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El Telégrafo
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Crónica a pie

Una mañana de filantropía en la ciudadela Atarazana

Una mañana de filantropía en la ciudadela Atarazana
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
26 de agosto de 2016 - 00:00 - Ángela Portilla Caballero

Don Carlos Avilés se reacomoda en su silla, mientras declara que la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG) hace una magnífica labor humanitaria y social. Avilés no pertenece a la benemérita institución de la que habla con tanto convencimiento. Su calidad de no miembro se refleja en el sitio donde está sentado: atrás. Las primeras filas son para los integrantes de la Junta, sus esposas, madres, hijas, hermanas.

El pasado 19 de agosto, la Junta de Beneficencia, fundada el 29 de enero de 1888, inauguró el hospital de la mujer Alfredo C. Paulson. La apertura de este centro de salud, en la Atarazana, una populosa ciudadela al norte de la ciudad, convocó a personajes singulares, entre ellos, ancianos que casi no salen de sus casas, quienes llegaron apoyados en bastones. Cada uno buscaba su lugar en el improvisado auditorio, ubicado en los exteriores del hospital.    

Mientras los invitados esperaban el inicio de la ceremonia (prevista para las 17:30) circularon rumores sobre la probable presencia del vicepresidente de la República, Jorge Glas, sin embargo, quien hizo acto de presencia fue la viceministra de Salud, Verónica Espinoza. Apareció también el alcalde de la ciudad, Jaime Nebot; entonces empezó la ceremonia.    

Oscar Orrantia (inspector del flamante hospital) inicia la tanda de discursos de rigor. Expresa que la construcción del nuevo centro de salud se pudo concretar “gracias a la importante donación del filántropo John Paulson”. En efecto, el estadounidense de origen ecuatoriano contribuyó con 15 millones de dólares, donados a través de la The Paulson Family Foundation. Por eso, el nuevo hospital lleva el nombre de su padre (Alfredo).

Bautizar con los nombres de donantes a los hospitales, asilos y escuelas de la Junta de Beneficencia ha sido siempre una de sus característica institucionales. De ese modo “(…) los patricios guayaquileños, ya fallecidos, tienen una presencia actual, sus nombres están en el habla común de las personas cuando acuden a los establecimientos y dicen: voy al Vernaza, al Lorenzo Ponce, al Alejandro Mann, (…)”. (Patricia de la Torre, el poder simbólico de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Disponible en RP-08-ES-De_la_Torre. pdf, p. 136).

Fundada por un grupo de filántropos, liderados por Francisco Campos Coello, la Junta de Beneficencia regenta cuatro hospitales -Luis Vernaza, Roberto Gilbert, Alfredo C. Paulson y Lorenzo Ponce-; dos unidades educativas; los asilos Calderón Ayluardo y Manuel Galecio. Además posee los hogares para ancianos Corazón de Jesús y El Bien Público. Se agregan dos grandes cementerios: el Patrimonial y el Panteón Metropolitano.     

La posta discursiva la toma el director de la junta, Alfredo Noboa Bejarano, quien exhorta a los oyentes a “comprar boletos de la lotería porque es una forma de filantropía”. Recordemos que este sistema de sorteos nacionales fue creado por ley, en agosto de 1894, para financiar la labor social de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. “(…) la JBG trabaja la contradicción riqueza-pobreza a través de la lotería; que no es más que una probabilidad de salir de la pobreza individual. Pero tiene un efecto sicológico fundamental (...)”. (De la Torre, p. 136). Noboa agradece el importante donativo de John Paulson “sin el cual no hubiera podido hacerse este hospital”. Pero también reconoce el aporte de 5 millones del Gobierno del presidente Rafael Correa, y de $1,2 millones por parte de la Alcaldía de Guayaquil.

La presencia de la viceministra de Salud, Verónica Espinoza, marcó un cierto contraste en el acto por su juventud y por ser la única mujer en la mesa directiva, lo que pone de relieve una particularidad de la JBG: es un organismo conformado únicamente por hombres. En su discurso, Espinoza resaltó la importancia del nuevo hospital, que se suma a los centros de salud construidos por el Gobierno central en Guayaquil. Eso demuestra que lo privado y lo público pueden juntarse para trabajar por el bien común, en este caso la salud de la comunidad.

Históricamente, no siempre el Estado y la Junta marcharon bien. Hubo épocas en que el Estado pretendió estatizarla: en 1906, cuando se creó la Beneficencia Nacional; en 1927, con la Ley de Asistencia Social, y en 1967, con la creación del Ministerio de Salud Pública. La JBG capeó el temporal. Esta capacidad de resistencia visibiliza una alta concentración de poder político, social y económico, cuyo entramado, en ocasiones, es evidente, en otras, permanece oculto.

Al fondo, el mismo señor Avilés, sicólogo clínico profesional, asiente ante las palabras de la Ministra; quizá concuerda con la sinergia Estado-Junta. Al fin y al cabo, esta dualidad ha sido una constante en la historia del país, con ciertas excepciones. (I)

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