Una jovencita campesina, estudiante de la recién inaugurada universidad Yachay, ha dicho unas palabras que han arrancado lágrimas del Presidente de la República. “Vengo de la provincia que orgullosamente lleva el nombre de nuestro libertador, Bolívar”, ha expresado Daniela Armijos, para luego denunciar las duras condiciones que han marcado tradicionalmente la existencia de sus paisanos. “Por largos años, muy pocas personas podían terminar la primaria o el bachillerato; nuestros abuelos eran marginados, excluidos, relegados”, ha dicho con voz firme y tono elocuente.
El suyo es un reclamo de clase, hecho por una hija del pueblo, que ha conocido de cerca las duras condiciones en que vivieron sus mayores. Pero es también un reclamo regional, porque su provincia, que es también la mía, es la más pobre del país y, hasta hace poco, una de las más olvidadas de los poderes públicos.
Y es que parte del sistema de dominación oligárquico ha sido históricamente la imposición de formas de colonialismo interno, por el cual unas provincias privilegiadas –las de mayor votación y más útiles a la comparsa electoral– merecían obras y favores oficiales, mientras que otras, las de poca población, quedaban marginadas de la atención gubernamental.
El otro mecanismo del viejo sistema fue la manipulación del sistema educativo, mediante un calculado desinterés por la educación pública y favores bajo la mesa a la educación privada, que era subsidiada a través de la llamada educación fiscomisional, que no tenía nada de ‘misional’, pues hasta hoy se ubica incluso en las ciudades.
Eso lo ha denunciado también Daniela en su intervención, al expresar: “Impedir el acceso al conocimiento era una de las estrategias de quienes nunca pensaron en la construcción de un verdadero país, pero esos tacaños ya no están en el poder, ahora el poder está en las manos de las amas de casa, del agricultor, del emprendedor, de los jóvenes que ahora sí somos protagonistas del desarrollo de nuestro país”.
Para concluir, ha manifestado que “esos tiempos ahora son solo un recuerdo, porque las nuevas generaciones hemos comenzado a cosechar los frutos de la construcción de un nuevo país, un país de sonrisas, de trabajo, de realidad y promesas cumplidas”.
Daniela representa a esa nueva juventud de nuestro país, que ve en la Revolución Ciudadana el camino hacia un futuro promisorio. Y su voz es la de ese Ecuador profundo que las encuestas no ven, pero que pesa en las decisiones electorales.
