Durante las décadas de los 70, 80 e inicios de los 90, la hermana república de El Salvador se vio envuelta en una cruenta guerra civil. ¿Cuál fue el principal motivo? El 10% de la población disfrutaba del 90% de la riqueza nacional.
El 16 de enero de 1992 se firmaron los acuerdos de paz en la ciudad de México, poniendo fin a un conflicto que dejó como trágico saldo 80.000 muertos, 550.000 desplazados internos y 500.000 refugiados en otros países.
El domingo 9 de marzo de 2014 el pueblo salvadoreño acudió con entusiasmo a las urnas para cumplir con las elecciones de la segunda vuelta. El Tribunal Supremo Electoral, el 13 de marzo de 2014, proclamó como ganador al comandante Salvador Sánchez Cerén, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), sobre Norman Quijano, candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) de orientación neoliberal.
Sánchez Cerén obtuvo el 50,11% de los votos frente a un 49,89% para Quijano. La diferencia es de 0,22%. Este porcentaje representa aproximadamente 6.000 votos.
Mientras se desarrollaban las elecciones, Quijano manifestó –con la arrogancia propia de los neoliberales– que se reservaba el derecho de reconocer o rechazar los resultados. En efecto, al día siguiente de realizados los comicios, Arena presentó varios recursos contra el proceso electoral; uno de ellos, por un supuesto fraude. El estrecho margen de votos hace que el derrotado partido de derecha no reconozca la voluntad del pueblo y lance a los cuatro vientos el cuento del fraude.
Las misiones internacionales que observaron el desarrollo del evento electoral fueron numerosas, diversas y con vasta experiencia en el oficio. Todas ellas han confirmado la limpieza y transparencia del proceso. Queda claro entonces que las élites y su expresión política, Arena, pretenden deslegitimar –desde el inicio– al gobierno del FMLN.
No hay que olvidar que en Venezuela los neoliberales también hablaron de fraude; por esa razón al presidente Nicolás Maduro las élites le llaman el ‘ilegítimo’. ¿Coincidencia?
Es comprensible el escozor que debe causar a los neoliberales salvadoreños la derrota en las urnas, situación que implica resignarse a ejercer el rol opositor de aquellos que –junto al pueblo– organizaron la lucha armada contra los regímenes que causaron inmensos sufrimientos a las mayorías.
El comandante Sánchez Cerén estará acompañado en la vicepresidencia por el también exguerrillero Óscar Ortiz. Sacrificada labor les espera a quienes deben combatir ahora contra la pobreza, que actualmente es de 40,7%.
Este mandato popular favorece también al fortalecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y los que ofrendaron su vida luchando junto al pueblo durante la guerra guiarán a los comandantes electos en la noble tarea de construcción de una nueva sociedad: justa, democrática, incluyente, soberana.
