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El Telégrafo
Fander Falconí

Diamante azul

16 de abril de 2014 - 00:00

El agua es uno de los elementos más valiosos de la Tierra. No obstante, los diamantes son mucho más caros que el agua. ¿Por qué esta paradoja? Desde una visión económica simplista, la respuesta sería que, si bien son menos útiles, los diamantes son más escasos, por ende en el mercado su precio es alto. En cambio, el agua es un recurso y un servicio ambiental fundamental que no se valora, porque en apariencia es abundante.

La civilización occidental capitalista en el siglo XXI ha consolidado un modelo de vida que se imita y reproduce en la sociedad mundial. Ese ideal de vida aspira a una búsqueda de la felicidad mediante el confort adquirido por la propiedad de bienes y la posesión de objetos, como los diamantes. Hace un año, un pequeño diamante rosa, de 59,6 quilates, procedente de las entrañas de Sudáfrica, fue vendido en 83,2 millones de dólares en una subasta en la acomodada Ginebra, ciudad que tiene como atractivo turístico un enorme chorro de agua que se levanta en su lago. Los valores de cambio, los de mercado, oscurecen o al menos opacan otras riquezas que aparecen en la realidad del mundo.

La falta de una adecuada valoración del agua nos conduce a un excesivo consumismo. No la cuidamos. Derrochamos. Creemos que el agua es infinita.La falta de una adecuada valoración del agua también nos conduce a un excesivo consumismo. No la cuidamos. Derrochamos. Creemos que el agua es infinita.

Debemos ser conscientes de que los bienes y servicios que consumimos han necesitado muchos litros de agua para ser producidos. El ‘agua virtual’ se utiliza para referirse a la cantidad de agua necesaria para obtener un producto. El término hace alusión a la cantidad de agua utilizada en las distintas etapas de la cadena productiva.

John Anthony Allan, profesor de la Universidad de Londres, explica de manera muy didáctica que cuando bebemos una taza de café se requirieron 140 litros de agua para producir, empaquetar y enviar los granos; esta cantidad es igual a lo utilizado por un habitante promedio al día para cubrir sus necesidades fundamentales. Entre tanto, una hamburguesa necesita 2.400 litros de ‘agua virtual’, o sea, 17 veces más que las necesidades diarias de una persona.

La aparente abundancia de agua proyecta un comercio internacional injusto y desigual, ya que los precios de muchos bienes y servicios están subvalorados. Los países del sur producimos alimentos y mercancías que requieren enormes cantidades de agua, pero el mercado no reconoce los verdaderos costos de producción, tanto sociales como ambientales.

Los países amazónicos acumulamos cerca del 20% de las reservas de agua dulce del planeta, por lo tanto tenemos un rol clave en la gestión de ese recurso.

A futuro, con el cambio climático de por medio, el agua será un recurso y un servicio ambiental estratégico, e incluso habrá alto riesgo de guerras, como ahora por los diamantes, el oro, el gas y el petróleo. Recordemos que es un derecho humano reconocido por las Naciones Unidas y por nuestra Constitución.

El diamante azul requiere ser valorado en forma diferente. Hay que romper la estrecha y reducida lógica economicista. No nos olvidemos del viejo refrán: “No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo”.

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