Cartoneras, una alternativa
Nadie puede decir, a esta altura del camino, que las Cartoneras son desconocidas. Por el contrario, en los últimos tiempos, la presencia de estas iniciativas ha ido ganando terreno. La última vez que tuvimos noticia, su número superaba los 52 y estaban por todos lados. Habían tomado nombres diferentes y en su mayoría agregado la palabra “Catonera” como marca distintiva.
Esto sin embargo, no las limitaba a repetir un formato, como en el caso de una franquicia, que sea fiel copia de su original. Por el contrario, a mi parecer, es ese margen de originalidad impuesta sobre el cartón lo que aporta también a su difusión transnacional. Dicha difusión tampoco es garantía de que unos cartoneros se lleven con otros, o de que detrás del “movimiento cartonero”, como ha sido llamado por los estudiosos del “fenómeno”, exista una red que se sustente de forma ideológica y pragmática.
Las Cartoneras han encontrado una forma de adaptación que tiene que ver básicamente con el ánimo, voluntad y tiempo que sus integrantes le den a la iniciativa. Así se entiende como en Argentina Eloisa Cartonera, la primera en su especie, funciona como una cooperativa de la que viven sus integrantes.
En Bolivia, Yerba Mala, como una editorial de autopublicación y difusión local; en Perú, Sarita, como una editorial independiente que difunde autores nacionales y extranjeros; en Ecuador, Matapalo, como un proyecto con fin social; en Paraguay, Yiyambo, publicado en un idioma propio denominado el Portuñol, etcétera.
En el caso de Ecuador, Matapalo Cartonera ha generado un trabajo poco visibilizado durante este tiempo en los escasos centros de difusión “oficial” del libro.
Su intención no ha sido, en ningún momento, la de entrar a competir en el incipiente mercado editorial nacional, pero no por eso se ha descuidado un trabajo editorial coherente, con aquellos que se publica y difunde.
Por el contrario, su propuesta ha trazado líneas de acción que encuentran en el libro un objeto para activar procesos plurales que integren en la labor de lectura y escritura a los públicos que, por el mismo hecho de no tener fortaleza en sus ingresos económicos, han estado alejados de ese mercado de lectura donde el precio del libro, en algunos casos, equivale a una semana de comida.
La aparición de nuevas iniciativas cartoneras en la escena nacional es sin duda un síntoma de la inquietud de distintos grupos por jugar su apuesta por el libro y su carácter original. Ojalá lo sea también por superar la novelería que encuentra en los obstáculos organizativos, económicos, el principal pretexto para abandonar el trabajo.
De esta forma, más gente tendrá la posibilidad de acceder al libro como un objeto de difusión de literaturas que jueguen un papel de importancia en la formación de nuevos lectores y creadores, no sujetos a un canon de estética, sino libres de transmitir lo que piensan, sienten, creen frente a una realidad que exige iniciativas de este tipo para resistir.