Ecuador, 29 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Voces de carnaval

27 de febrero de 2014 - 00:00

No acaban de irse los ecos de la disputa electoral cuando ya empiezan a sonar, en mi querida provincia de Bolívar, las voces exultantes del carnaval. Son voces que vienen desde el fondo de la historia, desde los tiempos en que los chimbos bravíos se enfrentaron a los españoles, como primer acto de un drama que terminaría en el mestizaje y el sincretismo cultural.

De este modo, la melodía y la danza indígenas se mezclarían con la copla española, para producir uno de los fenómenos más cautivantes de nuestra cultura popular, que está presente en Bolívar, pero también en toda el área del centro del país: el canto del carnaval.

En general, los carnavales brasileños, colombianos, bolivianos y de otros países son bailables y tienen su mayor expresión en el desfile y la danza colectivos, pero el de Guaranda y la Sierra central son esencialmente cantables y campesinos, aunque la presión social y turística hayan terminado por inventar un espectáculo de desfiles y fiesta urbana.

De ahí la importancia de defender las coplas del carnaval como una expresión cultural insustituible, que actúa como un archivo vital de la memoria colectiva, donde se juntan lo viejo y lo nuevo, lo sagrado y lo profano, lo serio y lo pícaro.

Canta el buen cristiano: “Por ser la primera vez/ que en esta casa yo canto, / gloria al Padre, gloria al Hijo,/ gloria al Espíritu Santo”. Y replica el chumadito: “El día que yo me muera/ mandaranme una guitarra,/ no sea cosa que se ofrezca/ con taita Dios una farra”.

Lo mejor son los contrapuntos, donde aflora toda la feliz picardía de los carnavales. Recuerdo el que iniciaban don Juan y doña Celia, mis abuelos, en medio de la expectativa general. Cantaba él: “Mi mujer esta muriendo,/ yo estoy a la cabecera/ con un rosario en la mano,/ pidiendo a Dios que se muera”. Y replicaba ella: “Mi marido está muriendo./ Señor cura, ¿qué haré yo?/ ¡Vestirme de colorado!/ ¡Llore la que lo parió!”.

Y así el canto se pasea por lo humano y lo divino, por valles y montes, en medio de carcajadas colectivas. Canta el tío solterón: “Las cuestas de Pacatón/ ¡qué cuestas tan empinadas!/ Pero para mi persona/ las cuestas se hacen bajadas”. Alguien se burla de otro: “Aquí está don Fulanito,/ la sobra de la creciente./ El diablo no lo ha llevado/ porque Dios no lo consiente”.

Alza su voz un enamorado: “Desde aquí te estoy mirando/ cara a cara, frente a frente/ por no poderte decir/ lo que mi corazón siente”. Y agrega otro más práctico: “Gocemos del carnaval/ con alegría y humor./ Expansión demos al gusto,/ satisfacción al amor”.

Pero todo pasa, todo acaba y el carnaval se esfuma finalmente, dejando tras de sí coplas de lamento: “¡Ah!, tirano carnaval,/ que vienes con tantas mechas,/ a los hombres dejas pobres/ y a las mujeres… maltrechas”. En fin, al igual que en la política, no faltan protestas y reclamos: “¡Ah, malvado carnaval,/ sobrino de taita Maño!/ Vendrás, pues, de mes en mes/ y no, señor, de año en año”.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media