Roberta acuna el sueño de viajar en tren. Varias veces hizo planes que se desbarataron por una razón u otra. Ella quiere llegar a la “Nariz del Diablo” en Chimborazo y conocer vistas fantásticas que guardará en sus recuerdos, y a su vez compartirlos con su esposo Martín.

En medio de una jornada laboral suena su teléfono celular y le hablan de turismo. Roberta se entusiasma y pregunta por los viajes en tren, entonces una mujer la invita a una charla turística, pero antes de cerrar la comunicación, por experiencia, ella pregunta si se trata de alguna venta directa. Un rotundo no es la respuesta y que solo es una conferencia.

Roberta y Martín acuden esa noche a Urdesa Central, sitio de la supuesta charla de turismo. El sitio es una conocida pizzería y se le asigna a ambos una mesa. En el interior del local la música supera decibeles y se mezcla con la charla de quienes degustan los productos.

Una joven viene, mientras les sirven una pizza personal, y toma los datos de ambos, ¿pero para qué datos si es solo una conferencia?

Un joven de aspecto agradable explica detalles sobre costos de hoteles, transporte, porcentajes, supuestos ahorros y comodidades de sitios. ¿Y la conferencia?

Martín y Roberta se miran y ambos preguntan si les están vendiendo paquetes turísticos. El joven dice que él explica hasta donde le está permitido. Llega la supervisora y con su calculadora empieza a elaborar un programa de pago inmediato que supera los $3.100 para que ambos se beneficien del gran plan que presentan, es decir una membresía que se cancela de inmediato con tarjeta de crédito.

Los invitados a la nunca realizada charla de turismo dicen que no firmarán por ningún plan, porque no han venido a eso y que cualquier gestión necesitan meditarla si conviene o no, entonces llega un nuevo individuo que dice que Roberta y Martín son favorecidos por un nuevo convenio.

¿Convenio? Ellos sin dejarse convencer se retiran, ante la frustración de quienes los citaron con engaños para venderles un producto. (I)