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El Telégrafo
Fander Falconí

Deuda ecológica y emisiones evitadas

07 de mayo de 2014 - 00:00

@fanderfalconi

Si las grandes decisiones alrededor de los temas ambientales continúan tomándose en el norte del planeta y en sus propias instituciones, poca oportunidad tendremos de cambiar nuestro porvenir. Es importante lograr soluciones creativas para enfrentar problemas planetarios, como el calentamiento global o la pérdida acelerada de biodiversidad.

Las emisiones netas evitadas han estado desde hace años en la política de REDD (por las siglas en inglés de Reduced Emission from Deforestation and Forest Degradation), un programa de Naciones Unidas, es decir que paguen por reducir deforestación y evitar emisiones de dióxido de carbono (CO2). Se trata de generar un valor monetario para el carbono almacenado en los bosques, ofreciendo incentivos a los países ‘en desarrollo’ para reducir las emisiones. REDD+ incluye la gestión sostenible de los bosques y el aumento de las reservas forestales de carbono.

Aunque se discute desde el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático en 1997, las emisiones netas evitadas (ENE) se convirtieron en política oficial hacia 2008, o sea contemporáneo con la iniciativa Yasuní ITT.

El lazo entre dejar petróleo en tierra en lugares social y ambientalmente frágiles nació en 1997 (en las reuniones paralelas de Kioto) con propuestas que venían de Oilwatch (tanto Nigeria como Ecuador), y en esas propuestas se hablaba del beneficio adicional de evitar emisiones de CO2 (por deforestación, quema de gas y petróleo evitadas).

De este modo, el mecanismo REDD consiste en evitar emisiones de CO2 por deforestación (conservar el carbono en la superficie de la tierra), pero no se les ocurrió aplicarlo a carbono bajo tierra en los combustibles fósiles. Ecuador, en 2007, como gobierno, propugnó ampliar REDD a los combustibles fósiles en determinadas zonas del mundo de gran valor social y biológico. Este es el caso del Parque Nacional Yasuní. Así, las ENE por quema de petróleo, en el plano oficial, es una idea ecuatoriana.

Los mecanismos REDD no han estado exentos de cuestionamientos, en particular porque no generan ningún incentivo para reducir la contaminación debido a las emisiones por la quema de energía fósil. Del mismo modo, el hundimiento del mercado europeo (por exceso de permisos, combinado con la crisis económica) les ha dado la razón a ciertos críticos. Ahora el precio de la tonelada de CO2, que depende de los volúmenes transados, tiene una ligera alza en los mercados spots, pero su precio aún es bajo.

Si en París en la próxima Cumbre de Cambio Climático en 2015 el mundo recobra la razón y hay un post-Kioto con obligación de reducir a la mitad las emisiones, admitiendo drásticas reducciones obligatorias, cortando permisos, entonces el precio de la tonelada de carbono subiría (y la energía solar se volvería competitiva).

En forma independiente a esta discusión internacional y al camino que tomen las ENE, es importante que los países del Sur empujen otra vez con toda la fuerza el argumento de la deuda ecológica, que es bien real, para cobrar a los países que son deudores de tal deuda. La deuda ecológica es un reclamo histórico. Integra un conjunto de responsabilidades que deben asumirse para subsanar la condición actual del mundo físico. Se trata de una obligación con el Sur.

Si el Sur no logra tener un rol protagónico en las grandes decisiones sobre el medio ambiente, poca opción tendremos de cambiar nuestro futuro.

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