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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Democracias, mercado y estados de guerra

22 de marzo de 2024 - 00:00

La democracia moderna, como forma de organización sociopolítica y gobierno, se encuentra en un período de crisis, en coincidencia con un estadio de la globalización, caracterizada por la industria tecnológica, las interdependencias y la competencia transnacional por el mercado mundial. Es claro: las democracias se desarrollan en unidades territoriales nacionales; en cambio, el mercado constituye una red global. Por lo tanto, hay una inconsistencia entre el orden político local y el orden económico global, que por su naturaleza aspira a la libertad de comercio. Esa inconsistencia se refleja en estados de guerra, mediante los cuales grupos transnacionales intentan derribar las barreras nacionales del mercado.

Las guerras internas actuales son reflejos de problemas de mercado mundial, cuya finalidad es el enriquecimiento progresivo. Hay movimientos de mercado que son legales y regulados por el Estado de cada país; y otros que siendo ilegales y letales llegan a ser socialmente aceptados, no solo porque en algunos casos constituyen fuente de ingresos y trabajo, sino porque la avidez por la ganancia y el hábito de la mercantilización de casi todo, han permeado los niveles del inconsciente humano y forman parte de la cultura y las relaciones sociales: a escala mundial se venden y compran tanto las mercancías materiales, como los cuerpos, estados de ánimo, placeres, ilusiones, identidades, estatus e incluso la vida.

El Estado es conceptualmente la expresión de un supuesto acuerdo fundacional de sus miembros, quienes han consentido ser parte de una comunidad, ceder parte de su libertad irracional, para ser protegidos y reglamentados. Para la protección frente a las amenazas externas o internas, la comunidad entrega el monopolio de la violencia al Estado, autorizado para disuadir a las fuerzas enemigas. Cada democracia tiene, por lo tanto, un brazo autorizado de violencia legítima. La guerra, que no es democrática ni política, es en sí misma una medición de fuerzas armadas. ¿Cómo una fuerza armada legítima nacional podría lograr dominar a una fuerza armada transnacional, reflejo de un interés del mercado global, que ha penetrado la base de la sociedad? ¿Cómo conviven la guerra interna, cuya causa es el mercado, con una democracia representativa en la que participan organizaciones políticas que son cooptadas por transnacionales oscuras?

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