Ecuador, 30 de Mayo de 2024
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El Telégrafo
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"¡Cuánto ha cambiado el transporte público en Guayaquil!"

Juan Armas es una persona de la tercera edad que reside en el sector de la vía a la Costa. Sus hijas y nietos le han prohibido tomar transporte público, por lo peligroso que resulta para los más vulnerables. Él insiste, sin embargo, en mantener su independencia y sigue usando la línea 140, que lo lleva al centro de Guayaquil, donde realiza trámites.

En los últimos meses, tomar el bus es un dolor de cabeza, ya que ahora todos están pintados del mismo color: azul. Antes, los de la 140 o Cooperativa Chongón, eran rojos, fácilmente identificables. “Pasan rápido y los números no se ven; lo peor es que no paran porque me ven de la tercera edad. Saben que pago medio pasaje”.

El caso de Juan es uno de tantos. Es hora pico (18:00) de un martes cualquiera. La misma línea 140, que recorre desde Chongón, en el km 24 de la vía a Salinas, hasta el centro de Guayaquil y viceversa, pasa por la avenida Rodríguez Bonín, en el oeste de la ciudad. Un grupo de pasajeros espera frente a la PJ y levanta la mano; el chofer hace caso omiso.

Avanza sin bajar la velocidad hasta el semáforo donde se detiene porque delante de él hay una hilera de buses. La gente corre, el conductor abre la puerta trasera para que suban, aunque solo es para bajar. Entre el grupo hay una mujer que carga un niño dormido, ella sube por la puerta delantera con la esperanza de que alguno de los asientos reservados esté libre.

Las ocho primeras sillas del bus están pintadas de amarillo y en la pared hay un letrero que indica que están reservadas “para tercera edad, mujeres embarazadas, con niños en brazos o personas con movilidad reducida”. Los ocho asientos reservados de este bus están ocupados, pero solo dos de los ocupantes cumplen con las características indicadas (tercera edad) el resto está ocupado por hombres y mujeres jóvenes. Nadie se levanta, todos fingen mirar al celular. Cansada, la mujer se arrima al filo de un asiento y acomoda sobre su hombro a su hijo.

Una voz desde atrás la llama, es una joven que le ofrece su asiento, no sin antes gritar: “¡Cuánto ha cambiado el transporte público! ¡Cuán indolente es esta gente!”. (I)

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