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El Telégrafo
Emir Sader

El fracaso de la ultraizquierda

11 de febrero de 2016 - 00:00

Las corrientes de ultraizquierda y los articulistas vinculados a esa visión son especialistas en hacer el balance crítico de lo que consideran el fracaso de las otras corrientes de la izquierda. Hablan siempre con un tono como si se apoyaran en grandes experiencias exitosas, desde las cuales apuntan su voz crítica a corrientes que aparentemente habrían sido un fracaso total.

Después de un silencio relativamente prolongado, por no saber dar cuenta del prolongado éxito de los gobiernos progresistas de América Latina, se vuelcan hacia el tema del supuesto fracaso de los gobiernos de Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador. No son capaces de dar cuenta de las extraordinarias transformaciones sociales que esos gobiernos han implementado y que han hecho de ellos la izquierda del siglo XXI  y referencia hasta para las fuerzas de izquierda en Europa, como en Grecia, España y Portugal, entre otros.

Tampoco consideran que esos gobiernos, coordinados, han sido los responsables por el fortalecimiento y expansión de los procesos de integración regional, del Mercosur a la Celac, pasando por Unasur, de forma independiente respecto a Estados Unidos. Mientras tanto, la ultraizquierda no ha sido capaz de presentar ningún resultado de sus posiciones, que no han cuajado en ningún país del continente, y tampoco en Europa. Las alternativas a los gobiernos progresistas están siempre a la derecha. Al contrario, cuando presentan candidatos, los resultados que cosecha la ultraizquierda son irrelevantes. Como última demostración, los mismos sectores que hablan con énfasis del fracaso del kirchnerismo en Argentina, que consideran que entre esa fuerza y la derecha no habría diferencias, han propuesto el voto el blanco en la segunda vuelta y han obtenido el 1% de los votos. Hablan con énfasis, desde ese 1%.

Es que, volcados hacia el fracaso de los otros, las voces de la ultraizquierda no se dedican a analizar su propio fracaso. En la misma Argentina, el planteamiento típico de esa corriente, de la autonomía de los movimientos sociales, que no deberían ni participar ni hacer alianzas con fuerzas políticas, ha llevado literalmente a la desaparición de los movimientos piqueteros. No se encuentra ni un balance autocrítico de los que han llevado a ese movimiento a su desaparición. Al contrario, los mismos responsables de esas posiciones y su fracaso total -intelectuales latinoamericanos o europeos- siguen hablando, con convicción, de sus tesis, sin aprender nada del éxito de los movimientos sociales y fuerzas políticas que han seguido sus promociones, ni del fracaso de los que los han seguido. Sectores de la ultraizquierda han adherido a las tesis liberales en contra del Estado, apoyados en una ‘sociedad civil’, como si esa fuera una tesis factible en la lucha en contra del neoliberalismo. No han salido de la fase de resistencia al neoliberalismo, sin participar de la disputa hegemónica del Gobierno y sin  capacidad de construir fuerzas alternativas. Tienen la compañía de ONG, pero distanciados de la historia contemporánea de la izquierda existente.

En suma, la ultraizquierda es la corriente que más ha fracasado en la era neoliberal, por el error de sus visiones y por la impotencia recurrente para construir alternativas. Eso se da en Brasil, Argentina, Venezuela,  Ecuador, Bolivia, Uruguay, donde se limita a  escribir artículos de crítica. Tampoco logra cuajar en otros países, como México, Perú, Chile o Colombia. Solo existe como columnismo crítico, no tiene peso alguno en la lucha concreta. El futuro de la lucha en contra del neoliberalismo sigue siendo protagonizado por las fuerzas y los liderazgos como los de Evo Morales, Lula, Rafael Correa, Cristina Kirchner, entre otros. (O)

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