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Y para qué sirve la crónica...

Y para qué sirve la crónica...
03 de mayo de 2013 - 00:00

3-5-13-aficheBogotá, Colombia.-  Dieciséis periodistas hablan sobre la crónica. Desde sus orígenes en Argentina, hasta  los elementos que la componen. Los cronistas confiesan su  frustración ante la censura, el fenómeno actual del tabloidismo, la modernidad como enemiga del género, la complejidad de hacerse entender, la capacidad de captar la realidad a través de un “tercer ojo”, y plasmar la investigación recordando cada detalle, sin perder el estilo y manteniendo al margen a la ficción.

Héctor Feliciano: La crónica de hoy tiene sus orígenes en Argentina y en los Estados Unidos; su iniciador en Argentina es Rodolfo Walsh, seguido por Tomás Eloy Martínez y apoyado por una generación más tarde que incluirá a Martín Caparrós. Él logra llenar la ausencia de la crónica de viajes en español.

Me parece que hay pequeños elementos esenciales, los cuales definen la crónica de hoy: El tiempo define a la crónica; el tiempo se transformará en espacio. Siempre ha de hacerse investigación o reportería. La subjetividad debe ser explícita, llámesele punto de vista o testimonio. Debe mantener la ambición, y un objetivo amplio, exhaustivo o tácito. Debe tratar del mundo real o del mundo real de la mente.

¿Cuando se edita un artículo no se pierde parte de la historia, parte de la memoria de un lugar?
Jon Lee Anderson: Si el artículo es editado por manos ajenas y dejan parte en el suelo, eso duele, uno tiene que empujar; no todos tenemos la misma suerte y a veces debemos atravesar un tiempo en nuestras carreras  hasta que estamos con una voz que, por estar en un buen medio, es más escuchada y leída que antes. Pasé por una época en que me sentí muy frustrado, mis artículos no se publicaban, realidades muy sentidas por mí no vieron la luz del día y por muchos motivos, razones políticas que son las más amargas, decisiones de editores con otra noción política, quienes quieren obviar la realidad, reconstruirla y analizarla a su manera; eso es lo más frustrante; se debe de luchar para no convertirse en  amargado y buscar la forma de tener un propio portal.

¿Cuál es la falla que usted ve en el periodismo mundial ahora?  
Lee Anderson: La tendencia al tabloidismo, al amarillismo, al morbo al querer saber intimidades; estamos llenos de cachivaches informativos que no se necesitan, eso es un planteamiento que más y más gente se está haciendo, así que eventualmente llegaremos a alguna revelación o un rechazo. Si no, terminaremos como el circo romano.   

¿Qué vendría a ser lo que llaman literatura periodística?
Germán Castro Caycedo: No, se llama “Narrativa de no ficción”; periodismo literario no hay, por lo menos en nuestro país (Colombia). Al “Periodismo literario” se refieren los estadounidenses allá en su país. Lo nuestro es la crónica, la crónica nació con los cronistas de indias que vinieron con los conquistadores y ha ido evolucionando. Colombia es uno de los países de América que mejor ha hecho la crónica.

¿Cómo hacer para que las nuevas generaciones de periodistas sientan el peso de su profesión?
Castro Caycedo: El peso llevado en los hombros por el periodista es el de hacerse entender, el de llegar a la gente con estética.

¿Qué hace a un cronista ser especial?
Germán Santamaría: Lo hacen dos características. Primero, tener un tercer ojo: una persona que es capaz de ver la realidad en un hecho, un acontecimiento, en un personaje, cosas, expresiones, características que otras no ven e inclusive que los periodistas no observan. Una sensibilidad especial de ese tercer ojo para ver más allá de lo visible, lo que está oculto, lo que se acierta muy subjetivo, muy sutil, lo no visible de manera elemental. Segundo, la manera de narrar. El cronista tiene un estilo, una estructura idiomática en el manejo del lenguaje que lo hace diferente. Si tiene un estilo literario de narrar, de contar el hecho diferente, más un tercer ojo, eso lo hace especial.

¿Qué es ser cronista?
Santamaría: Es una persona enamorada a veces de las causas perdidas ¿En qué medida? Un buen cronista a veces se enamora de los perdedores, de los derrotados, de los que no tienen voz, de los anónimos, porque ahí están los personajes. Un periodista va detrás del presidente, del ministro, del general, en busca de lo que dijo, lo que informó, donde viajó. Un buen cronista va en busca de los que no son famosos, los cosecheros, los ambulantes, las prostitutas, los atracadores, los obreros, la gente buena o mala con una vida, con una historia; y a veces gente derrotada, gente perdida, gente sin voz; o también personajes conocidos, pero de ellos contar la parte secreta, lo que no quieren contar, porque el periodista normal cuenta lo que el personaje quiere, lo que le interesa que se conozca, el cronista hace lo contrario.

¿Hay diferencias en la cocina de la crónica periodística, a partir de las herramientas tecnológicas en comparación con el pasado?
Germán Pinzón: En mi época los reporteros no tenían grabadoras, íbamos con una libreta de apuntes lo cual nos obligaba a tener una excelente memoria; en mi caso particular tomaba las frases características, los énfasis de su estilo y lo que me parecía eran los eslabones vertebrales de su exposición y después reconstruía; entonces mi tarea era, en todos los casos, fuese un presidente de la República o un preso en la cárcel, establecer la verdad acerca de su condición humana, de sus valores, sus móviles, metas, y entrar lo más profundamente posible en su felicidad o su desdicha con un gran respeto por los acontecimientos fatales y curiosos que puedan afectar la vida de un ser humano. Yo intentaba comprender la vida de ese personaje y no solo informar al público. No “que alguien mató”, sino el ¿por qué?, ¿en qué condiciones? No se trata de que el público se convierta en un tribunal, pero sí  de que éste sea sensible y  entienda “los motivos del lobo”, como decía San Francisco de Asís.

¿La falta de reflexión generada desde los medios niega la realidad?  
Pinzón: No creo que sea falta de reflexión, de hecho creo que lo hacen calculadamente porque tratan de desinformar. Dice en alguna parte Theodor W. Adorno: lo grave no es lo que se vocifera, sino lo  que se oculta.

Contar la enormidad de lo que ignoramos

Martín Caparrós: Las crónicas en general se escriben con la forma que hace más o menos cincuenta años quedó definida como “Nuevo periodismo” y que tuvo que ver con lo que dicen los manuales, con un procedimiento que consistía en apropiarse de formas de relato de la ficción en general, ficciones consideradas menores de género como el policial, la novela social americana, para usar esas formas narrativas en el relato de la “No ficción”; esta es la operación que fundó el nuevo periodismo, pero en cuanto a lo básico de la forma era ese procedimiento, ir a buscar en ciertas formas literarias los mecanismos para contar la no ficción.

Hace tiempo empecé a pensar o a preguntarme por qué se había anquilosado  ese procedimiento, porque del resultado de aquel procedimiento había surgido una especie de modelo cristalizado sobre el cual no volvíamos y si no valdría la pena dentro de la medida de nuestras posibilidades tratar de reutilizar el método,  volver a salir a buscar dentro de la enorme panoplia de formas posibles que la literatura ofrece nuevas maneras de seguir contando la “no ficción”, retomando ya no el resultado del procedimiento, sino el procedimiento mismo.

¿Cuando un cronista ficciona en una crónica como herramienta retórica está faltando a la ética?
Javier Darío Restrepo: Sobre todo está siendo infiel a la realidad, está jugándole sucio; es comprobado que la realidad es mucho más original que la ficción, entonces (variarla) es pretender ser más original que la misma realidad y luego es jugarle sucio al lector, porque el leyente no distinguirá dónde comienza la ficción y  dónde la realidad.

El lector tiene un pacto implícito con el periodista: “Usted me cuenta lo que sucedió y yo le creo” es el gran ideal de uno como periodista y al hacer uno crónica no abandona ese ideal, quiere que le crean, pero dejan de creerle en el momento en que se incorporan elementos puramente subjetivos en una realidad. Leí alguna vez de Arturo Pérez-Reverte algo interesante: “Si un novelista en un determinado momento aparece periodista es un pésimo novelista; y si un periodista llega a dar la apariencia de que está haciendo novela es un pésimo periodista”, cada uno dentro de su oficio y fiel a él.

Si el cronista es un testigo, ¿puede ficcionar su historia si los hechos se dan?
Restrepo: Pero en ese caso que no haga crónica ni escriba en un periódico sino que anticipe al lector que va a hacer ficción, porque todas esas realidades solo las puede explicar con elementos de invención, que es la explicación que tiene la utilización de la fantasía para recrear hechos históricos, que son hechos tan complejos o que se cree solo pueden ser percibidos de una manera viva por el lector; si se los presenta como ilusión entonces la realidad histórica pierde. Utilizar la invención es como echarle agua al vino, lo que quiere decir rebajar la calidad.

Lo ético y lo técnico están  fundidos en periodismo. La técnica dice: “Lo que es historia es historia y lo que es ficción es ficción y no se deben combinar, porque en el momento en que a la historia se le introduce la ficción deja de ser historia”. La ética dice: “Tienes que ser leal con tus lectores y por consiguiente no los puedes engañar”.

¿Cómo distinguir una buena historia de una bien escrita?
Mauricio Vargas: Tener una buena historia es apenas el principio de escribir una buena historia. Es más probable que alguien escriba una magnífica crónica que tener garantizado lo contrario. El que sabe escribir una sobresaliente reseña logra hacerlo sobre una mosca que vuela y se estrella contra el vidrio de una ventana; si es un buen escritor puede escribir un excepcional relato con eso. Si es un mal escritor puede tener la crónica de su vida, puede estar ante la existencia de Jesucristo y la deja pasar o la desperdicia porque, en últimas, lo que el escritor debe entender es que su papel no es el de un simple narrador, es inevitablemente la persona que tiene la responsabilidad de ser el primer intérprete de la historia, de alguna manera el primero que la modifica y cuando digo modifica no me refiero a mentir, ni a torcer los hechos, sino a darle una primera forma que pasa de la realidad a la narración.

¿Qué facultades ha apreciado usted en los buenos cronistas?
Daniel Samper Ospina: Que tienen voz propia, altura intelectual, conciencia literaria, pero a la vez ponen todo eso al servicio de la información de una historia.

¿Qué es el periodismo Gonzo?
Samper: El de suplantación; aquel en el que el periodista decide que parte de su reportería es padecer o vivir en carne propia el mundo del que quiere hablar.

¿Qué es un cronista sin imaginación?
Juanita León: Depende de lo que quieras decir con imaginación. Un cronista no tiene que inventarse nada y por lo tanto no necesita imaginación en el sentido de crear un mundo aparte. Pero si carece de imaginación literaria, no sabe dónde mirar y dónde encontrar los detalles que revelan las verdaderas historias, no podrá hacer mucho.

¿Cómo contribuye la crónica a la recuperación de la memoria histórica de país?
León: Los cronistas retratan lo que sucede en un momento determinado de la historia. Eso le permite a la gente entender en qué país vive. En una guerra les permite a las víctimas narrar su sufrimiento, estar seguras de que no caerá del todo en el olvido. Para los victimarios es a veces el único castigo. Aunque también a través de las crónicas uno entiende que las cosas siempre están llenas de matices. Eso es bueno porque evita soluciones simples y que no sirven para nada.

¿Qué cambios  importan para la crónica desde el reportero?
Alberto Salcedo Ramos: El cronista debe ampliar la agenda del periodismo; los medios nuestros tienen una agenda que se limita a la guerra, al conflicto, a la farándula y al deporte, pero digamos la cultura popular, la vida común y corriente de las personas desconocidas, la vida de la periferia, la vida en nuestros ríos, nuestros mares, nuestros valles, la vida de la gente que solo respira, que no hace cosas heroicas, ni extraordinarias, esa vida no nos las están contando. Entonces el cronista debe procurar contribuir a ampliar la agenda de los medios, a volverla más abierta, más humana.

*¿Qué hace que el cronista incurra en esos errores?
Salcedo Ramos: Una visión equivocada de los editores, que de pronto creen que la guerra es un  tema más vendedor que los otros. Uno ve un noticiero y es patético, empiezan con noticias de masacres, después pasan a los goles y terminan con mujeres semidesnudas sentadas en un sofá contando chismes de farándula, creyendo erróneamente que esa cursilería es el contrapeso de lo fúnebre, es decir; como al principio te di mucha muerte y mucha masacre, entonces ahora te voy a poner algo amable, pero yo no veo que la farándula sea el contrapeso de la muerte, el contrapeso de la muerte es la vida, y la expresiones de vida hay que buscarlas de otra forma, me parece a mí. La farándula es un aspecto más pero no debería tener la preponderancia que tiene hoy en día, es algo terrible, es brutal. Creyendo que eso garantiza un final feliz...

¿Cuál cree usted que es el enemigo de la crónica?
Ramón Jimeno: El enemigo de la crónica es la modernidad; va asociada a escasez de tiempo y a un hábito que se está desarrollando en la nueva industria del entretenimiento en las nuevas generaciones que es el  de consumir cosas muy rápidas y ligeras; se ha vendido la falsa idea de que la gente en la sociedad  moderna no tiene tiempo para leer un periódico, un buen artículo, un buen libro, una buena crónica. Y se ve obligada a mirar noticias en quince minutos. Eso es una trampa para el ser humano, porque el ser humano necesita comer despacio, la comida rápida es para cuando uno tiene afán (apuro), pero no todos los días se puede estar comiendo fast food. También existe el arte basura, pero el individuo debería ir a una galería, a un museo, se tiene que conocer a los grandes pintores, hay que leer noticias rápidas, pero, también hay que leer crónica. La crónica es enemiga de la industria de los medios masivos de comunicación que necesita cosas muy baratas, rápidas y desechables; una buena crónica requiere buena investigación, un trabajo de campo, extenso, calmado, requiere una persona preparada con muchos conocimientos, habilidades para conocer personas y saber tratarlas e implica habilidades para escribir; entonces una buena crónica se demora un mes, dos meses, seis meses y ¿cuánto vale eso? No hay ningún medio.
Como resultado contratan a un muchacho de dieciocho años para que haga una nota de treinta segundos y eso lo pasan como crónica: ese es el enemigo. No es la inmediatez, sino la estupidez de los dueños de la industria del periodismo mundial que necesitan una utilidad grande, rápida y con baja inversión.

¿Cuál es la meta de la crónica?
Maryluz Vallejo: La esencia de la crónica está en el factor humano, en cómo se explora la condición humana, es un género muy literario; pero no puede dominarlo solo el cronista, no puede convertirse en protagonista; son detestables las crónicas donde el cronista está todo el tiempo robándose el show; a menos que se justifique, por ejemplo: cuando es una odisea llegar a determinado sitio, guardando una voz discreta.

¿Existe la teoría de la crónica?
Vallejo: No es mucha, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano ha hecho  aportes sobre el tema; los prólogos de los libros de Daniel Samper, también dependen de quién dicte las clases porque los ejemplos son muchos, son inagotables, por ejemplo: en Internet se tiene la posibilidad de ver revistas de afuera, como se hace en México, Argentina; las ediciones sacadas por Gatopardo, sobre lo mejor de la crónica, lo mismo las publicaciones de la Fundación Nuevo Periodismo: “Lo mejor de la crónica en América Latina”, algo inagotable. Ahora más que nunca hay muchos más recursos para entender la crónica.

¿Podríamos afirmar que no hay ni buenos ni malos temas sino buenos o malos cronistas?
Eduardo Arias: Totalmente cierto. Una de las peores perversidades del periodismo es separarlo en temas fuertes y temas light, cuando lo cierto es que se puede hacer (y de hecho se hace) periodismo light de temas fuertes (narcotráfico, política, economía) y periodismo de profundidad sobre temas light (tendencias, moda). De hecho, Tom Wolfe, considerado como uno de los mejores periodistas de todos los tiempos, ha escrito casi siempre sobre temas que se catalogan de light.

¿Cuál es el mayor problema para escribir en la prensa actual?
Eduardo Arias: Encuentro varios: poco espacio disponible en los medios para este tipo de trabajos, ni hablar en radio y televisión, donde suele primar la noticia escueta. Por suerte revistas como Gatopardo y SoHo, y en cierta medida Número y El malpensante, han abierto nuevos espacios. Por el otro, la creencia de que la gente ya no quiere leer.  El otro problema es que se escribe de cualquier manera. Como se trata de informar y de cerrar a tiempo y de tener la chiva, se redacta y se edita a las patadas. Estoy generalizando, obvio, pero es una tendencia que viene de tiempo atrás.     

¿Cuál es el futuro de la crónica?
Juan Pablo Meneses: Veo mucha gente haciendo crónica, pero deseo que aumente el número de lectores, ya que creo que no los hay.   

¿Cómo es la relación cronista-editor?
Meneses: Un editor es un hombre que no tiene tiempo, no se le puede dar ningún problema y  está siempre ahí a pesar de nosotros. Sí puede ayudar en un momento dado, pero en general hay que tratar de no darle problemas.

¿Criterio con el que se edita una crónica?
Julio Villanueva Chang: Prefiero conversar la idea con el periodista antes de que vaya a hacer reportería o se siente a escribirla, prefiero participar de la aventura, de conversar de la idea de darle forma y luego de cómo encontrar las fuentes, los personajes, los documentos; en cambio de recibir un texto ya hecho porque en ese caso no sé de qué se trata la historia.

Encontrar la extrañeza
Juan Villoro: La crónica tiene demasiados elementos para celebrar y al mismo tiempo es un territorio difícil para ejercer. Un lema fundamental del cronista es tratar de encontrar la extrañeza de lo que da por sentado y ver aquello que consideraba cercano y de seguro está más cerca de lo que considera. El ensayista mexicano Alfonso Reyes decía que “el ensayo es el centauro de la prosa” porque era un animal híbrido.

De alguna manera la crónica es el ornitorrinco de la prosa porque está hecho de muchos géneros distintos, es el género constituido de más influencias diversas y que deriva su eficacia de no ser ninguna de ellas, es decir no será un relato de ficción, pero tiene un planteamiento, un nudo y un desenlace, lo cual hace ver que esa realidad está completa.  

¿Cómo hacer que una noticia nos toque? Llegando al destino individual de esa noticia, reconstruyéndolo, permitiendo que nosotros nos pongamos en ese sitio, es el papel central de la crónica. La crónica individualiza lo colectivo y nos traslada al escenario puntual como si ocurriera ante nosotros, a diferencia de la noticia que es el relato de lo que ya ocurrió y que muchas veces se resume en su encabezado en el famoso ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? y ¿Por qué? El lead  por donde empieza la noticia. Muchas veces el cronista debe escribir para recrear lo real en toda su intensidad como si él ignorara el desenlace  y nos lleva, sorpresa tras sorpresa, a desentrañar lo que leemos.

Hay redes culturales que posibilitan el entendimiento y el conocimiento; la crónica pertenece de manera singular a estas redes de autoconocimiento; se puede ver incluso cuando los protagonistas del artículo solo se entienden a sí mismos al leerla; al leerse en el texto entienden lo que ha hecho, y con asombro se acoge a lo próximo; las cosas están más cerca de lo que aparentan, lo que lo rodea es el silencio de su esfera y en ese silencio se fundamenta el trabajo del cronista.

Salcedo Ramos: Como cronista siento que mi nirvana no empieza donde hay una noticia sino donde ha visto una historia que me conmueve o me asombra, una historia que por ejemplo me permita narrar lo particular para interpretar lo universal; lo que me sirva para mostrar los conflictos del ser humano. Sigo al pie de la letra un consejo de  Hemingway: “Escribe sobre lo que conoces”. Eso quiere decir sobre lo que me habita, sobre lo que me pertenece, aunque el tema en apariencia carezca de atractivo mediático. Si creo en él lo asumo hasta las últimas consecuencias. Siempre he creído, como Flaubert, que Dios está en los detalles, por eso siento que estoy frente a una historia cuando descubro un detalle revelador, sugerente, capaz de sintetizar de un solo plumazo el universo que voy a contar.

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