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El Telégrafo
Fander Falconí

¿Sectarios, lerdos o autistas?

09 de abril de 2014 - 00:00

La Cepal acaba de publicar un artículo que propone ampliar el Fondo Latinoamericano de Reservas, FLAR (‘Un fondo de reservas regional para América Latina’, revista de la Cepal N° 112), para apoyar financieramente las balanzas de pagos de sus miembros. Para esto su fondo debería alcanzar los 9.000 millones de dólares, y ampliar su cobertura a Argentina, Brasil, Chile y México (en la actualidad lo conforman Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú, Costa Rica, Uruguay y Paraguay).

Vista en sí misma, esta propuesta suena oportuna y necesaria. Oportuna porque en época de crisis (con nuestros principales mercados ralentizando su crecimiento o en franca recesión) América Latina se contagia por su sector externo. Más ahora que las cuentas corrientes de la región han sido abandonadas al libre comercio y las cuentas de capitales siguen expuestas a la especulación financiera de los grandes bancos, una vez consagrada la libre movilidad del capital neoliberal. Necesaria porque en el trapecio del intercambio asimétrico siempre es mejor contar con una red propia y no condicional, como el obsoleto FMI.

Pero es necesario contextualizar, como dirían los sociólogos. La propuesta publicada en la revista de la Cepal tiene, inevitablemente, una cronología y un escenario. La cronología no es de ahora; tiene, al menos, 7 años, que es el tiempo que va durando la crisis iniciada en 2008 con la debacle de los títulos subprime. Durante este tiempo el escenario internacional ha sido complejo y, al menos para la ‘gobernanza’ financiera internacional, terminó en un nuevo acto de gatopardismo en el que finalmente parece no haber pasado nada, para el gozo de Wall Street.

Pero hay más. Durante buena parte de este tiempo el Gobierno de Ecuador impulsó con tenacidad -en especial en la región latinoamericana- lo que se denominó ‘nueva arquitectura financiera regional’, NAFR. La NAFR busca constituir un espacio monetario regional para el intercambio de bienes y servicios (el Sucre), estructurar un instrumento financiero para la Unasur (el Banco del Sur), una red de seguridad financiera alternativa al FMI, e incluso tribunales alternativos para tratar los diferendos relativos a inversiones. Una propuesta audaz, tal vez radical, pero coherente, viable y políticamente apropiada para promover una auténtica integración latinoamericana.

Avances auténticos en economía internacional deben partir por puntualizar lo que los entendidos llaman ‘el estado del arte’. Pero para proponer la ampliación del FLAR, a los técnicos de la Cepal parece no haberles importado el debate latinoamericano de los últimos siete años, impulsado por Ecuador y secundado por otros países de la región con gobiernos progresistas. ¿Sectarismo, lerdez, autismo? Cuánta falta nos hace esa Cepal que hace tiempo ya dejó de ser el baluarte del pensamiento económico heterodoxo y estructural.

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