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La Cueva de los Tayos, entre el arte y el registro

→Esta escena de Juan Móricz con las inscripciones es parte de los dramatizados que acompañan a las tomas reales de la expedición a la Cueva de los Tayos.
→Esta escena de Juan Móricz con las inscripciones es parte de los dramatizados que acompañan a las tomas reales de la expedición a la Cueva de los Tayos.
Fotograma / Cortesía Tayos
24 de noviembre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

La Cueva de los Tayos ganó mucha notoriedad a mediados del siglo XX gracias a las investigaciones del húngaro nacionalizado argentino Janos Moricz, un espeleólogo aficionado, más conocido en nuestro país con el nombre traducido, Juan Móricz.

Luego de visitar la cueva, Móricz salió a contar que adentro encontró una serie de tablas con inscripciones parecidas a las de la cultura sumeria. Los periódicos de la época se llenaron de esa información y empezó a circular también la teoría de la vida intraterrestre.

Pero esta es apenas una pequeña parte de la historia que sedujo mucho a Miguel Garzón, un productor audiovisual español radicado en Quito que hoy estrena en cines su película Tayos, un documental que narra una nueva expedición a la cueva y las cosas con las que allí se encontraron.

Todo empezó un día de 2012, poco antes de una reunión con un cliente.

→Miguel Garzón es el director de Tayos, el documental con el que se lanza en busca de los misterios que encierra la famosa Cueva de los Tayos. Foto:  cortesía Producción Tayos

Para pasar el tiempo, Jimena Villarroel, socia y pareja de Garzón en su productora, le contó la historia acerca de la cueva. Allí en la década del setenta, se realizó una expedición científica en la que participó  nada menos que Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna.

Al inicio de la cinta, el realizador lanza una animación que recrea una conocidísima parábola bíblica: Jesús camina sobre el agua y llama a sus apóstoles. Pedro acude a él mientras puede, pero de pronto pierde la fe, y se hunde. Así, Garzón le da perspectiva a la importancia que tienen las ganas de creer.

Esta primera parte es contada con una animación, un lenguaje poco común en un documental. Otras partes fueron dramatizadas. Por ejemplo, la reunión entre Juan Móricz y su abogado con el cinco veces presidente José María Velasco Ibarra, a quien acudieron para solicitar una expedición.

Sobre esta arriesgada decisión de incluir lenguajes     narrativos más propios de la ficción que del documental, Garzón dice que no veía otra forma de incluir episodios históricos como ese, pues tenía la intención de que su película fuera algo más que un reportaje.

“Quería que tuviera un valor artístico, esa es la verdad, que no fuera simplemente como un noticiero”, explica el director, quien compara su película con la misma Cueva de los Tayos, porque “tiene dimensiones”.

La cinta va narrando, de forma paralela, las expediciones realizadas en los sesenta y setenta, las excursiones del equipo liderado por  Garzón en 2014 y la historia de Juan Móricz, intercaladas con entrevistas a científicos, a miembros del grupo Rama (en el que se agrupan personas que afirman fueron contactadas por otras formas de vida), a Gerardo Peña Matheus (abogado de Móricz) o a Theofilos Tulkeridis, presidente de la Asociación de Espeleología de Ecuador.

Y hay mucho material provisto por Arthur Champion, el cartógrafo de la Cueva de los Tayos, es decir el autor del mapa que se conoce.

Así, el documental va tomando forma, en medio de esa tensión entre quienes creen en las leyendas que   corren en torno a los misterios que encierra la cueva y quienes no lo hacen.

La expedición va de gigantescos salones a los cuales se llega a través de pequeñísimas galerías. “Quisimos que el espectador tuviera un feeling de lo que es estar ahí y una idea de lo que hay”, explica Garzón.

Recalca que aunque hay muchas historias acerca de la Cueva de los Tayos (llamada así por los pájaros que viven en su interior), los registros que existían antes no les bastaban para terminar de formarse una idea de lo que es la caverna. “Había muy poco material gráfico de calidad, (y era) muy oscuro. Hasta que fui no sabía cómo era”.

Transmitir la idea de lo que es estar ahí fue uno de los mayores retos que tuvieron que enfrentar en la edición, pues algunos de los hallazgos encontrados, generalmente, por la falta de luz, no pudieron ser registrados.

El otro gran reto fue la estructura narrativa de la película. Para ello, libraron esta lucha contra el tiempo, no contra el deadline, precisamente, sino con el orden cronológico que tenía el filme en el primer corte.

“En la edición, uno de los desafíos fue hacer que la historia fuera circular, que contáramos episodios del pasado y nuestro viaje simultáneamente. Que no fuera tan ordenadita, tan lineal”, dice Garzón sobre Tayos, que está desde hoy en carteleras. (I)   

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