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El Telégrafo
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Las pícaras canoas

Las pícaras canoas
08 de febrero de 2013 - 00:00

La Fundación Museos de la Ciudad organiza entre 2011 y 2012 una exposición hito de Amaru Cholango, Amaneció en medio de la noche, que tuvo una evaluación positiva a nivel educativo y de públicos. La muestra tiene un doble objetivo: dar a conocer la obra completa de Cholango en Ecuador y hacerlo tomando el reto de que se integre al edificio del Museo de la Ciudad, Antiguo Hospital San Juan de Dios, evocando la dualidad entre la vida y la muerte, cuerpo y espiritualidad, presente tanto en la historia del hospital devenido en museo como en la obra de Amaru Cholango. Este reto curatorial y museográfico se logra, abriendo un espacio expositivo y educativo complejo y significativo (resultados en www.museociudadquito.gob.ec). Una parte de la exposición se instala en el Centro de Arte Contemporáneo.

Una polémica surge en la actualidad, casi un año después de terminada la exposición, por la propiedad de unas canoas que fueron parte de la instalación “Las carabelas de Colón aún navegan en al tierra”, misma que consistía en 20 canoas instaladas en el patio descubierto del CAC que contenían aceite quemado en su interior, produciendo una especie de espejo negro para quien se aproximaba a ellas. La obra daba cuenta de forma muy potente de, al menos, dos temas: la preocupación de Amaru por la problemática colonialista, actualmente de signo extractivista, en su dimensión ecológica y de dependencia económica y, a la vez, la instalación hacía referencia a sus obras más significativas presentadas en los años noventa en la Casa de la Cultura y en la IV Bienal de Cuenca.

La obra se produjo bajo ciertos condicionantes ambientales y de seguridad, a los que el artista y la institución se acogían: el desecho inmediato de las canoas como material peligroso, su aislamiento e incineración. Diez canoas aportó el artista, diez canoas grandes compró la institución. Menos de un mes estuvo la obra instalada cuando empezó a generar problemas ambientales y de salud de visitantes y personal de la institución. Fue retirada y colocada en un patio aislado. El artista había sido autorizado a llevarse las canoas que había aportado con la debida entrega-recepción pero no lo hizo.

Debía contratarse una incineración técnica cosa que la institución no hizo. Meses de agua, sol y lluvia pasaron por ellas como por otros desechos de ese patio. Cuando se pretendía hacerlo, fue cuando ese que había sido patio trasero fue abierto a la participación comunitaria, proceso de relacionamiento con vecinos del sector, que el CAC inició como su primera prioridad cuando fue asumido por la fundación en 2011. Ese patio se abrió y existe actualmente como tal. Esas comunidades que cogestionan el patio en donde funciona ahora un huerto comunitario llevado adelante por las Mujeres Emprendedoras de San Juan Barrio América, un espacio de entrenamiento de parkour gestionado por quince jóvenes, quienes construyeron junto a artistas y personal del museo el patio de manera colaborativa, eliminando la malla que lo aislaba y recreando zonas adaptadas a las necesidades de la comunidad, hicieron reiteradas solicitudes de uso de las canoas grandes que se encontraban en el patio mientras las pequeñas se embodegaron.

Una autorización de la Secretaria de Ambiente que certificaba que las canoas se habían limpiado en medida suficiente para ser usadas como maceteros decorativos en el patio permitió que la institución acceda al pedido. Las demás canoas permanecieron embodegadas o arrumadas en el patio, entre otros materiales de residuo museográfico que van cobrando sentido en los consecutivos programas de reciclaje comunitario que el CAC ha emprendido durante 2012. Ese patio, nombrado por sus vecinos como “La Pícara Juana” (la pícara que convoca a los sanjuaneños a bajar al CAC), es un espacio emblemático de un proceso comunitario. No es un ejemplo de buenas prácticas, es un proceso que se transforma permanentemente y que nos hace saber que quienes pueden pronunciarse como ciudadanos frente a este debate son las mismas comunidades ligadas a este proceso. Nosotros desde lo público creamos las condiciones para esa participación, para el desarrollo de propuestas de cogestión, para la democratización ya no del acceso sino precisamente de la participación.

Quiero abonar brevemente al debate de las políticas culturales ecuatorianas con tres temas fundamentales que este caso devela:

- El rol del artista como agente crítico en una sociedad poscolonial, que deja sin sentido al artista modernista, o sea el autor genial.

- El rol del estado como creador de condiciones para la construcción de lo común. [lo común: espacio de construcción de sentido que desborda lo público y lo privado (lo público: lo que garantiza las condiciones de posibilidad de lo común, y lo privado: espectro que dominó la definición de los derechos individuales como derechos de propiedad)].

-Los procesos comunitarios como el otro de las políticas culturales conservadoras, como lo que deja sin sentido a las lógicas de instrumentalización de la identidad multicultural y del arte modernista, y abre la puerta a la diversidad y la participación como conceptos indispensables de la política cultural y de la necesaria conflictividad asociada al ámbito de la cultura, que es la que permite la reconstrucción del tejido social y la organizatividad.

Este debate es un aporte importante a la gestión y una posibilidad de autoreflexión necesaria desde las instituciones que tenemos este compromiso. El debate sigue abierto.

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