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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Democracia, multitud y libertad

26 de enero de 2015 - 00:00

La tarea a pensar con urgencia en estos tiempos es el Ecuador de este año, de los próximos años. Ese país donde la ciudadanía asuma con mayor fuerza y decisión los quehaceres de la política. Si hemos alcanzado una mejoría substancial en todos los ámbitos no podemos quedarnos a merced de lo que el Estado haga o deje de hacer. Es vital que los ciudadanos discutan más y mejor el camino a seguir. Y entre esos temas están los de la democracia y la libertad. ¿Cómo debe cambiar la democracia? ¿Qué responsabilidades asumimos cuando exigimos vivir en libertad? Muchas son las preguntas. Cuando se trata de democracia sin duda debe ser real, no imaginaria. Democracia que se vive en el ejercicio de tener posibilidades de vivir; de tener oportunidades de realización social, colectiva, grupal e individual.

Esto de lo individual es clave, sobre todo en que no se centra exclusivamente en la persona. Es una falacia de democracia cuando nos hablan de que todo gira alrededor del individuo; este por sí solo poco puede hacer; más aún en un mundo en globalización. Esa falacia lleva a los individuos a creer que la razón de ser de la misma sociedad es la satisfacción caprichosa de sus deseos; anteponiéndose a la ética de la sociedad, a la ética de lo común. Craso error que ha costado la vida de millones de seres humanos explotados a beneficio de pocos que se definen a sí mismos como superiores. Necesitamos una democracia de lo común porque en ese común yace la diferencia, la diversidad, la riqueza, la conciencia social, las construcciones simbólicas, el reconocimiento, la defensa de la vida.

En ese común se desarrolla la multitud que lucha por el reconocimiento intersubjetivo, afectivo, solidario; que se manifiesta espontáneamente pero toma conciencia histórica. No es fácil mantener esa conciencia del tiempo histórico y la memoria. Como paradoja frente a un mayor bienestar emerge un sinsentido, como olvido intencional de no querer recordar cómo se vivió mal. Por eso lo común siempre es la posibilidad del rememorar, recordar para enfrentar el mañana. La exigencia está en que ese mañana no puede ser incierto, sino certero; y para eso se requiere que la sociedad, sus mayorías reflexionando -hacer y pensar- activamente con máxima responsabilidad, se involucren en la toma de decisiones y se hagan cargo de los resultados. Así esa democracia real, humana en esa multitud puede vivir la libertad que se sostiene en lo común. No una libertad del que más tiene, más posee contra el que menos tiene o casi nada tiene. La libertad nunca puede centrarse en el mercado, por el contrario este es un medio para aquella.

Solo así es posible entender la libertad como una realidad concreta y también deseable; atada a la justicia, a la dignidad, la diversidad y la equidad. Cualquier discurso que argumente una libertad en el libre mercado, en la competencia en desigualdad de condiciones es pura mentira, es decir, un discurso falso, pero además inmoral, ya que intencionalmente anula la verdad para beneficio propio o de grupo. Tenemos que avanzar hacia una democracia de multitudes, del común, internacionalista para el Buen Vivir.

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