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Contraelviento inaugura sala en La Merced

Patricio Vallejo, director de Contraelviento y Juan Monsalve, director del Teatro de la Memoria, antes de ingresar a la nueva sala. Foto: Cortesía Hong I Yang.
Patricio Vallejo, director de Contraelviento y Juan Monsalve, director del Teatro de la Memoria, antes de ingresar a la nueva sala. Foto: Cortesía Hong I Yang.
18 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Patricio Vallejo, creador y director del grupo de teatro Contraelviento, ha elegido un costado del parque de La Merced, con vista a las montañas, para ponerse una sala roja por fuera, negra por dentro, con el nombre del grupo escrito con la tipografía del Caminito porteño y decorado por Sebastián Moyano con elementos andinos, como el Cotopaxi, colibríes y la flor de la chuquiragua, en mención a una de las obras más representativas del elenco.

Hay gran curiosidad por parte de los habitantes respecto a los ‘hippies’ que por momentos rompen su encierro y salen, vestidos de ‘otelos’ y juglares, a tomar algo en el Café Verde, establecimiento con 5 años de historia en el lugar, que parece el lobby del teatro. “Vivo hace 8 años en el sector y la gente me conoce, pero cuando me pongo mi ropa de trabajo y me convierto en actor, paso a ser un extranjero, un extraño”, dice Vallejo.

Añade que la gente está orgullosa de que en el pueblo hayan puesto un teatro y que Contraelviento organice, hace 2 años, el ‘Reencuentro de los hermanos’, con grupos amigos de países como Brasil y Colombia.  

El dramaturgo eligió La Merced para instalar su teatro porque vive a 3 kilómetros de la plaza y estaba cansado de trasladarse a Quito a diario en transportes públicos a los que considera denigrantes; porque el nexo que ha establecido con el Cotopaxi y el Ilaló es tan fuerte como inexplicable, y porque la presencia, en la zona, de las agrupaciones La Rana Sabia, el titiritero Alejandro Jovel y los actores Arístides Vargas y Charo Frances, están volviendo al lugar una zona de teatro, un pueblo centrado en la creación artística, como Villa de Leyva en Colombia, Charleville en Francia, Sucre en Bolivia. Como la granja teatral y panadera que fundó Peter Shumann en las afueras de San Francisco.

“Para el mundo del teatro en América Latina es un hecho enorme que será reseñado en revistas”.Vallejo espera que la gente se desplace para encontrarse con el arte, pues las grandes capitales están atrapadas por la industria del entretenimiento, y dice que Quito es para él como Bogotá, Lima o Sao Paulo, una ciudad más a la que volvería únicamente si lo contrataran, pues ya no está dispuesto a conseguir salas para realizar temporadas. “Si bien Contraelviento tiene 23 años de actividad teatral, puedo decir que el grupo ha renacido, que empieza su historia ahora. Hemos adquirido un nombre, pero no nos dimos la oportunidad de complacernos”, añade.

Mientras los niños juegan pelota y los perros ladran en el parque, a la sombra de la campana de la iglesia, el director dice: “para la industria del entretenimiento y los cientos de escritorios de la institucionalidad cultural, quizá no sea importante que Contraelviento inaugure su espacio con una nueva obra, pero para el mundo del teatro de América Latina es un hecho enorme que será reseñado en revistas como Conjunto de Cuba o Paso de gato de México, pues los teatros del mundo somos como islas o patrias secretas gobernados por la rebelión y la dignidad”.

En la entrada de una sala pintada de negro riguroso, con capacidad para 30 personas y olorosa a pintura fresca, Vallejo habla de la necesidad de continuar haciendo productos de calidad, sin caer en el esnobismo ni ceder ante el humor fácil y las irrespetuosas parodias con que la industria del entretenimiento acapara a los públicos.

Hay curiosidad
por parte de los habitantes respecto a los ‘hippies’ que salen a tomar café.
Le indigna que el Estado invierta tantos recursos en oficinas y teatros en los que no ocurre la cultura, mientras él tiene, para reponer un foco de la luminaria, que dejar sin desayuno a su hijo Mariano.  

Ha invertido $ 10 mil para adecuar un teatro en un pueblo sin especial afición por el teatro, porque confía en que la gente llegará de otros sectores del Valle y las instituciones subvencionarán los talleres de formación teatral que piensa ofrecer en el sector, así como la creación de un centro cultural que incluiría un cine club y un club del libro coordinados por personas de La Merced.

Vallejo considera que la actividad teatral debe funcionar, con la participación del Estado, los actores culturales y la prensa, como una fiesta de barrio. Solo de este modo, piensa, Contraelviento se insertará en la vida del lugar, se constituirá en el espacio que la gente requería y podrá luchar contra una tradición teatral basada en un hombre que se pinta el rostro de blanco para contar chistes de doble sentido. De hecho, está convencido de que no hay una estética para el pueblo y otra estética para la élite. Cree, por el contrario, en la formación: “Si alguien nunca tuvo la oportunidad de escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven, seguro terminará bostezando, por eso es necesario sensibilizarlo y permitirle acceder al arte. No estamos condenados a escuchar reggaetón por siempre”.

Mientras tanto, la escuela de formación Contraelviento funciona en el teatro de La Merced, con los talleristas que han estado dispuestos a trasladarse desde Quito, y, al mismo tiempo, continúa trabajando en las tardes en su local de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que dentro de poco se constituirá en el espacio que permitirá a los integrantes de la agrupación, que se graduarán de profesores de teatro, dictar talleres de danza, música, actuación y dramaturgia.

La Canción del sicomoro

Coproducción de Contraelviento y Teatro de la Memoria de Bogotá, dirigida por Juan Monsalve, que se concreta gracias al apoyo de Iberescena. La idea de trabajar una obra conjunta surge en 2013, pero tiene su antecedente en 2010, cuando los integrantes de la agrupación ecuatoriana asistieron, en Colombia, a un taller de teatro antropológico dirigido por Monsalve.  

La obra está escrita y dirigida por el dramaturgo colombiano y llevada a escena por Patricio Vallejo. Se basa en ‘Otelo’, de William Shakespeare.

Al pie de un sicomoro, Desdémona se pregunta qué pudo haber llevado a Otelo, su amado, a quitarle la vida. Es entonces cuando logra ver la maldad urdida por Yago y la debilidad de su pareja. Los 3 personajes están impecablemente representados por Verónica Falconí.

Rodyka Enríquez hizo la música y representa en esta obra a la Sombra de Shakespeare y a un juglar que, además de tocar los instrumentos (flauta, tambor y laúd), se relaciona con el público y narra una historia que Juan Monsalve ha universalizado y modernizado incorporando personajes como Atahualpa o Hitler.

La Canción del sicomoro demuestra que la obra de Shakespeare, como el racismo, xenofobia y femicidio planteados, se encuentra en plena vigencia. Pero sobre todo, pone en escena los celos que día tras día llevan al humano a matar a su personaje Desdémona.

Al concluir su acto, Verónica Falconí sustituyó el ritual privado que lleva a cabo al finalizar sus puestas en escena y se quedó a agradecer a los asistentes por acompañarla en el primer estreno de su propia sala.  

Al final, Juan Monsalve le regaló a Patricio Vallejo un clavo torcido, símbolo de la vida que llevan los teatreros dentro del sistema.

Contraelviento representará La Canción del sicomoro durante 15 días en Bogotá.

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