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Entrevista / Javier Alvarado / ganador del Premio Internacional de Poesía Rubén Darío, 2012

Darío, "el gran mestizo de nuestra lengua"

Darío, "el gran mestizo de nuestra lengua"
Festival de Poesía de Medellín
06 de febrero de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Javier Alvarado (Santiago de Veraguas, Panamá, 1982) tiene un nexo con la poesía de Rubén Darío. Describe su obra como parte de un lenguaje neobarroco, donde su uso y posibilidades se vuelven infinitos. Se reconoce como un heredero de la corriente latinoamericana donde —dice— el lenguaje se lleva a una máxima expresión. Su trabajo parte de imágenes que se contrastan con el paisaje arquitectónico del país en que reside y su experiencia de infancia en el campo.

En 2012 fue premiado en condescendencia con la tradición a la cual se adscribe: ganó el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío, que entrega el Instituto Nicaragüense de Cultura, por su poemario El mar que me habita. Entonces, el premio lo llevó a resignificar la palabra en los espacios del poeta nicaragüense cuando leyó su poesía en Ciudad Darío —la antigua Metapa—, en la casa del poeta que admira por el giro que hizo con el idioma. Este año, Alvarado es una de las voces invitadas a las celebraciones por los 100 años de muerte de Rubén Darío.

¿Qué sentido tiene el trabajo de Rubén Darío en la poesía contemporánea?

Hay que remontarse a lo que significó Darío en su momento y trasladarlo a nuestros días. Rubén Darío renovó la poesía en lengua española y todos somos sus herederos, incluso hasta los que lo niegan. Su legado es importantísimo en cuanto a la riqueza de los versos, las metáforas, las rimas; su obra, sin lugar a dudas, abrió la gran veta de la poesía latinoamericana contemporánea y para los españoles también significó nuevos caminos en la escritura y en la forma de poetizar. Fue el gran mestizo de nuestra lengua.

Ahora que desde Nicaragua se piensan distintos homenajes al poeta, se habla de ese vínculo que estableció entre Centroamérica y Latinoamérica, en general. Sin embargo, se reconoce muy poca difusión de su obra, encasillándola en trabajos como Azul. ¿Cree que se tropieza el legado del poeta?

Rubén Darío no es solo nicaragüense, no es solo latinoamericano ni centroamericano; es universal y es de todos. Quisieran muchos poetas lograr lo que obtuvo a nivel de corriente estética y lo más hermoso aun, que la gente recuerde y recite sus versos; gran variedad de poemas son parte del credo colectivo. Su obra se sigue manteniendo viva, sobre todo en Nicaragua, país que me acoge en gran hermandad siempre que estoy allí y donde me siento en casa.  Lo que sí creo que hay que hacer es no dejar de difundir su obra y seguir publicándola; he visto muchas ediciones de Azul, Cantos de vida y esperanza, Prosas profanas; pero hay mucho material de Darío que puede reeditarse y traducirse a otras lenguas también; se ha hecho, pero puede hacerse aún más. En Nicaragua hay un hermoso Simposio Dariano donde llegan especialistas de muchas partes, entonces nos damos cuenta de que Rubén Darío es de todos.

¿Cuáles son las voces más fuertes que cree que le preceden a Rubén Darío, pero de alguna forma han sido silenciadas por su figura?

Todos vemos a Rubén Darío como el gran padre de la poesía latinoamericana; hay muchas voces que han rielado con luz propia, como el propio Neruda; pero pienso que alrededor de Rubén Darío hay compatriotas que se deben dar a conocer, por la magnitud y calidad de sus obras; y son compatriotas de Darío, como el caso de Alfonso Cortés, Salomón de la Selva y Azarias Pallais, a quien se les reconoce en Nicaragua como grandes poetas, pero en el resto de América hay algún referente, pero puede sacarse más provecho a sus espléndidas obras.

¿Es intencional establecer una conexión entre su obra y la de Rubén Darío?

Desde que era un estudiante de colegio, crecí con la poesía de Rubén Darío y de allí su presencia ha estado implícita en mi obra, hasta en el hermoso hecho de contar con el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua con mi libro El mar que me habita; y es una estancia maravillosa que me llena de mucho regocijo.

Rubén Darío dijo: “Por fuerza espiritual fui conducido a tener la visión del futuro”; ¿cómo se caracteriza esa visión en nuestro tiempo?

Los grandes espíritus están destinados a perdurar, y Rubén Darío es ejemplo de ello, desde su vida y hasta su obra inmortal hasta nuestros días. Es el nicaragüense, el latinoamericano, el universal.  Su cisne sigue aleteando recurrentemente y lo seguirá haciendo en nuestra ubérrima lengua española. (I)

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