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Los frenemys se disfrazan de amigos

Los frenemys se disfrazan de amigos
14 de junio de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

A los frenemys es mejor mantenerlos lejos y mientras más alejados mejor. Aunque aparentan ser amigos, en realidad, buscarán la ocasión para hacerte sentir mal; hacer comentarios a tus espaldas y criticarte cuando no los escuchas.

En inglés, frenemy o frienemy es la combinación de los términos friend (amigo) y enemy (enemigo) y se refiere a una persona disfrazada como amigo o a algún colaborador.

Lidiar con este tipo de personas, a quienes muchos llaman ‘amienemigos’, nunca será sencillo, porque tienen la habilidad para convencerte de que son tus amigos y se esmeran por permanecer a tu lado.

Cuando los necesites nunca te dirán que no, con frecuencia estarán allí para socorrerte y quizás gritarán a los 4 vientos que te admiran y que te quieren más que cualquier otro amigo. Al mismo tiempo, sacarán a relucir todas las veces que te ha ayudado y los momentos que han compartido contigo. Según un artículo publicado en el diario The New York Times, por lo general, los frenemys son personas con las que tenemos una buena relación o incluso pasamos buenos tiempos juntos.

Este término cobró fuerza con la serie de televisión Sex and the City (Sexo en la Ciudad) y es utilizado, sobre todo, en entornos laborales. Pero ¿qué significa esta palabra? Según un estudio desarrollado por el investigador argentino Gabriel Foglia, de la Universidad de Palermo, el término fue acuñado en 1917 por la escritora Jessica Mitfotd para referirse a alguien con quien nos une una relación de amistad o colaboración pero que, a su vez, puede convertirse en un competidor. Este comportamiento está muy bien caracterizado en la serie en la que 4 amigas, muchas veces se comportan en forma hostil entre ellas, por ejemplo, al criticar al nuevo novio de alguna de ellas. En otras ocasiones, también suelen hacer comentarios hirientes respecto a las prendas de vestir que una de sus amigas luce e incluso censuran sus respectivas formas de encarar una determinada situación. Según un estudio del argentino Gabriel Foglia, este juego amor-odio forma parte de muchas relaciones, entre amigos, parejas, jefes, empleados y jugadores de un equipo deportivo en una forma totalmente subrepticia y puede salir a la luz en el momento más inesperado.

Foglia advierte que el consenso general es que los frenemies son algo negativo y, a partir de este concepto, proliferaron artículos que ayudan a identificar si su pareja/ jefe/ socio/ amigo es uno de ellos y cómo sobrellevar esta situación. Incluso, este término se ha difundido en las redes sociales y ya hay blogs que abordan el tema de cómo lidiar con los frenemies en Facebook.

En el entorno empresarial los frenemies, al parecer, tienen una connotación positiva. Para muchas empresas, tener un archienemigo es necesario para continuar innovando. De hecho, en este contexto laboral mejoran sus procesos. Compañías como Pepsi/Coca-cola, Adidas/Nike, Ford/General Motors, River/Boca, Microsoft/Google, Nintendo/Playstation, ¿son enemigos? Cuando se trata de pelear por los clientes, sí lo son, pero también pueden ser amigos y la razón es sencilla: a medida que más empresas compiten, más grande es el mercado que son capaces de generar y mayores son las barreras de entrada para nuevos jugadores.

Además, según Foglia, las dinámicas que se generan permiten a los gerentes tomar decisiones con un nivel de certidumbre mucho mayor que si compitieran con un jugador desconocido que intenta aplicar nuevas reglas.

“A medida que más empresas adoptan un comportamiento en red a efectos de brindar una propuesta de valor a sus clientes, el concepto de frenemies se torna más relevante para entender la lógica competitiva”.

Frenemys al ataque

Durante el transcurso de la vida resulta casi inevitable encontrarse con frenemys, esas personas con quienes, de algún modo, entablamos una relación de amistad, pero que con el tiempo se convierte en una relación ambivalente.

El mayor riesgo es que nunca sabemos cuándo están al acecho y en qué momento empezarán a hacernos daño. Uno de los mayores problemas que muchas personas experimentan al entrar en contacto con los frenemys es la sensación de malestar que se traduce en efectos negativos para la salud. Un reciente artículo publicado en la revista estadounidense Harvard Business Review, señala que la presión sanguínea aumenta cuando estamos en presencia de nuestros amigos-enemigos, más que si se tratara de un simple enemigo.

En realidad, este tipo de relaciones puede llegar a bloquearnos de forma que no podamos afrontar la relación de forma satisfactoria.

En muchos casos, este tipo de situaciones llega a crear dependencia, porque aunque estemos en contra de alguien por su comportamiento hacia nosotros, estaremos siempre dependiendo de esa persona, de lo haga o diga.

Para la ecuatoriana Lucía Noboa, psicóloga clínica, los frenemys ven a los otros como una amenaza. “Estas personas tienen una percepción exagerada de lo que otros poseen. Son personas que tienen baja autoestima y que, a menudo no conocen sus propias potencialidades. También tienen muchas carencias a nivel emocional y familiar y ve a los otros —incluidos sus ‘amigos’— como una amenaza. Para evitar que la relación amor-odio con esa persona se deteriore aún más, la especialista recomienda ayudarlos a elevar su autoestima, recordándoles sus logros, sus capacidades.

“Hay que intentar que estos frenemys centren su atención en ellos mismos y no en los demás”. Si a pesar de eso su actitud se mantiene negativa, lo mejor —dice— es distanciarnos de esa persona, porque conforme pase el tiempo se puede transformar en una relación tóxica. “Si esa persona nos quita la paz, es mejor evitarla y rodearse de personas que sí sean sinceras y que nos motiven”.

Lucía Noboa está consciente de que es difícil mantener alejadas a estas personas, principalmente cuando comparten el mismo ambiente laboral.

Cuando esto sucede —recalca— hay que procurar buscar la manera de neutralizar la acción de esas personas no solo para que no incidan en nuestro desempeño laboral, sino para evitar enfermarnos. “Es preferible mantener la menor interacción posible con esas personas y enviarles todo por escrito, para evitar malos entendidos. Si hay que llamarles la atención, hay que recurrir a los canales regulares que la misma empresa ha determinado. Hay que evitar, a toda costa, que estas personas nos generen algún problema laboral”. Noboa señala, además, que si la convivencia con esa persona es ineludible, la solución bien podría ser evitar encontrarnos con ella. Aunque parece una obviedad, muchas personas, por convencionalismos sociales o por una mal entendida cortesía, mantenemos relaciones banales que no nos aportan nada e incluso algunas generan malestar. Pese a ello, continuamos con estas personas, cuando lo mejor es cortar la relación. Incluso, al criticarlas, salimos dañados nosotros mismos.

En otras ocasiones, es mejor ignorarlas y mirar a otro lado. También es posible abordar la situación de tal manera que consigamos no sentirnos mal y, por lo tanto, evitar que la presencia de esa persona no mine nuestra autoestima.

‘Contaminantes’

Hace un par de meses, un artículo publicado en la edición electrónica de la revista Vanity Fair, advertía que los frenemys contaminan la vida de sus ‘amigos’ con actitudes que rayan en la negatividad. “Son personas que te roban la energía y, en muchos casos, son depredadores de tu ‘buena onda’, te asfixian y siempre criticarán tus éxitos. Aunque te repiten que son tus mejores amigos, pero al menor descuido, te “dan la puñalada por la espalda”.

Para los psicólogos, estas amistades ambivalentes difícilmente brindarán buenos dividendos para nuestra salud en el largo plazo.

Un reciente estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, señala que cerca del 50% de las redes sociales de una persona están conformadas por esta clase de lazos “ambivalentes”, que pueden ser familiares, compañeros de trabajo y también amigos que hemos mantenido durante años, incluso desde la infancia.

Con los primeros —señala un artículo del diario La Tercera— no hay mucho que hacer, parientes son parientes, y con los compañeros de trabajo tampoco, a menos que uno renuncie o a él lo echen.

En ese escenario, quedan los amigos y con ellos la pregunta ¿qué nos lleva a conservar una amistad de estas características, en circunstancias que parecen causarnos más daño que bienestar?

Hay varias investigaciones que han comprobado que cuando se trata de esta clase de ‘amigos’, somos “ciegos, incapaces de ver” con claridad ese lado negativo, aunque las “malas amistades” tienen el potencial de elevar nuestra presión sanguínea, disminuir nuestra tolerancia al estrés y hacernos más propensos a desencadenar una depresión.

Carmen Andrade recuerda que hace algunos años conoció a una persona en su trabajo que siempre solía repetir: “yo no he venido al trabajo para hacer amigos…”, pero si me toca hacerlos, no hay problema.

Con el tiempo, esta persona dio muestras de ser amable, pero, sobre todo, sincera. Así que Carmen confío ciegamente en ella. “Creo que con el tiempo me fui dando cuenta que no era tan buena persona como yo creía, porque a veces cuando almorzábamos o cuando teníamos una reunión laboral siempre lanzaba comentarios ofensivos”.

Al principio, festejaba cada una de sus bromas pesadas, porque creía que no afectaban a nadie y que, por el contrario, amenizaban los encuentros, pero cuando ella también se convirtió en objeto de sus bromas, decidió distanciarse. Al poco tiempo de tomar esta determinación, notó que ella la cuestionaba por sus decisiones y su forma de trabajar. “Un día una compañera de trabajo se me acercó y me contó que ella hablaba mal de mí. No entendía, porque se suponía que éramos buenas amigas”.

Carmen está consciente de que al trabajo no se va a hacer amigos, se va a trabajar, pero compartir 8 horas diarias con los mismos compañeros resulta difícil cuando no tienes, cuando menos, una relación de confianza con esas personas con las que convives 40 horas semanales.

Aunque no es necesario tener una sólida amistad, resulta fundamental establecer lazos de confianza con las personas a las que convives a veces más que con tu familia. Los psicólogos coinciden en que la amistad involucra diversos sentimientos, en los que un amigo acude al otro en busca de confianza, amor, consuelo, respeto y compañía. Estas relaciones se presentan en todas las etapas de la vida. Si bien creamos lazos con muchas de las personas que nos rodean, es necesario determinar en quienes depositamos nuestra confianza.

Amienemigos

Envidiosos

Con frecuencia, envidian tu vida, quisieran ser como tú. Aunque tengan incluso más cosas en su vida, quieren lo que tú tienes.

Sobreprotectores

Como temen perderte, siempre tratarán de ‘cuidarte’ lo más posible. Se sentirán como tu guardaespaldas porque quieren ‘protegerte’.

Dramáticos

Se quejan de que todo les sale mal en la vida. Son sufridores, pero es una conducta chantajista para que tú te sientas en deuda con ellos.

Sarcásticos

Aunque estés feliz por algún logro, siempre lo minimizarán. Serán sarcásticos contigo y aunque todos te feliciten, siempre le encontrarán un pero.

Parásitos

Si en el lugar de trabajo tienen que hacer algo juntos, siempre se las ingeniará para esforzarse lo menos posible. Monopolizarán tu tiempo.

En el colegio

‘A ella no le gustaba cómo me vestía’

A Ruby la conocí desde la primaria, pero fue recién en la secundaria cuando empezamos a llevarnos más. Siempre salíamos juntas al recreo y ella venía mucho a mi casa los viernes para jugar y ver películas. Varias veces se quedaba a dormir en la casa y la pasábamos muy bien. Recuerdo que después de unos meses, la relación comenzó a cambiar y nunca entendí por qué. Varias veces me dijo que no le gustaba mi blusa ni el pantalón que usaba y que hablaba demasiado, que la tenía mareada.

Al principio lo tomé como un buen consejo, pero cuando otras compañeras de clase la escuchaban, me decían que me estaba dejando tratar mal. Me costaba hacerles caso, creo que resistía a pensar que la persona a quien creía mi amiga, parecía más mi enemiga. Aunque tardé tiempo en tomar conciencia de lo que ocurría, un día decidí dejar de salir con ella. A las pocas semanas, me buscó otra vez, pero como notó mi indiferencia, también tomó distancia. Aunque nos veíamos todos los días en clase, nunca intentamos otro acercamiento. Estoy segura de que nunca valoró mi amistad, así que fue mejor alejarnos. Ahora cuando me acuerdo de esa etapa de mi vida, me doy cuenta de que los seres humanos debemos ser más desconfiados.

PUNTO DE VISTA

“Es necesario generar nuevos grupos de soporte”

Todas las personas tenemos rasgos de personalidad que vienen en el momento de la concepción. Estos rasgos con los que nacemos nos pueden llevar a ser personas demasiado confiadas, recelosas o evasivas. Muchas personas de nuestro entorno se aprovechan de estos rasgos de personalidad para llegar a condicionar comportamientos normales o anormales en el individuo.

Con relativa frecuencia, los seres humanos imitamos la conducta de las personas que se encuentran a nuestro alrededor. Considero que hay que evitar a todas aquellas personas que consideramos de ‘riesgo’ para nuestra salud mental, pero, ciertamente, lo más difícil es aceptar que son personas que nos hacen daño. Es fundamental evitar vernos inmersos en este tipo de relaciones de amistad que no nos aportan nada. Hay que evitar a esas personas y generar nuevos grupos de soporte que nos brinden bienestar o los refuerzos positivos, que, en definitiva son cosas positivas que recibimos, como cariño y atención. Una amistad nociva puede lastimarnos desde el punto de vista emociona y mental.

Si usted es de las personas a quienes les cuesta decir “no”, corre gran peligro de verse envuelto en una relación nociva. Siempre habrá gente que querrá aprovecharse de los demás.

Armando Camino, psiquiatra

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