para la Bahía: Mejía, General Franco y Huayna Cápac, y de allí comenzó a extenderse.

Fueron aproximadamente 80 los vendedores que se agruparon en las calles aledañas al Municipio en los años 60, cuando comercializaban con los barcos que atracaban en los muelles del Malecón.

Propietarios de locales comerciales aseguran que sus ventas han disminuido en al menos un 50%. Para muchos comerciantes las ventas han pasado de un promedio de $ 2.000 en la semana a $ 300.

La creación de centros comerciales en distintas zonas es una de las razones por las que los visitantes de la Bahía son cada vez menos, pues la mayoría tiene otras opciones con mayor comodidad.  

También el uso de tarjetas de crédito y de planes a crédito hace que los ciudadanos adquieran otra cultura de consumo.

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