Ecuador, 04 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Tokyo Blues- Haruki Murakami

Tokyo Blues- Haruki Murakami
18 de abril de 2014 - 00:00 - Ana Cristina Barragán, cineasta

Me veo sentada en la cama de un  hotel, cuatro años atrás. Las sábanas destendidas, el velador lleno de restos de comida para llevar. No he salido de la habitación en tres días. No he conocido la ciudad. Sobre mis piernas, con los bordes arrugados, Tokio Blues de Haruki Murakami.

 

Me siento envuelta en un aura de nostalgia y no puedo salir de ahí. Una nostalgia a la que Naoko y Watanabe intentan sobrevivir también. Esa de todo aquello que perdieron en su relación prematura con la muerte. Un desasosiego extraño que siempre habita en los  personajes de Murakami.

 

En Tokio Blues, Toru Watanabe escucha una canción de los Beatles que le regresa a su adolescencia. Recuerda a Naoko, ex novia de su mejor amigo Kizuki que se suicidó a los 17 años y con quien después mantuvo una extraña relación amorosa. Naoko se interna en un centro de retiro para intentar curarse. Desde Tokio, Watanabe trata de encontrarle un sentido a la vida adulta, mientras mantiene contacto con Naoko a través de cartas.

 

Hasta hoy,  es Naoko quien se quedó conmigo. Un personaje hermoso, azul, con aire de misterio, que a sus 17 años tiene ya una herida que no se le va a ir. Al igual que la señora Saeki en Kafka en la Orilla (2002, del mismo autor), Naoko es un personaje que por lastimado, parece egoísta. Que no puede ser salvada por el amor de los hombres que de ella se enamoran. Que pisa con fragilidad y belleza la línea entre sobrevivir y abandonarse, mostrándonos la vida como algo extremamente frágil.

 

Con las piernas amortiguadas, decido bajar al lobby. Camino por los corredores largos de alfombra roja, tengo que salir, me han dicho que Bogotá es muy lindo. Veo una familia en toalla volviendo de la piscina, una mujer que regresa con una funda de compras después de hacer shopping,  pero yo no estoy ahí. Pienso en Kizuki y pienso en mi primo Xavier que murió el día de mi fiesta de cumpleaños.

Yo cumplía 8, el tenía 16. Mi nostalgia se ubica en el pastel y las sorpresas intactas, en el accidente, en mis papás parados en la puerta explicándoles a los niños que la fiesta se canceló, en la sensación abrupta de crecer.Pienso en cosas complejas como la toma de conciencia, el tiempo y la muerte. Un hombre vestido con un uniforme colorido me habla. Vuelvo. Estoy dentro del ascensor. Irritado, el hombre me pregunta a qué piso voy y yo no se qué responder. Me doy la vuelta, camino de regreso por los corredores largos, entro a la habitación,  me acuesto en la cama.  Prefiero seguir leyendo. 

ANA CRISTINA BARRAGÁN, cineasta. (Quito, 1987)

 

 

 

 

 

 

 

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media