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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Ecuador sí lee, pero muy poco

24 de abril de 2015 - 00:00

El reconocido escritor ecuatoriano Abdón Ubidia me comentó, hoy mismo, un hecho que me sorprende y que, además, es muy decidor: “Ayer tuve una charla con los estudiantes de un colegio de Quito. Descubrí que ninguno de ellos había leído un solo libro en su vida”. Palabras que siguen retumbando en mi cabeza: “ni un solo libro en su vida”. Grave y lamentable, pero cierto.

No en vano, Ecuador es uno de los países de la región que menos lee. Y sin embargo, poco se ha hecho desde el Estado para el fomento del libro y la lectura. Por el contrario, se suprimió el Sinab (Sistema Nacional de Bibliotecas) sin que desde el Ministerio de Educación se planteara alternativa alguna. Resulta hasta molestoso insistir en que Ecuador debe contar, como el resto de países de la región, con un Plan Nacional de Lectura y, ojalá, en algún momento, pueda también tener una Biblioteca Nacional digna, al menos como la tienen nuestros vecinos, Colombia y Perú.  

En Ecuador no tenemos un solo programa de televisión dedicado a la promoción y difusión de la cultura, no digamos de la literatura. Expresarte lamentablemente ya murió. Tampoco en Ecuador existe una sola revista literaria de circulación nacional y periódica. Y los diarios cada vez destinan menos espacio a los libros. Aunque al menos ya tenemos un suplemento cultural, Cartón Piedra.     

Después de su triste constatación en aquel colegio, el propio Abdón sugiere que es necesario, de modo urgente, ‘alfabetizar’ a los profesores. Ciertamente, una de las razones por las cuales Ecuador sí lee, pero muy poco, es precisamente que, en materia de lectura, en general, no se están haciendo bien las cosas. Si los profesores no saben cómo estimular la lectura, peor los padres de familia.

Ayer, el gran pensador ecuatoriano Fernando Tinajero me decía concluyente: “En estos 70 años, ningún presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, incluido Benjamín Carrión, ha sabido cómo  crear un sistema de distribución de los libros que la Casa publica”. Fernando tiene toda la razón. Y lo que es más, podemos decir lo mismo del resto de instituciones públicas, incluido el Ministerio de Cultura, ya que sus bodegas están llenas de libros que mueren, en soledad, humedad y frío, por falta de lectores.

Es necesario reformar, armonizarla con los nuevos tiempos, la Ley del Libro y, sobre todo, es impostergable que, desde el Estado, se fomente la producción editorial, del mismo modo -ni más ni menos- que se lo hace con los otros sectores productivos. Aún no entiendo la razón por la cual se impulsa con medidas de protección a todos los sectores productivos, menos al sector cultural, sin entender que las industrias culturales son también generadoras de empleo y dinamizadoras de la economía y, como ya lo expresó el nuevo Ministro de Cultura, pueden contribuir de un modo significativo al cambio de matriz productiva.

Pero además, dadas las condiciones perversas del mercado editorial, se hace necesaria la intervención de la Superintendencia de Control y Regulación de Mercados. Es necesario, como señala Alejandro Bustos, de Zonacuario, “establecer mecanismos que permitan la convivencia de editoriales globales y locales, impidiendo prácticas comerciales cuestionables, como por ejemplo, la entrega de incentivos a instituciones educativas”.

Pero, eso sí, hay que destacar a todas las editoriales y colectivos independientes que, a contracorriente, día a día generan iniciativas innovadoras y creativas para fomentar el libro y la lectura. Con ellos, el libro y los autores seguirán no solo generando conocimiento, espíritu crítico, sino, en cada página, cambiándonos la vida. (O)

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