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El Telégrafo
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Estos trabajos se presentarán el 23 de marzo, a las 19:30, en el Teatro Nacional de la CCE

Kléver Viera pone el cuerpo para resistir el paso de la historia

Los cuerpos de los bailarines Kléver Viera, Édgar Freire, Emilio Coello, Emilia Arias y Michelle Montiel se citan en un mismo rito y reclamo a la danza.
Los cuerpos de los bailarines Kléver Viera, Édgar Freire, Emilio Coello, Emilia Arias y Michelle Montiel se citan en un mismo rito y reclamo a la danza.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
21 de marzo de 2016 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez

El maestro Kléver Viera no tiene hijos, auto, casa ni otro bien que pueda verse como suntuario. Lo único que posee, como mayor acervo, es el conocimiento que su cuerpo ha adquirido en 40 años de trabajo escénico sostenido. Le queda, también, lo que su cuerpo ha desentrañado de la vida, de la muerte y del amor. Ese será su legado, además de unos trapos, fierros, escenografías y máscaras para sus discípulos.

Hace 4 décadas Kléver Viera decidió entregarse, por completo, a la tarea de enseñar. Ese es su proyecto fundamental y el que más valora: trasmitir con el cuerpo el arte de bailar. Pero esa —su tarea— ha sido más bien oculta, soterrada, sin propaganda: quienes fueron y son ahora sus alumnos se acercaron a Viera por sí mismos, porque ellos tenían la necesidad de formarse con él y nadie más.

“Cuando regresé de México en los años ochenta (a Ecuador) no había casi danza, no había bailarines, o los pocos que había no tenían un entrenamiento técnico adecuado para desarrollar su cuerpo, sus potencias creativas y expresivas, entonces yo asumí ese rol (el de maestro) desde joven y no he cesado en aquello”, señala Viera, quien presentará este miércoles un remontaje, como parte del proyecto Danzas Heredadas, de las obras Las Vendas (1984) y Paso de Mano o las (Otras) Sombras en el Espejo (2015). Estos trabajos tendrán una única función, a las 19:30, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura.

Trasmitir el saber somático

Cuando era joven, el maestro Kléver Viera leyó un cuento del peruano José María Arguedas que lo marcó de por vida: ‘La agonía de Rasu Ñiti’. En este se narra la historia de un viejo dansak (danzante de tijeras) que está desfalleciendo y, por eso, hace un traspaso mediante la danza de sus atuendos, saberes y movimientos a su discípulo, Atuq Sayku.

Guiado por esta idea, Kléver Viera emprendió desde el anterior año el proyecto Danzas Heredadas, que es parte del Taller Permanente de Experimentación Escénica conducido por él, el cual propone la herencia o reconstrucción de danzas ecuatorianas históricas, con el objetivo de trasmitir las enseñanzas del “viejo danzante” a sus discípulos.

Así, en 2015, Viera inició el traspaso de la obra La Anfisbena (1996) a Fabián Barba, quien fue su alumno antes de que se trasladara a Bélgica para completar sus estudios de danza. De esta puesta en escena, Viera recuerda: “En una obra yo hablaba del puerto, del eterno retorno, y en ese tiempo era como la madre, necesitaba regresar al vientre de la madre y de ahí nació la Anfisbena, que es el mito de la serpiente de las dos cabezas que se miran, pero eso forma la unidad”.

En esta ocasión hará lo mismo con Las Vendas, obra estrenada en 1984 y que corresponde a una adaptación del cuento homónimo de Raúl Pérez Torres; y con de Paso de Mano (creación colectiva, 2015), que constituye, como señalan sus creadores, “la recreación de una vivencia actual de 3 bailarines que conjugan en la complicidad del espacio-tiempo [...] el encuentro de 3 cuerpos de diferente edad y experiencia en una extraña ceremonia nacida de la necesidad implacable de preguntar a ese mismo tiempo que los vio crecer y envejecer: ¿qué mismo es la danza?”.

Estos trabajos serán trasmitidos a Édgar Freire, Emilio Coello, Emilia Arias y Michelle Montiel. “Con Fabián y Édgar creamos el anterior año Paso de mano, que es el acto en el cual yo entrego mis prendas y mis atributos a mis 2 discípulos. En esta obra mi personaje es la Camisona y entrega a sus discípulos, que son como monjes, la máscara, las piernas, la sonaja, el rebozo. Pero cuando ya estoy muerto, ellos se reparten mi corazón, sacan el diafragma, el cerebro, todo”, recuerda Viera, quien responde a la pregunta de: “¿Y cuándo ya se han llevado todo, qué quedará de Kléver?”, y él responde: “Quedan ellos, eternamente bailando, sin cesar”. (I)

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