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El Telégrafo

Paz para Colombia

22 de octubre de 2012 - 00:00

La violencia en Colombia, que dura más de medio siglo, se convirtió en un asunto de “convivencia”, del que aprovecharon, con diversos intereses políticos y económicos, una serie de sectores: autoridades, políticos, militares, guerrilla, paramilitares, narcotraficantes, delincuentes y también fuerzas militaristas extranjeras.

El presidente Andrés Pastrana (1998-2002) intentó una solución de paz con los movimientos guerrilleros. En enero de 1999 acordó con las FARC una “zona de despegue” de 42 mil km² (casi el tamaño de Suiza) en San Vicente del Caguán, municipio del departamento del Caquetá. El Presidente trató en forma directa con Manuel Marulanda “Tirofijo” y parecía existir una voluntad común para el desenlace esperado.

Pero, desde los inicios, las negociaciones tuvieron fuerzas opositoras. A la cabeza los paramilitares, que desde 1997 quedaron centralizados bajo el mando de Carlos Castaño. También sectores militares que cuestionaron la entrega de un amplio territorio que, según su visión, solo fomentó las actividades guerrilleras. Y por debajo de todo, los interesados en que el conflicto no tenga solución, por advertir perjuicios a sus habituales “negocios” en torno a la violencia.

En febrero de 2002 el presidente Pastrana anunció el fin de los diálogos. El sucesor, Álvaro Uribe (2002-2010), encaró a las FARC como “criminales” y “terroristas”. Se apoyó en el “Plan Colombia”, con la idea de “internacionalizar” el conflicto con decisivo apoyo de los EE.UU., bajo la óptica de que la paz solo sería viable con la derrota de la “narcoguerrilla” por la vía militar. El resultado, más allá de ciertas victorias y la muerte de varios líderes guerrilleros, solo estancó el conflicto, proyectando la violencia en el tiempo.

Ecuador ha sido víctima del conflicto colombiano con incursiones, bombardeos, desplazados y otras tantas secuelas, incluidos enormes recursos para el resguardo de su frontera. De manera que América Latina no puede menos que congratularse por el giro impuesto por el presidente Juan Manuel Santos y la disposición de las FARC para sentarse a una nueva mesa de negociaciones que, aunque enfrenta obstáculos similares a los del pasado, se encuentra hoy bajo condiciones históricas más favorables.

Aparecen como los puntos más sensibles el relativo al régimen agrario, la desmilitarización y el narcotráfico. Y este último no podrá tener éxito definitivo mientras exista el gigantesco mercado de consumo en el norte
del continente.

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