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Derivas o la necesidad de volver a ser caminantes

Un visitante de la muestra Derivas, en Galería + Arte, observa las obras del artista Fabiano Kueva.
Un visitante de la muestra Derivas, en Galería + Arte, observa las obras del artista Fabiano Kueva.
Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
22 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El Museo Nómada desarrolla las mismas actividades de cualquier otro museo, pero de manera simplificada. No poseen una zona física estable, no tienen paredes, “pero sí mucho piso”, como ha señalado una de sus cofundadoras, la artista Rosa Jijón, quien junto con la curadora Anamaría Garzón y el urbanista Jaime Izurieta, crearon esta institución que se ensambla a partir de la experticia de cada uno de ellos.

“Nos convertimos en seres nómadas, en sujetos errantes, moviéndonos en distintos lugares, dependiendo de las necesidades de nuestros proyectos”, comenta Anamaría, la curadora de Derivas, un experimento cartográfico que es la primera muestra del Museo Nómada.

Los artistas que participan en la exposición son: Santiago del Hierro, con la obra ‘Arquitecto de abril’; Roberto Vega, con ‘Grietas’; Fabiano Kueva, con ‘Vivienda progresiva’ y ‘Hacia un mapa marica 1985-1992’; La Suerte (Sofía Acosta), con ‘Cacañan (un camino de mierda)’; Pamela Cevallos, con ‘Silencio’; Pablo Andino, con ‘Proyecto lenguaje’; y Wendy Ribadeneira.

Esta muestra se inauguró el anterior martes y, siguiendo su recorrido nómada y fugaz, estará abierta solo hasta hoy en la Galería + Arte. “Fue intencional que Derivas coincidiera con el Hábitat III, porque nos parecía que dentro de tanto discurso oficial había un algo que faltaba y era pensar en cómo habitamos la ciudad los de a pie”, reflexiona su curadora.

Esta primera exhibición refleja el espíritu lúdico del Museo Nómada. La selección de los participantes fue ‘arbitraria y cariñosa’. Lo único que se les propuso fue que salieran a caminar por la ciudad y que, de sus recorridos, volvieran con obras bidimensionales, que midan 90x60 cm. Sin embargo, algunos de los participantes trajeron algo adicional de sus caminatas, como los materiales con los que trabajaron.

Las siete obras que se presentan tienen conexiones personales. Se trata de mapas que parten de los afectos y todas plantean la posibilidad de volver a ser caminantes. El montaje fue realizado junto con Wendy Ribadeneira y cada pieza carece de información recargada (cédulas) de la obra o del artista.

El recorrido por la exposición es, en sí, una deriva, un encuentro fortuito con experiencias que, aparentemente, son ajenas.

Fabiano Kueva, quien un día antes de la apertura de Derivas aún hacía arreglos a su obra, dice que las condiciones de trabajo con el equipo han sido felices y flexibles: “La figura de comisión en los museos ecuatorianos no existe. Y que el Museo Nómada te comisione algo es bueno. Lo interesante de estos proyectos deslocalizados, parásitos o como quieran llamarlos es ver su capacidad de tomar cuerpo”.

Kueva presenta un fragmento de un proyecto mayor relacionado a la vivienda popular.  En ‘Vivienda progresiva’, el artista registra fotográficamente los espacios habitacionales del sector de Solanda, sur de Quito. “El concepto de este tipo de viviendas, que viene desde la Guerra Fría,  es crear espacios grandes que tienen una fuerte carga de disciplina y de control del Estado”.

En las imágenes se observan bloques de viviendas que, pese a sus variados colores y sus fachadas desiguales, parecen cajas de cemento uniformes. Otro proyecto que Kueva expone es ‘Hacia un mapa marica 1985-1992’, en el que registra un recorrido anónimo que hace junto con una amiga trans de los espacios que solían ser frecuentados por las diversidades sexuales y de género.

En ‘Arquitecto de abril’, Santiago del Hierro coloca sobre una foto de Chamanga (una de las zonas destruidas por el terremoto del 16 de abril) un mapa de la Floresta, que es donde vive actualmente. El gesto de esta acción es imaginar los espacios que habita cotidianamente frente a la ausencia de aquellos en los que alguna vez estuvo.

Roberto Vega, en ‘Grietas’, expone las roturas de la ciudad que habitó como una representación de sus fisuras personales. La pared agrietada se convierte en una extensión de las cicatrices de su piel. Así como se transforma la ciudad, también ocurre con el cuerpo individual.

Sofía Acosta presenta en ‘Cacañan (un camino de mierda)’  los registros  de un recorrido político que hizo desde el río Machángara hasta la Galería+Arte, para mostrar las diferentes formas en que la ‘mierda’ habita la ciudad.

En ‘Silencio’, Pamela Cevallos va a la Casa de la Cultura Ecuatoriana para dialogar con el discurso aún vigente de la performance que Pablo Barriga hizo allí en 1993.

Pablo Andino, en ‘Proyecto lenguaje’, recorre el barrio Puertas del Sol desde Plastiflan (industria de plásticos) hasta la cancha barrial masticando un chicle. En ese acto va apropiándose de los matices de la ciudad, para luego escupirlos. Wendy Ribadeneira, finalmente, recupera el valor fragmentario de la ciudad; la asume como algo incompleto, inacabado, ausente.

Hoy, desde las 11:30, el Departamento Educativo del Museo Nómada hará visitas guiadas y derivas inspiradas en las obras de los artistas. A las 17:00 habrá un conversatorio sobre la exhibición y los planes del Museo. (I)

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