El evento empezó en el MAAC Cine por la tarde. Los niños cuenteros arrancaron -relatando sus historias- Un cerro de cuentos, actividad que pone en escena la narración oral en Guayaquil. La entrada era gratuita y las presentaciones fueron en espacios abiertos. Más de un centenar de espectadores subieron los peldaños cercanos a la calle Numa Pompilio Llona, en el barrio Las Peñas.

Era domingo y pese a que hay prohibición de venta de alcohol, durante la caminata las botellas de cerveza se cruzaban. Un hombre ebrio interrumpió la narración de las gemelas Milena y Melany Fuentes.

En la subida al cerro se hicieron dos paradas sobre unas terrazas regeneradas para narrar, por ejemplo, una batalla de insectos contra fieras, en la que se ponía en escena que el valor no se determina por el tamaño, sino por la decisión. A espaldas de los espectadores y cuenteros estaba el río Guayas. Los que no se concentraban en la narración se fotografiaban o hablaban de la vista privilegiada que hay en el lugar y de lo caro que debe ser vivir allí.

Y a veces la zona se convertía en un área de competición por quién hace más ruido: por un lado los cuenteros;  por otro, los vecinos que disputaban un partido de voleibol. Una espectadora exigió silencio a los jugadores.

Y siguiendo la caminata, al cruzar una puerta enrejada, los narradores y espectadores pasaron a la zona no regenerada del cerro, un lugar que -en oposición a las casas pintadas de color pastel- lucía tonos plomos por las paredes sin enlucir de las viviendas. Allí se unió más gente a la caravana.

Entonces entró a la escena Laura Casillas, de México, con una historia alimentada por la tradición maya. Es el relato de cómo una madre, pese a los obstáculos, siempre llegó al hijo. El cuento  La leche del muerto ubicaba a una mujer que, al ver que su marido murió, decidió quedarse junto a él. Cubierta por una pared que solo dejaba sus senos descubiertos logró amamantar a su hijo hasta que éste creció.

La narración de Casillas movió las fibras sensibles de los asistentes. Algunos tenían los ojos humedecidos, otros suspiraban.

Pero se pasó del llanto a la risa con la participación de José Camapanari. “Si la luna hubiera tenido mamá y papá, seguro no la dejaban salir de noche”, o “Si la bruja preparaba tora de espinacas, Hansel y Gretel se iban de largo”, que más que relatos surgieron como chistes cortos que lograron hacer reír al público.

Hoy, a las 20:00, en el MAAC Cine (Malecón y Loja), sigue el festival con las narraciones de Adrián Rivas y Flora Ovalles, ambos de Venezuela. Ellos, entre otras historias, contarán Anima, un cuento que ubica a los animales salvando el planeta.

LA BICICLETA, EL PRETEXTO PARA UN DESCUENTO

La noche del sábado pasado, con la proyección de Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, empezó en Guayaquil BiciCinema. Este es un plan que lidera Blanca Rivera, de la corporación cultural Corpoimaginario, que pretende seguir luego de Un cerro de cuentos.

Esa noche, desde el parque de la ciudadela Kennedy, en el norte de la ciudad, partió en una ruta resguardada por la Policía, hacia el MAAC Cine, situado en el centro. Medio centenar de ciclistas avanzaron por vías congestionadas.

Esta iniciativa está integrada a Un cerro de cuentos con el afán de que se use el vehículo para ir a cada función. En retribución los ciclistas/espectadores tendrán un descuento. Las entradas que valen 5 dólares a ellos les costarán $ 4.