Ecuador, 18 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Una poética de la pobreza

Una poética de la pobreza
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
14 de enero de 2016 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez

María Luisa González (MLG) y Jorge Mateus (JM) se jubilaron el anterior año, después de haber trabajado un buen período en la burocracia cultural. Ella era la directora de la Compañía Nacional de Danza. Él era el director de la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. Pero ambos, además de compartir ese paso por el papeleo institucional  y de ser parte de una misma generación de artistas escénicos, crearon hace 20 años una obra que tenía como centro a un entrañable personaje de Quito: Anita Bermeo, bautizada por todos como La Torera.  Él era el director. Ella era la bailarina y actriz.

La ciudad invisible (La Torera), que ahora regresa con nuevas lecturas al escenario y que está más sintonizada con el siglo XXI, también es la excusa para el reinicio de la carrera artística de Mateus y González. Esta obra se presenta hoy y mañana en el Teatro Prometeo, de la  Casa de la Cultura Ecuatoriana, y surge  gracias a la iniciativa del colectivo La Memoria del Cuerpo, impulsado por María Luisa.

JM: Han pasado tantos años, las perspectivas y el punto de vista que teníamos de las cosas es distinto. Empezamos a hacer este trabajo  partiendo de un poema de Ulises Estrella y de artículos de prensa que encontramos sobre La Torera, porque libros específicos de ella no había, no hay, solo artículos. Si bien es una persona que existió, es más parte de la crónica diaria de una ciudad. También habíamos leído un cuento de Javier Vásconez que habla de cómo la  conoció.

Partimos de ahí, y lo que queríamos narrar a través de la danza eran los diferentes aspectos de la vida de esta mujer. Ahora, ya con los años transcurridos, sentimos que no había que remontar la obra, sino reconstruirla, restaurarla, que es un término que me gusta más. Ahora usamos medios audiovisuales, partimos de otra interpretación y otro concepto para acercarnos a la persona que fue Anita Bermeo.

MLG: Es una gran oportunidad que me doy a mí misma. 20 años es tiempo. Hay otra estética, otra mirada, otro cuerpo y, precisamente, este colectivo que yo  llamo la Memoria del Cuerpo, es por eso, porque nosotros como sociedades estamos construyendo nuestras propias personalidades a partir de esas experiencias que se quedan en el cuerpo. Ahora, por ejemplo, me duelen las rodillas, uno tiene osteoporosis, etc., etc., pero no importa, yo me siento muy contenta y siento que lo que más nos impulsa aquí es esa necesidad de dialogar con el público, con los nuevos públicos.

Entre esas nuevas lecturas me comentaban que la ciudad tiene un rol más protagónico.

JM: El eje central ya no es La Torera, sino más bien hablar de la ciudad, de un Quito contemporáneo, donde este tipo de personajes entrañables, tan anecdóticos, tan llenos de poesía dentro de su pobreza, ya no son posibles ahora. Entonces, empezamos a hablar cómo la ciudad invisibiliza a estos seres.

Nos interesa ver cómo La Torera se conserva a pesar de que la ciudad sigue creciendo, ampliándose, con nuevas generaciones que no conocen a este personaje. A lo mejor la generación de los 30 hacia arriba todavía la ubican, pero para los niños, adolescentes, ya es algo ajeno. Así que pensamos que teníamos que partir de ahí: la ciudad como ese mundo que va produciendo este tipo de personajes, pero también la ciudad que va haciéndolos desaparecer de la memoria colectiva.

Y desde el plano de la dirección, lo que intenté es que María Luisa no solo utilice sus capacidades corporales como bailarina, sino también que empiece a indagar en su capacidad expresiva como actriz.

MLG: Esta obra ha sido volver a descubrir la ciudad, en la que ahora hay tensiones más fuertes. Hemos caminado mucho por el Centro Histórico para retomar la obra y uno siente que hay violencia aunque no lo viva. No son tensiones particulares, son micro- situaciones que reproducen una situación mayor, más global. Quizás este ser humano actual está más angustiado, despreocupado, o presionado para algunas cosas.

Así como cambia la ciudad, ¿cambian los públicos?

MLG: Ahora nos enfrentamos a un público que no tiene algunos puntos referenciales de este personaje. A lo mejor a los jóvenes les importa poco lo que es la tradición, o lo que tenía la ciudad como centros de identidad propia. Nosotros nos basamos en la poesía de Ulises Estrella y retomamos el mismo espíritu de él. Y lo que Ulises decía es que él era un peatón de Quito y que La Torera es esta quiteña ilusión, un personaje muy entrañable en una época donde había afectividades. Ahora, quizás, los ciudadanos no tenemos afectividades, sino distanciamientos.  

JM: Creo que lo que tiene este personaje dentro de su locura, que es relativa, es un mundo poético que ahorita es muy difícil de encontrar en la gente, y ese mundo poético me parece importante para que las personas reflexionen. Los personajes tienen que estar presentes en el imaginario de la gente. El carácter quiteño, la personalidad de la ciudad está enriquecida por este tipo de sujetos. La Torera puede ser vista como una leyenda moderna pero es un ser humano que existió, que tuvo su manera de ser, su comportamiento, que fue lo que la hizo diferente, lo que la llevó a este especie de tránsito a la locura, a un hospicio en Conocoto donde finalmente murió.

La obra comienza donde ella termina

MLG: La obra empieza con ella en un asilo que puede ser el asilo donde estuvo, pero también como un encierro de la locura para ya morir. Nosotros quisimos plantear su angustia por no poder caminar, ese era su peor castigo, pues ella caminaba todos los días por las calles, por las plazas.

¿Se reconoce en este personaje?

MLG: Es un personaje que es un poco ella, Anita Bermeo, y un poco yo, mis huesos, mis osteoporosis, esas cosas que se juntan, pero sobre todo es un personaje que con el paso de la historia nos deja un sabor tierno, de una locura que no era agresiva, violenta. Era alguien  que todo el mundo quería y que se sentía sola. Y que nos daba identidad. Va junto con la época de Don Evaristo, o pensemos el Chulla Romero y Flores, en toda esa cantidad de personajes que están entre la anécdota, el imaginario y  la identidad. (F)

Datos

Las funciones de la obra se realizarán hoy y mañana, en el Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que es auspiciante, a las 19:30. Hay una donación mínima de $ 5. También habrá otra función el próximo miércoles, a las 15:30, en la Universidad Central del Ecuador.  

La coreografía e interpretación está a cargo de la maestra María Luisa González, la dirección y puesta en escena por Jorge Mateus, mientras que la música es de Julio Bueno, Lidia Noboa de Granja, Mauricio Vicencio, Carlota Jaramillo, entre otros. González fue directora de la Compañía Nacional de Danza.

El diseño del vestuario es de Pepe Rosales y la utilería está elaborada por Marcelo Luje. La poética de la obra se basa en el trabajo de Ulises Estrella, el video es de Rodrigo Cunalata y la instalación de Stalin Coronel.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media