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Los Chivox generan muestra ficticia y paralela a la Bienal

David Orbea (izquierda), Giovanni Roggiero, Leo Moyano, Tyrone Luna y Juan Carlos Vargas.
David Orbea (izquierda), Giovanni Roggiero, Leo Moyano, Tyrone Luna y Juan Carlos Vargas.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
09 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

A las cuatro de la mañana del anterior jueves 24 de noviembre, a pocas horas de inaugurarse la XIII edición de la Bienal de Cuenca, Los Chivox llegaron a la ciudad para empapelar sus paredes con un afiche de papel maché serigrafiado que llevaba como título ‘El Turi’ y un pingullo dibujado sobre la leyenda: ‘Gestión Cultural de Xavier Patiño’.

El cartel decía que se trataba de una muestra paralela y ‘no oficial’ a la Bienal, y que su inauguración se realizaría un día después de la ceremonia, en  una librería que –irónicamente– se llama Contemporánea,   en la que no cabe espacio para nada más que no sean libros.

Tras llenar la cartelera de la parada de bus de la Universidad de Cuenca llegó un guardia de seguridad y volvió a vaciar la pared. Avanzaron al pie del río Tomebamba, giraron a la izquierda y llegaron al colegio Benigno Malo, una de las sedes de la Bienal. Cuando terminaron de pegar los afiches que uno de ellos ocultaba bajo la chompa, volviéndolo un sujeto de grandes dimensiones, dos policías se acercaron y les pidieron su identificación. “No tenemos, somos artistas. Venimos por la Bienal”, les dijeron. “Sigan nomás”, les respondieron los uniformados.

“Si los detenían, ¿quién los sacaba de la cárcel?”, les preguntaron en uno de los diálogos paralelos a la Bienal, dentro de la organización de Cuarto Aparte, otro encuentro adyacente. “Deberíamos crear redes para quienes hacemos intervenciones en el espacio público”, acordaron por experiencias como las del colectivo Pacha Queer, cuyos integrantes (Madame Coca y Madame Mota) fueron detenidos en la Plaza de Armas del Cusco por ocupar el espacio público.

Al día siguiente recorrieron los encuentros, las inauguraciones en las distintas sedes de la Bienal y repartieron afiches. “Guárdelo, que esta es la obra”, le dijeron a la galerista Madelleine Hollander. “¿Dónde van a exponer si no hay espacio?”, les cuestionó un artista. “Vayan, que va a haber harto trago”, insistían Los Chivox. A Pablo León de la Barra,  curador del Museo Guggenheim para América Latina, le entregaron el afiche. Él lo guardó y dijo que iría.

El sábado 26, a las 9 de la noche, la Librería Contemporánea estaba cerrada. En la puerta enrollable de metal solo se podía leer la leyenda ‘El Turi’. En esta, un niño pastor de una parroquia cercana a Cuenca, desde cuyo balcón se puede ver la ciudad, se encontró en la colina con otro niño vestido de cañarejo. Se dedicaron a jugar juntos y olvidaron cuidar el rebaño. En horas de la tarde, el pastorcillo se dio cuenta de que había perdido a sus ovejas. El cañarejito, para ayudarlo, tocó su pingullo y logró reunir al rebaño.

Los dos niños jugaron por las tardes durante algún tiempo, hasta que cierto día, en diciembre, el cañarejito le dijo al pastor que él era el Niño Dios y que se había aparecido para que le rindieran culto en la colina de El Turi.      

Uno de los invitados a la muestra llegó y arrancó el cartel de coraje. Ellos, que desde en frente registraban la recepción de su convocatoria ficticia, volvieron a pegarlo. El invitado regresó y lo volvió a arrancar. “Dañó la obra”, dijeron ellos. Entonces llegó De la Barra, sacó de su abrigo el afiche, lo pegó con la goma que quedaba en él sobre la puerta metálica y escribió “¡Aquí estuvimos, juventud revolucionaria!”. La obra siguió su diálogo y otros de los asistentes firmaron con signos de interrogación o su simple firma.

Los Chivox empapelaron Cuenca y cuestionaron el sentido de una muestra como la Bienal, que tiene que hacerse “porque todo el mundo llega a la Bienal, debe tener algo, aunque sea fuera de la muestra oficial; ‘Turi’ juega con la leyenda y con esta idea tan guayaca de decir ‘turi’ a los turistas, porque a eso se va a la Bienal en el medio”, dice David Orbea, uno de los integrantes del grupo.

“El Turi ha tocado su pingullo y los ‘turis’ (...), cual rebaño, han respondido a su melodioso llamado”, dice el texto de registro en su portal digital. Orbea agrega que “la gente está acostumbrada a ir a las muestras  sin cuestionarse demasiado de lo que se trata y el sentido que tiene en la ciudad”. Para Tyrone Luna se trataba de “ser visible, activando la calle como escenario. ¿Cuál era la exposición?, los artistas buscando una exposición y nosotros desde arriba mirando todo. Hubo gente que se enojó y otra que se puso de buen ánimo”.

Los Chivox utilizan el mismo recurso que sus antecesores, La Artefactoría, cuando en la primera Bienal de Cuenca, realizada en 1987, repartieron tarjetas con las leyendas ‘El arte no es moda’ o ‘El arte no es pintura’. Esta vez su acción va en contra de lo que piensan como novelería y aseguran que la “revolución (de arte contemporáneo) será instagrameada”. (I)

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