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El proyecto juvenil de Sangolquí, la base del líder Independiente

El proyecto juvenil de Sangolquí, la base del líder Independiente
22 de abril de 2012 - 00:00

Los primeros rayos solares resplandecen sobre el césped de las siete canchas con las que cuenta el Centro de Alto Rendimiento de Independiente José Terán, en el Valle de los Chillos.

Son las 07:15 del viernes y los muchachos  de entre 10 y 16 años saltan presurosos de sus camas literas apenas escuchan la alerta de ir a desayunar. Dejan el calor de una reluciente cobija azul en la que resalta el logo del plantel y la leyenda: “El futuro campeón del Ecuador” para encaminarse hacia las duchas e iniciar el día.

Tras el breve baño, se visten para acudir al comedor, donde les espera un jugo de tomate, pan, queso, huevos y café con leche o con agua, según sus gustos.

Ya recargadas sus energías con la ingesta de las calorías necesarias retornan a sus habitaciones. Mientras unos alistan sus uniformes de entrenamiento para cumplir la jornada futbolística, otros lavan su vestuario. 

Andrew Muñoz, guayaquileño de 12 años, es uno de los que prefiere la segunda tarea, mientras aguarda la hora de sus clases. Está en octavo año de básica.

Lleva dos meses en la concentración y confiesa con resignación que su mayor nostalgia es no tener cerca a su madre Gabriela, quien reside en el Puerto Principal. Solo la ha visto una vez desde que llegó con su pequeña maleta a Sangolquí.       

“Aún no he tenido posibilidad de salir para visitarla. Tampoco ella ha podido venir acá”, afirma. Es reservado, pero mientras refriega con el cepillo la bermuda recuerda sus primeros pasos en el balompié: “Soy volante derecho, me inicié en la escuela Metropolitana de Guayaquil y desde ahí me trajeron para acá”.

22-4-12-independiente-valle-infoMuñoz luce una camiseta del Barcelona, que le regalaron en su ciudad natal y no niega que su primera afición infantil fue ese club, pero hoy se confiesa como seguidor del plantel “negriazul”. “Aquí estoy muy feliz porque tengo todo lo que necesito, aunque extraño a mi familia. Ese es de cierto modo el precio que tengo que pagar por buscar un futuro mejor”.

Esa melancolía se repite en todos los prospectos que llegan a la edificación de dos pisos, con alrededor de 10 habitaciones. En cada una se alojan entre ocho y diez jugadores que deben acostumbrarse a las reglas de su nuevo y provisional hogar.  

Limpiar la habitación por turnos, respetar el espacio y las cosas personales de cada compañero son parte de las enseñanzas que los tutores Juan Feligra (Sub 16 y Sub 18) y José Yánez (Sub 12 y 14) imparten. “La misión de uno es guiarlos y disciplinarlos como si fuesen nuestros hijos. A veces es complicado, pero se consigue”, refiere Feligra.    

Combatir la añoranza por los seres queridos se convierte en el mayor desafío que los chiquillos deben superar cuando pisan por primera vez las instalaciones.

Por eso, el trabajo que cumple el psicólogo Víctor Guamán es clave en la adaptación. El profesional labora 8 horas diarias para lograr familiarizarse con los infantes. 

Con juegos, charlas y videos intenta acercarse a ellos para así conocer sus vidas. “Al principio fue muy difícil, porque algunos  chicos provienen de hogares desorganizados y tienen mucha carencia afectiva. Se encierran en sus mundos y ponen barreras. Hoy he logrado que se acerquen más a mí y me tengan confianza”, apunta Guamán.  

La formación de los pequeños es integral, por ello  incluye la enseñanza académica y también de valores. “Acá es comenzar de cero. Desde enseñarles a leer y escribir hasta formarles buenos hábitos”, relata el tutor José Yánez.

Gracias a un convenio que firmaron con la Unidad Educativa “15 de Noviembre” los menores pueden completar la enseñanza educativa desde el séptimo año de básica hasta el bachillerato.      

Todos los días y en distintos horarios, según el espacio que les quede entre los entrenamientos, los jugadores reciben seis materias: Matemáticas, Lenguaje, Estudios Sociales, Ciencias Naturales, Computación e Inglés.

Nunca se envían tareas a los muchachos. “Es demasiado para ellos cumplir deberes fuera de las horas de estudio, porque debido a su profesión necesitan mayor período de descanso”, indica la profesora Adriana Espín.

La única especialidad que al momento manejan es el bachillerato en Ciencias Sociales. “Nuestro interés es que los chicos que acá lleguen formen su personalidad. Y si no se quedan, al menos tengan una alternativa para el futuro”, acota Roberto Arroyo, coordinador de las formativas.

La mayoría (70%) de los 125 niños que actualmente viven en Chillo Jijón proviene del Litoral. Guayaquil y Esmeraldas, donde Independiente tiene varios reclutadores que los ayudan, son las ciudades que más aportan. 

Hasta el año anterior trabajaron de forma directa con Marcos Zambrano, a través del Norteamérica, equipo de la segunda categoría de Guayas. Hoy el acuerdo es con Diego Luna, la Universidad Metropolitana y el club Fedeguayas.

Al momento existe la idea de extender  este proyecto a otras provincias a manera de franquicias, pero eso aún está en estudio. Los niños que llegan deben pasar un período de prueba de alrededor de 3 meses para demostrar que sus condiciones superan las de quienes ya son parte del plantel en las diferentes categorías.  

Incluso, los que ya integran el equipo, cuando llegan a los 18 años pueden terminar abandonando la institución, si el rendimiento no es el esperado. “Hay elementos que llegan a un buen nivel, pero no alcanzan a superar lo que ya se tiene aquí, entonces se los deja ir sin problema para que busquen en otro club la alternativa de continuar”.

Por año, en cada jugador de las formativas Independiente invierte alrededor de 6 mil dólares, desglosados entre  alojamiento, alimentación, vitaminas y vestimenta. El proyecto tiene un costo aproximado de 600 mil dólares anuales que constituye el 30% del presupuesto general.

En cada categoría hay bonos económicos que van desde los 20 dólares. Esa ayuda sirve para que los chicos financien sus pasajes cuando visitan a sus familiares o lo empleen en alguna golosina.

Identidad en el Valle 

El crecimiento económico y poblacional del Valle de los Chillos, al extremo sur de Quito, y la ausencia de un equipo de fútbol representativo en el sector fueron las razones que llevaron a un grupo de empresarios, presididos por Michell Deller, a adquirir el equipo.

En el 2007 se hicieron cargo de la administración del José Terán  en segunda categoría de Pichincha. Después llegó el ascenso a la “B”, y a finales del 2009 con el campeonato local llegaron a la “A”.  Desde 2010 militan en esta división y en un inicio pelearon solo por mantener la categoría, pero  hoy buscan consolidarse y clasificar a un torneo internacional.

Son alrededor de 12 hectáreas, en el sector de la Balvina, las que sirven para que el actual puntero del certamen ecuatoriano desarrolle su proyecto de formación de jóvenes promesas que nutran al plantel de primera división.

La dirigencia “negriazul” es consciente de que  el interés por el club creció, pero aún falta consolidarlo. Al momento mantiene un promedio de 1.200 hinchas en partidos de “poco interés”, que es el doble del que tenían en 2011.  

Por eso hoy la taquilla representa el 15% de los 2 millones de dólares de presupuesto completo que genera todo el plantel.

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