La economía registra lo que nos impulsa a hacer lo que hacemos, nuestras elecciones ante un limitado conjunto de opciones, y la forma como evaluamos los pros y contras en nuestras decisiones.
La escuela económica ortodoxa dice que los individuos buscan maximizar sus beneficios y que sus expectativas y la forma de entender la realidad son subjetivas. Esto ha dado como resultado el fenómeno conocido como free rider o consumidor parásito, aquel que recibe un beneficio, pero evita pagar por él. En nuestra cultura sería algo así como colarse o viajar de agache. La “viveza criolla” está profundamente arraigada en nuestra cultura y se manifiesta en sacar ventaja de tiempo, dinero o goce, a costo del bolsillo de otro. Este defecto del comportamiento social conduce al autoritarismo, avaricia, codicia, envidia, arrogancia, egoísmo, irritabilidad, intolerancia, sexismo, corrupción, entre otros males.
El free rider es un fallo del mercado que se produce principalmente con la existencia de los bienes públicos indivisibles, caracterizados por la no exclusión y no rivalidad, por lo que no es posible impedir a ningún individuo su consumo. Toda la sociedad se beneficia si existe el bien público (carreteras, vigilancia, defensa nacional, cuidado del medio ambiente, acuíferos, control de las inundaciones, etc.) pero, por otro lado, cualquier individuo que no paga por estos, de todas maneras, participa del bien. ¿Por qué razón pagar si puedo beneficiarme de los mismos bienes y maximizar mis beneficios colándome a los que sí pagan?
La existencia de free riders hace que la provisión de un bien público indivisible (cuidado del aire que respiramos, por ejemplo) sea ineficiente al no haber suficientes “pagadores voluntarios”; por lo que la existencia de “colados” tiende a una provisión subóptima de dicho bien.
En los problemas de negociación, el free rider representa a aquel sujeto que, sin participar en la negociación, se aprovecha de sus consecuencias positivas. Un ejemplo sería una prestación lograda por el comité de vecinos de la urbanización en donde uno o varios de ellos no son aportantes en dicho comité.
El fenómeno free rider saca a la luz lo más mezquino del ser humano. Estos no aprecian las cosas por lo que valen sino por lo que cuestan, y siempre les será mejor que a ellos no les cueste. Una sociedad repleta de colados no puede prosperar porque no hay economía que pueda funcionar si todos pretenden vivir gratis. (O)
