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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Lesè majesté

08 de mayo de 2015 - 00:00

Las primeras versiones del incidente me llegaron por Twitter, y como todo aquello que se filtra a través de Twitter está sesgado por 140 caracteres de verdades personales, las primeras versiones del incidente que me llegaron contaban una historia particular. Contaba la historia de un Presidente que, iracundo, detenía la caravana y se acerca a increpar a un joven (y aquí los adjetivos abundaban: altivo, desafiante, irreverente, etc.) que había hecho un gesto (unos decían que era un pulgar abajo, otros decían que era una yuca, otros que eran ambos) que no caló nada bien al Primer Mandatario. Correa, protegido por su escolta armada, agrede con el índice físicamente al joven, lo agarra del cuello de la camiseta en una muestra de virilidad y poder, para dejarlo luego a merced de la Policía. La madre, desesperada, también es arrastrada por los gendarmes y tiene los moretones para probarlo. Todo esto corroborado por el testimonio del chico y una foto del parte policial.

Luego la Secom mostró el video del incidente. Mostró a un Presidente, iracundo, deteniendo la caravana para increpar a un joven que había hecho un gesto (inidentificable, pero seguro que no era de aprecio) y que no caló nada bien en el Primer Mandatario. Correa, seguido por una escolta policial apurada, se acerca al joven, le reclama y se regresa. La versión de la Secom termina con la madre lanzando un guaracazo a un agente de la Policía y uno se puede imaginar cómo va a terminar eso.

No hay nada que rescatar de esto.

Hay una oposición que se congregó alrededor de un niño sin un mínimo de sentido crítico o contraste. Alguien en la oposición que manipuló una situación, la descontextualizó y creó a un mártir de la irreverencia vacía. Y todos los adjetivos que eso conlleva. En la frialdad del fin del ciclo de popularidad viral de las redes sociales, uno termina pensando que las conjeturas conspirativas secomianas tienen algo de verdad.  Pero esto es lo de menos. Es más, esto no es siquiera un problema (a lo mejor para los intereses de la oposición). Este es su derecho, esto de insultar, aunque es un derecho debatible: en países como Tailandia un chiste de esos te puede mandar por 15 años a la cárcel; igual en Turquía, en Zimbabue, en Líbano y en Zambia. Pero todos los secularistas locales queremos ser Francia (donde insultar al Presidente tiene una multa de hasta 45.000 euros); u Holanda (donde en dos ocasiones han arrestado a ciudadanos por llamar a la reina Beatriz una ‘perra’).

El vocero de la Secom no dejó de mencionar que fue una ofensa al ciudadano-presidente. Ciertamente, el Presidente también es ciudadano (y esposo, y padre, etc.), pero también es el cargo. Y cuando está en una caravana presidencial, en un auto oficial, protegido por la fuerza pública, entonces es más presidente que ciudadano. Y la ofensa (o crítica), en estas circunstancias, es una ofensa (o crítica) al cargo, al desempeño. No veo cómo es el ciudadano Correa en este contexto, y no veo una justificación para esta manifestación de autoridad.

¿Qué habría comentado el ciudadano Correa si hubiese sido Gutiérrez el que se bajó a increpar a alguien durante las manifestaciones en su contra? ¿O Mahuad? ¿O Bucaram? ¿O Febres-Cordero?

¿El Presidente también se bajaría si escuchara lo que la gente dice en sus autos cada vez que se detiene el tráfico porque él se está movilizando dentro de la ciudad?  No sé si espero más de la oposición, si esperaría más del Presidente. (O)

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