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Además de académico, se involucraba en la vida política del momento

Bolívar Echeverría continúa en las aulas

Bolívar Echeverría empezó una vida intelectual marcada por la Revolución Cubana a los 17 años de edad. Foto:  jornada.unam.mx
Bolívar Echeverría empezó una vida intelectual marcada por la Revolución Cubana a los 17 años de edad. Foto: jornada.unam.mx
05 de junio de 2015 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe

Conversador, provocador, intelectual congruente y divertido. Así recuerdan sus alumnos mexicanos al filósofo Bolívar Echeverría. Casi todos le dicen “Bolívar” y omiten su apellido, lo evocan con respeto cargado de afecto, con sincero agradecimiento libre de formalidad. Se nota que lo extrañan.   

Era “como un caballero del siglo XIX”, describe Javier Sigüenza, a quien dirigió su tesis de licenciatura. Era “un facilitador de la discusión. A los estudiantes nos provocaba amucho interés para leer a diversos autores”, apunta Diana Fuentes, alumna primero y luego asistente del filósofo ecuatoriano y mexicano.

No sólo ellos lo nombran, a cinco años de su muerte, el pensamiento de Bolívar Echeverría germina en jóvenes que no lo conocieron personalmente pero han hecho de sus textos una referencia obligada. ‘¡Tienes que leerlo!’ dicen entre sí muchachos y muchachas que igual intercambian copias de sus libros o las descargan de Internet en versión pdf. Nunca les dio clase pero en su memoria organizan “conversatorios” donde profundizan sobre su obra, hablan del ethos barroco, el pensamiento crítico y la Revolución.

“No lo conocí en persona, sólo en lecturas, pero la verdad es que me dan ganas de haberlo conocido”, confiesa Hierson Rojas, sociólogo, y junto a José Javier Contreras, organizador de mesas de diálogo que se realizaron en la ciudad de Puebla los días 20, 21 y 22 de mayo. Fueron un éxito. Reunieron a decenas de jóvenes y adultos, un público interesante porque “no sólo asistieron de ciencias sociales. Había gente de ingeniería, psicólogos y urbanistas. Habla de que la obra de Bolívar empieza a tener resonancia en varios campo y es justo porque el trabajo que hizo fue enorme, no solamente desde la filosofía”.

En esa ciudad sólo impartió algunas conferencias, la última en 1998, pero “hay un auge de su obra y tiene una influencia muy fuerte. El cuerpo académico de Subjetividad y Teoría Crítica dialoga con sus textos y también los usan mucho otros como el Grupo de entramados comunitarios y formas de lo político”, es decir una generación académica más reciente marcada por el pensar del filósofo.

En un México golpeado por violencia, corrupción e injusticia, lo releen y reivindican “porque nos compartió herramientas para entender procesos que vivimos ahora, para no quedarnos en el vacío ni en el nihilismo”, dice el estudiante y seguido cambia el tiempo verbal. Ya no habla en pasado sino en presente: “Bolívar nos da una voz fuerte para no claudicar. Nos lleva a defender el pensamiento que también es un campo de batalla. Nos hace pensar que es posible organizarnos de otras formas, recuperar el sentido común, pensar una nueva forma de política, que es posible agrietar al capitalismo”.

Gracias a su obra tenemos una herencia fuerte de esperanza”.

El intelectual

Bolívar Echeverría nació el 31 de enero de 1941 en Riobamba, Ecuador. A sus 17 años de edad empezó una vida intelectual marcada por la Revolución Cubana. Una década después, cuando estudiaba filosofía en Berlín, escribió la introducción a la primera biografía en alemán del Che Guevara, donde decía que “El Che vive está escrito con letras rojas sobre todas las paredes de las ciudades y todos los muros de adobe de los pueblos latinoamericanos. Y aquellos que lo escriben no creen en otra vida distinta de la material y terrenal”.

En México siglo XXI, el alemán Stefan Gandler es biógrafo del ecuatoriano y dice que no fue sólo un buen teórico porque finalmente tejió su propia vida en torno de las ideas que defendía. “Era un intelectual en el buen sentido de la palabra, en el que expresó Jean Paul Sartre. Era una persona que se involucraba en los procesos políticos de su momento sin quedarse solamente en la academia. Un intelectual de los pocos que hay todavía”.

Un marxista no dogmático que apoyó “con su extraordinaria capacidad reflexiva y formación teórica a diferentes movimientos políticos y sociales”. En una semblanza lo recordó “feliz y satisfecho” en el año 2006, cuando impartió una conferencia sobre la teoría estética de Bertol Brecht en las calles del Distrito Federal, entre protestas ciudadanas para denunciar fraude electoral.

Vivió en México por cuatro décadas, desde 1968 hasta el día de su muerte. Llegó junto a su esposa Ingrid Weikert y en 1976 nació su hijo Andrés. Durante los años 80 se casó con Raquel Serur, experta en literatura inglesa, y tuvieron dos hijos, Alberto y Carlos. Aquí fue profesor en las facultades de Economía y Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las más importante del país.

Diana Fuentes resalta que Echeverría heredó a la academia “muchas herramientas conceptuales que permiten pensar a la realidad como dual, pensar a las cosas en su contradicción y ambigüedad. Dejó herramientas fundamentales para producir pensamiento crítico”. Ejemplo concreto, el comportamiento que él llamó ethos barroco para “establecer relaciones sociales y colectivas en las cuales la lógica de la ganancia capitalista no sea el objetivo”.

Javier Sigüenza agrega que “su legado es enorme porque fungió como vínculo entre el pensamiento crítico de Europa y el de América Latina. Su fisonomía intelectual es muy interesante porque fue traductor, comentarista y crítico de autores occidentales desde Karl Marx a Walter Benjamin, de Mark Horkheimer a Max Weber, Bertol Brecht y Jean Paul Sartre. Dialogó críticamente con esos autores y de alguna manera nos aproximó a ellos. Pero luego otro aspecto importante es el diálogo que estableció con la propia tradición intelectual en América Latina”.

Libros, ensayos, ponencias y palabras de Bolívar Echeverría están ahora disponibles de forma gratuita en una página de Internet (http://www.bolivare.unam.mx/). A Stefan Gandler, quien se ocupó de reunir y sistematizar la obra, no se sorprende por el entusiasmo que despierta en las nuevas generaciones. Explica que en México “algunos maestros lo estimamos pero hay cierta derechización (teórica) y él dejó una herencia sobre todo en los alumnos”.

Muchachos y muchachas que cinco años atrás, el 5 de junio de 2010, atiborraron la sala en donde lo velaban. Lloraban angustiados la muerte del profesor y amigo pero hoy, repuestos del dolor, levantan su obra como a una bandera.

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