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El Telégrafo
Fander Falconí

El terrorismo en casa

20 de julio de 2016 - 00:00

El atentado terrorista de Niza, en la frontera con Italia, sacude literalmente a Francia. La masacre merece mi total rechazo. Ocurrió durante la celebración del 14 de julio (aniversario de la Revolución Francesa) y causó más de 80 muertes (incluyendo al menos 10 niños).

Una multitud ocupaba el Paseo de los Ingleses en esa ciudad. De repente un camión ingresó en esa calle peatonal, atropellando a unos y el conductor disparando a otros. El autor no era un infiltrado, era un tunecino residente legal en Francia y padre de tres hijos.

Vuelve a escandalizarse Occidente y lo primero que se nota en las noticias es el sesgo editorial. Francia ha sufrido más de 200 muertes en los últimos años, mientras Siria ya cuenta 400.000. Así que asistimos a una arbitraria forma de  editorializar las noticias. Con el agravante de que Siria fue colonia francesa, igual que Túnez (país natal del autor del atentado).

Allá por 1960, cuando otra colonia francesa, Argelia, quería ser independiente, la élite colonial francesa en ese país norafricano formó un grupo terrorista (OAS) que llegó a matar a unos 2.000 musulmanes. Lo cual señala con claridad dónde se originó el terrorismo.

El terrorismo es el deliberado uso de la violencia para causar terror en el enemigo (interno o externo) y puede venir del Estado (como acostumbraba proceder la Alemania nazi) o de un grupo subversivo. Lo que más preocupa a Estados Unidos y a la Unión Europea es que ahora el terrorismo ha llegado a casa, como en varias escenas de la famosa serie norteamericana Homeland. El personaje central de la serie es Brody, un marine norteamericano, prisionero de guerra de la red Al-Qaeda, que regresa a su país como héroe, pero aparentemente convertido al enemigo de EE.UU. Ya no son atentados en embajadas en el extranjero, son masacres a domicilio.

La causa principal de estas reacciones es la intervención de Estados Unidos y sus aliados en el mundo (desde Afganistán, Siria, hasta Libia). Esta ha encendido el resentimiento y el deseo de venganza. Occidente exige libertades y derechos en sus propios países, pero tolera intervenciones militares y dictaduras aliadas. La amistad estadounidense con Arabia Saudita es frustrante para muchos que quisieran ver a sus pueblos viviendo en sociedades sin tantas desigualdades.

La respuesta occidental, que debería ser reconciliadora y reflexiva, es extremista. Se exige mano dura contra los musulmanes y se ataca a gente inocente, simulando que se está respondiendo a los terroristas… cuando se está sembrando más terror. Este momento, en Estados Unidos se entrega la investidura republicana al candidato del odio, Donald Trump, quien ha jurado dar guerra a todo aquel que se oponga a la supremacía estadounidense (léase blanca y conservadora). Es chocante la coincidencia del triunfo de Trump en las primarias de Cleveland, Ohio, y la representación del arca de Noé a escala 1:1 -de 100 millones de dólares- en Kentucky; ambos espectáculos muestran el fundamentalismo en religión y en política, respectivamente. (O)

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