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La joven estuvo al borde de la muerte a manos de un miliciano talibán en 2012

"La población elige a los líderes mundiales, pero ellos no escuchan la voz de la gente"

A los 13 años, Yousafzai alcanzó notoriedad al escribir un blog para la BBC bajo el seudónimo Gul Makai. Foto: internet
A los 13 años, Yousafzai alcanzó notoriedad al escribir un blog para la BBC bajo el seudónimo Gul Makai. Foto: internet
01 de noviembre de 2015 - 00:00 - Leonardo Boix, corresponsal en Londres- Inglaterra

La joven pakistaní Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz en 2014, admitió que quiere convertirse algún día en primera ministra de Pakistán, para trabajar por la paz, la educación y el bienestar de la población en su país.

“Debido a que nuestros políticos no están haciendo nada por nosotros, nada por la paz ni por la educación, quiero convertirme algún día en primera ministra de mi país”, afirmó Malala, de 18 años.

“Para algunas personas, esto puede parecer demasiado, ellos piensan que no se puede tener sueños así, que hay que soñar en pequeñito”, agregó. Sin embargo, la joven expresó que algunas veces “es importante soñar a lo grande”.

“Esto es lo que les he venido diciendo a los líderes mundiales: sueñen a lo grande, hagan que sus ambiciones sean contundentes”. Para el padre de la adolescente, Ziauddin Yousafzai, aunque Malala parece una joven pequeña, “sus hombros son muy fuertes”.

“Alá la protegerá. Ella hará cosas maravillosas”, subrayó.

Malala estuvo al borde de la muerte luego que el 9 de octubre de 2012 fuera víctima de un atentado en Pakistán a manos de un miliciano talibán, quien le disparó en repetidas ocasiones con una pistola impactándole en el cráneo y el cuello. Por ese salvaje ataque, la joven fue trasladada e intervenida quirúrgicamente en Birmingham, Reino Unido, donde reside actualmente.

Desde entonces, decidió dedicar su vida al activismo en favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres en el valle del río Swat, donde el régimen talibán ha prohibido la asistencia a la escuela de las niñas.

A la edad de 13 años, Yousafzai alcanzó notoriedad al escribir un blog para la BBC bajo el seudónimo Gul Makai, explicando su vida bajo el régimen talibán pakistaní y sus intentos de recuperar el control del valle, luego de que la ocupación militar les obligara a salir a las zonas rurales.

Su activismo y labor por los derechos humanos la llevaron el 10 de diciembre de 2014 a ser condecorada con el Premio Nobel de la Paz simultáneamente con el activista por los derechos de los niños indio Kailash Satyarthi, convirtiéndose así en la ganadora más joven de este premio.

Su organización benéfica, The Malala Fund, hace campaña por la educación de 60 millones de niñas que no pueden ir al colegio por la violencia o intimidación.

La historia de vida de Malala será narrada ahora en una nueva película a estrenarse el próximo 6 de noviembre en Londres, un documental llamado He Named Me Malala (Él me llamó Malala) dirigido  por el premiado director Davis Guggenheim, quien estuvo a cargo del filme Una verdad incómoda.

“Nunca me gustó hablar del ataque que sufrí. Porque al hacerlo me recuerda las malas épocas. Es como retroceder en el tiempo. Hay que pensar en las cosas positivas. Las cosas han cambiado, así que, ¿por qué pensar en los traumas, en el dolor?”, se preguntó Malala.

En el documental, un doctor del hospital Queen Elizabeth, de Birmingham, donde Malala fue trasladada en coma tras el ataque talibán, narra que en los primeros días después del atentado, la joven no podía creer que su padre hubiera sobrevivido.

La joven explicó lo sucedido: “Nuestro reencuentro ocurrió el décimo día de estar en el hospital. No tenía idea dónde me encontraba o dónde estaban mis padres. Y cuando vi a mi papá por primera vez, y me di cuenta dónde me encontraba, lloré por primera vez. Lloré lo más fuerte que pude”.

Durante la película, la adolescente es filmada en situaciones de mucha determinación y coraje. Como cuando le demandó cara a cara al presidente estadounidense Barack Obama que dejara de enviar drones para bombardeos aéreos, o cuando acusó en persona al presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, por no haber hecho suficiente por las niñas secuestradas por el grupo extremista Boko Haram.

“Los líderes mundiales ignoran estos temas. Son elegidos por la población, pero no escuchan la voz de la gente. ¿Por qué entonces se hacen llamar líderes?”, cuestionó Malala, que ahora tiene previsto seguir estudios universitarios en política y activismo social en Stanford (EE.UU.) u Oxford (Inglaterra).

Cuando la joven piensa en su país natal, aquello que más extraña son sus maestros y amigos, aunque también el jardín de su casa familiar.

“Planté muchas flores y semillas, y en el medio, un árbol de mango para que diera frutos”, dice la activista pakistaní. “Recuerdo pararme en medio del jardín y mirar a las estrellas. Aquí en el Reino Unido me di cuenta de que no hay tantas estrellas. Espero algún día poder volver a mí país y ayudar a la gente que más lo necesita”. (I)

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